No sé si habéis tenido alguna vez la ocasión de sentiros como si estuvierais en otro planeta, sentiros totalmente desubicados al estar en un medio absolutamente desconocido. Esta es la sensación que tuve la otra tarde al coger la bici y tener el privilegio de recorrer en soledad, el cañon de Zion. El silencio, sentirte continuamente intimidado por gigantescas paredes rojizas a ambos lados del camino, la luz que asoma por la parte superior otorgando grandes contrastes al rio que lo recorre, la inocencia que te concede la primera vez. Allí estaba yo, como un extraterrestre, encañonado.
Pero vamos a empezar donde lo dejamos. Me levante a la mañana en ST George, con todavía un cierto…… abatimiento? . Era la resaca de los días pasados de trámites y traslados. Esa sensación fue tan efímera como lo que tarde en ponerme el culote y el maillot, además estaban recién lavados y eso siempre ayuda. En lo que echó a rodar Abisinia, yo ya estaba cantando y después de unos cuantos kilómetros y conquistada una buena cuesta se abrió ante mí un nuevo mundo, allí estaba. Acababa de llegar al desierto, acababa de llegar a tierra de cañones.
Voy a recorrer alrededor de un mes la zona del Gran Cañon de Colorado, antes de que se me acabe el visado, luego ya veré como llego a la frontera. Aquí hay entre parques nacionales, estatales, monumentales, etc …unos veinte parques diferentes. Hay tal concentración que me dejare mas de la mitad sin visitar. Para mi va a ser algo nunca visto y esto me resulta muy excitante, serán unos mil y piquísimo kilómetros, pero tiene una pinta alucinante.
Con las mismas y un poco mas llegué a Zion, el primero de los parques en el camino. Su arena roja, como la tierra batida del Rolan Garros, sus paredes con antojosas y nunca repetidas formas, sus ríos tan tranquilos como la paz que transmite el lugar. Aquí hace calor del de verdad, he cambiado los osos, alces y mosquitos por lagartos, serpientes y escorpiones. Esa misma tarde no pude dar descanso a mi sobrexcitado y pasado de vueltas corazón. Recorrí el cañon en bici. Que puedo deciros……, como dirían las Azúcar Moreno, “solo se vive una vez ¡!”
Al día siguiente recorrí a pie dos de los múltiples senderos del parque. El primero Agels landing, lo flipas, cornisa aérea de mas de un kilometro, ayudado el paso por cadenas y cumbre en un monte en medio del cañón, semejando una isla. Desde allí tienes una panorámica de 360º de fliparlo. Mi menda no llegó, la verdad es que me cagué. La razón/excusa es que cientos de turistas con mucho miedo y ninguna experiencia hacen cola para darse paso a la par que arrastran el culo por el suelo en las zonas peligrosas, una locura en mi opinión. Así que me fui a otro de los senderos, Narrows. Este transcurre por el fondo del cañon, donde este se estrecha y sus paredes se retuercen hasta casi tocarse. Muy lindo verte allí dentro.
Para llegar a Bryce NP pasé por Red Canyon, un pequeño cañon que te va anunciando lo que te espera. Ya en el camping conocí a Jackie y Chad, pareja ciclista de Florida. Compartimos parcela de camping y finalmente compartimos día de recorrido turístico. Reservaron para los tres plaza en un bus que recorre el parque, nuestras piernas querían dejar la bici aparcada. Por la tarde paseamos el recorrido que recorre el 80% de la gente que visita Bryce. Turismo de Tour operador.
Así pase mis días en este parque, en su monumental anfiteatro construido diariamente por la naturaleza. Miles de chimeneas formadas en una tierra de tonalidades rosa y salmón. Las puedes observar desde diferentes miradores o recorrer por su interior. Llegada la noche el cielo de esta zona es espectacular. Debido a lo poco poblado de la región no hay contaminación lumínica y se observan las estrellas con gran nitidez. Yo todas las noches antes de acostarme me doy un paseo para bajar las judías y aprovecho para ver un poco “mi” televisión, echan siempre una serie de estrellas fugaces (parecidas a las de operación triunfo).
por la inmensa sonrisa de tus cansados ojos,
por volver donde alguien te quiere sin que vuelvas,
por poner a los míos con un poco mas de luz.”
Extremoduro. Pedrá.
Sin lugar al descanso, recibo un mail de un contacto californiano que me soluciona 100% el cruce de la frontera con México, tengo casa a la llegada todo el tiempo que necesite y me asesora a cerca de todo tipo de trámites y mejores opciones. Incluso quizás hasta la crucemos juntos. Y no cansado de este frenesí, de esta intensidad emocional, de este no parar de vivir con el mismo ansia que se da la última calada a tu último cigarrillo. Aparece por la puerta la hippy de los 80 preguntando que quien es el ciclista. Presente, conversación documentada con libros de los pioneros del lugar, Everett Ruess, (ya que vosotros no me dais títulos de mas libros de caballería, ya me los dio ella) y quedada para dentro de unos diez días cuando llegué a la reserva de los indios Navajos. Esta historia la aparco para otro capítulo que esto se me va de las manos. Lo que da de si la cafetería de un supermercado.
Al doblar la siguiente esquina de nuevo me vuelvo a preguntar, “pero esto que veo es verdad?” , me pellizco al no encontrar una respuesta certera. Impresionante el valle que esta vez se presenta ante mí, tu visión llega a ser tan lejana como alcanzas a ver, el horizonte se pierde allí a lo lejos, muy lejos. “Head of the rocks” es el nombre. Siguiente paso, bajada al cañon de Escalante. El plano y trasparente cauce del rio discurre sobre una colorada losa, como si la naturaleza le hubiera puesto la alfombra roja que verdaderamente merece. Allí mismo un camping completo, enclavado en un marco (poner vosotros el adjetivo), y un hombre que me vio a la mañana en la ruta me ofrece una parte de su parcela para poner mi tienda. Que os puedo decir……..?
Madrugón, y de desayuno aun con el frio en el cuerpo, diez kilómetros con pendientes del 14%. Estas dan paso a una arista la cual soporta la carretera, a ambos lados de ella, vacio. La misma arista hace de divisoria de dos cañones. Si antes era difícil ver todo lo que pasaba en un lateral de la ruta imaginaros ahora en estéreo.
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La soledad de estos dos días, casi sin ver coches, acampado en medio de la inmensidad de la madre tierra, lo sustancial de la última semana, el esfuerzo que me ha costado llegar aquí por lo duro del trazado y ver allí abajo el lago encañonado que me espera me hace sentir pletórico. La llegada aquí supone el final de una de las etapas que a nivel paisajístico, ha sido la mas intensa de las viajadas hasta el momento.

He observado que en todas las entregas hay mucho agradecimiento hacia todo el personal que esta colaborando a que este viaje sea una experiencia mucho mas interesante. Ahora me toca a mí. Quiero agradecer a mi mente que me ha conducido hasta aquí. Por salir huyendo de nada, por salir buscando nada y por salir con el alma abierta al encuentro de todo. Ha elegido el camino mas difícil, el que quería coger, y no se ha dejado llevar por la corriente que todo arrastra. Por haber elegido su rumbo, el raro, el poco habitual, pero el suyo. A pesar de lo duro que en ocasiones es llegar donde quieres llegar. Tampoco quiero olvidarme de mi cuerpo, este cuerpo ocho que tengo que está respondiendo perfectamente incluso a mis excesos. Este cuerpo al que estoy aprendiendo a escuchar, a entender su lenguaje e incluso, a respetar antes de que diga basta. Este cuerpo que me está permitiendo hacer lo que estoy haciendo y lo mas importante, como lo estoy haciendo. No sé si esto que ahora hago un acto de locura amigo Sancho, pero… va por ti.
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"Y vereis el resurgir poderoso del guerrero sin miedo a leyes ni a nostalgias, y caer cien veces mas y levantarse de nuevo sin mas bandera que sus güevos" Extremoduro. Pedrá |
Desde mi estrellado cielo, tan cercano que al desperezarme alguna vez he rozado con la yema de los dedos, un gran abrazo amigos.
Me podéis sentir exultante, con un excesivo optimismo, topedo de alegría, soy consciente. Estoy intentando día a día mantener los pies en el suelo, no es fácil. Se que mañana todo puede ser diferente, lo opuesto. Espero estar preparado. Así que no os queda mas que…. aguantar la pedrá.
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