ENCONTRANDO EL SUR II

Metraje: 480 días aprox. Nac: Mundana, Genero: Realiti de aventuras, Catalogada: No recomendada a familiares cercanos.

Si hay algo que une a todos los seres humanos es el deseo de ser felices. Esta voluntad es el motor que activa y determina muchos de los pasos que van a dar Abisinia y Van Birloq en este largo viaje.

La falta de esperanza comienza a recortar sus sueños. Aburridos de esperar y de seguir esperando, de que nada cambie y de que nada venga, deciden perder el miedo a la vida y comenzar a trazar el boceto de su destino. Juntos parten en un viaje que les lleva a recorrer el continente americano restándole importancia al que y dándosela al como.

Este documental reúne la sabiduría y experiencias personales de esta ecléctica pareja en torno a un tema tan universal como es la búsqueda de la felicidad.

El sol de Rio Negro, edición de la mañana.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Camino del Inca



Perú V (Ayacucho, Uripa, Abancay, Cuzco) 595 km, 11040 m+

En lo alto de la sierra
me detuve a descansar.
Pero sentí que me iba
sin moverme del lugar

Los ojos se me perdieron
en aquella inmensidad.
Y me olvidé de mi mismo
tanto mirar y mirar.

                                                                              Atahualpa Yupanqui. El cielo está dentro de mí


Tendida sobre el cerro queda Abisinia mientras su rueda trasera continua girando, pareciera que nunca se fatiga. Me siento sobre el pasto amarillo de la última loma, sus antecesoras ya fueron derrotadas por mis pedales, y curioseo el paisaje con la prepotencia del vencedor que se siente observado. Justo frente a mí, allá,  al otro lado del valle, distinguido por unas grandes antenas rojiblancas se muestra mi próximo objetivo. Bajo mis pies la tierra se desploma al encuentro del rio, el puente que lo cruza me invita a remontar las faldas de una montaña que me llevará a la conquista de un nuevo abra (collado). Esta historia se repetirá durante toda la semana.

Los cuidados que nos proporcionó Ayacucho durante tres días fueron mas que suficientes para salir camino Cuzco, camino del Inca, con las pilas cargadas. Partimos con el conocimiento de que vamos a enfrentarnos a uno de los tramos mas duros de este viaje. Mas de 5oo kilómetros, con 5 collados (4 de ellos por encima de 4ooo metros), cuestas de mas de 60 kilómetros con desniveles superiores a los 2ooo, mosquitos asesinos en los valles, mucho frio en la altura y un oxigeno que por momentos escaseará. Alguien lo definió como “la madre de todas las batallas”. Así lo hizo porque no sabía las que aun le faltaban. Que fantasma soy dios!!!!!, perdonarme porque tengo mas cuento que el Calleja.

“Con la aparición de las primeras lomas comienzan las escaramuzas. Sobre este idílico campo de batalla se ubica de un lado un nutrido ejército de montañas, del otro, un soñador. Cada uno con sus armas se funden en una armoniosa lucha donde no hay vencedor. Siempre él, el mismo vencido.” 
                                                                                          
                                                                                                                       Del diario de Van Birloq



La ruta, no podría ser de otra manera, comienza con una ascensión de cuarenta y tantos kilómetros. Toma castaña!! Con la idea clara de no despilfarrar energías, que mas tarde necesitaré, me paro cada hora, estiro las piernas y me como un panecillo. Pero los buenos propósitos normalmente  no suelen durar mucho. Una vez arriba comienzo a rodar por la puna. Lo que para mi era una bajada inminente se transforma en un subibaja en el que desaparece rápidamente el  asfalto.

La tarde llega de sopetón y estamos lejos de todo. El sol se agota tras las nubes y casi sin fuerzas se deja caer detrás de la loma. El frio se presenta enérgico, hace tiempo deberíamos haber encontrado refugio, pero aquí no hay nada. Adelantito, al final de la jornada, unos obreros recogen las herramientas, mientras otros inventarian sacos de cemento. La visión del oasis en mitad del desierto se desvanece rápidamente.

El Taita me comenta que tiene prohibido dejar a nadie dentro de la caseta y que debemos de dormir al raso pues solo hay puna en muchos kilómetros a la redonda. El viento sopla con fuerza y agrava la sensación de enfriamiento. Asumo su respuesta y comienzo a ponerme toda la ropa que tengo en las alforjas (tres pantalones), le doy tiempo al tiempo y finalmente creo que lo que doy es pena. Taita y un compañero agarran unos tableros y comienzan a construir una caseta con retales de maderas, el interior lo forran con una lona plástica. Construyen una mezcla entre chabola y  caseta para el perro. Salvados!!!!


La noche estaba descubierta, la cobertura de estrellas no era suficiente abrigo y un frio profundo se ocupaba de penetrar entre las rendijas de nuestro “adosado”. La mañana comienza a fundir el hielo agarrado al pasto. Salir del cobijo y pensar en calentar el desayuno supone enfrentarse al frio y la pereza, pero el sol, que poco a poco recupera fuerzas, nos echa una mano.

Los obreros, ya de vuelta, prenden cartones para descongelar las tuberías de los camiones para así poder ponerlos en marcha. Uno a uno se acercan a preguntarnos a cerca de  como fue la noche y  nos obsequian con panecillos que dejaron de tomar en el desayuno para entregárnoslos a nosotros.

Enamorado de la puna.


En cualquier viaje que se precie no hay lugar a los planes, o debe haber lugar a cambiarlos constantemente. A qué pueblo llegaré hoy?, donde dormiré? Las respuestas son hipótesis de difícil cumplimiento.


La construcción de la carretera por la que ruedo hace que se den continuos cortes, cortes en ocasiones de mas de dos horas y que desarrollan mi paciencia y mi astucia. Continuas conversaciones con los operarios tienen como fruto que pasemos por lugares por donde nadie pasa, exponiéndonos  en ocasiones a lluvias de piedras. Pero no siempre se gana, un derrumbe corta irremediablemente la ruta y me empuja a echarme la siesta bajo una piedra. Fijo, hoy ya no pasamos. Estamos cerca del rio y hay que buscar refugio, en esta ocasión de los mosquitos, en una aldea de tres casas donde dos de ellas están derruidas. Lo que parece difícil misión, encontrar un lugar donde dormir y otro donde comer se aúna alrededor del fogón de una pequeña tiendecita, donde  los cuyes corretean entre nuestros pies.


Agradecer a los ingenieros de caminos Peruanos sus largas trazadas en las ascensiones. Las carreteras culebrean retorciéndose entre las encañadas, con una pendiente sostenida de un 5% como máximo. Esto las transforma en largas ascensiones pero muy llevaderas.

Un agujero en los muros de adobe, diseñado para algún día tener una ventana, deja penetrar el mugido del Pampas, un rio que lucha desde hace siglos contra las paredes de roca que lo oprimen (parece la historia del Ché). Una vez cruzado el puente miro hacia arriba buscando la salida, la senda parece que quiere hablarme y contarme lo que me espera.


Comenzar la mañana con un pinchazo no es lo mejor, pero cualquier situación chunga siempre es susceptible de empeoramiento. Me paro a reparar y una legión de mosquitos comienza a taladrar mi piel. No se como hacerlo pero cada vez son mas y mas agresivos. Salgo de allí como puedo, con un parche a medio poner, una rueda a medio hinchar y mis piernas y brazos goteando sangre. Parece que vengo de “La Rosilla”.


Si ayer fueron los cortes por las obras los que nos obligaron a parar pronto hoy va a ser una huelga de profesores. Han colocado piquetes cortando el transito. Nos paran y nos invitan a comer. Tienen grandes ollas para compartir con todos los familiares que les apoyan y con los afectados. Y si a la mañana son los profes los que nos impiden el paso a la tarde un profe esquirol escondido en la escuela nos abre las puertas del aula de segundo grado para ofrecernos hospedaje. Así es la vida, lo que te quita por un lado te lo da por el otro. Otra noche a cubierto, otra noche de “hotel”.

El Arthur y el moa, una tarde en la oficina.
Intentando evitar los mosquitos  pasamos Andahuaylas y remontamos la cuesta, unos obreros nos anuncian que no quedan mas poblados ni tiendas donde comprar la cena, nuestras alforjas están vacías. En la cuneta conocemos a Lucho, argentino que lleva cinco años caminando Sudamérica y con él compartimos la noche.



Una pequeña comunidad con poca vida, parece despoblada, es el lugar donde probaremos suerte. Hoy la tarde amenaza lluvia. Me siento en una piedra y comienzo a conversar con todo el que pasa, finalmente después de buen rato compartiendo historias la seño de la tiendecita nos ofrece un lugar. Nos abre las puertas de su humilde y estrecha casa.



Ocupamos la cocina como refugio de la tormenta que ya esta encima y nos convertimos en anfitriones. A la luz de las velas y sobre un fogón de leña cocinamos una cena que compartimos con la familia. A pesar de los problemas de comunicación, no hablan bien el castellano su lengua es el Quechua, gran experiencia.

“Cayendo la tarde, en el momento de la luz mágica, aguacero exagerado. Un asfalto inflamado transforma la lluvia en  vaho. Infantiles recuerdos de  bicicleta me invaden rápidamente, olor a tierra mojada tras la taciturna tormenta de verano. Cuando las bicicletas solo eran para el verano, y su fin significaba la vuelta a la ciudad, la vuelta a un nuevo curso escolar, la pérdida de tanta y tanta libertad.”

                                                                                                                     Del diario de Van Birloq



El almuerzo lo hacemos en la carretera, las gentes de extremada generosidad nos asaltan en la cuneta para invitarnos a comer. Unas veces papas, otras maíz con queso, chicharrones y tampoco faltan los chupitos de cañazo. Están cosechando las patatas, se juntan todos los miembros posibles de la familia y convierten estos días de duro trabajo en un encuentro festivo.


Una mezcla de ansia y de emoción nos lleva a bebernos las cuestas en largos tragos.  Al día siguiente, después del exceso, tengo una cruda resaca en mis músculos. Cuando estamos a la altura de Abancay son las diez de la mañana y un cruce de miradas es suficiente para comprender que por hoy basta. Tras treinta kilómetros, día de descanso. Pillamos una habitación, después de pasar en la búsqueda por varios pasajes del terror, y recién duchados nos tiramos a la Bartola (lo que tiene que aguantar esa mujer). 



Hay días mejores y menos mejores. Hoy toca sube, baja, pincha, pincha y vuelve a pinchar, el atardecer llega sobre la bici. Me quedo sin cámaras de repuesto, comienza a chispear y decido poner una cámara de Arturo. Son ruedas mas pequeñas, de 26”, pero funcionan perfectamente, que lo sepáis. Bajada interminable sobre una pista de tierra y piedra, después de 6 horas ciclando por este tipo de terreno te paras y crees haber olvidado un vibrador en el bolsillo del pantalón.


Homenaje a mis Schwalbe marathon, 14.000 kilómetros o mas se lo merecen.

La cercanía a Cuzco trae olas de ciclistas a la carretera. Desde que empecé en Alaska nunca había visto tanto viajero en bici. Al final de la recta un brillo de llantas llama mi atención. Nos juntamos de nuevo siete ciclistas, siete viajes diferentes.  Después del típico cotorreo nos vamos, en manada, a pasar la noche a los baños termales de Conocc. Una vez bajamos hasta el rio seguimos la conversación en las pozas desde donde vemos como el sol desaparece tras los nevados. No os penséis que todo fue idílico, lo malo hoy no lo contaré.




Con la satisfacción de saber que las duras pendientes quedaron atrás nos acercamos a la municipalidad de Ancahuasi. En unas oficinas mas dignas de un matadero municipal que de un ayuntamiento de pueblo, nos reciben amablemente y nos obsequian con una noche en un hotel rural completamente gratis.



Lo malo es que debemos de retornar un kilometro, volver a subir lo recién bajado. Mis músculos llegan con la culata recalentada, están echando humo pidiendo aceite y agua, los 2200 metros de ascensión de hoy han sido mas que suficientes.



Finalmente suman nueve los días empleados para llegar a Cuzco. Han sido nueve días  condenados a trabajos forzados, encadenados a una maquina de 65 kilos de peso y con la tarea diaria de ascender unos dos mil metros de desnivel. Como siempre hay recompensa. Soy tan simple que me vale con saborear el placer de remontar la última pendiente a la espera de una desconocida línea de horizonte.

Huancayo-Cuzco, demasiaooooooo!!!!!!!. Grafico cortesía Joseba y Corinne.

Si de Ecuador dije varias veces que era muy duro este Perú andino podría decir que en ocasiones roza lo inhumano. También tiene la culpa el que elige los trazados y la velocidad a las que los rueda. Cuando veo el mapa y veo lo recorrido en los dos últimos meses  me parece increíble. Han sido dos meses de transitar sobre Los Andes, a lomos de un colérico dragón gigante, de cruzarles a través de su espinazo sin bajarnos en ningún momento de él.

“El agua no horada a la piedra por su fuerza sino por su constancia.”                                                                                                              
                                                                                                                                 
                                                                                                                                     Refrán español


En el camino las gentes  me preguntan muchas veces al cabo del día que porque hago esto de viajar en bici. Uno se decide a cumplir un sueño, pero realmente  creo que nunca sabemos las verdaderas razones que nos impulsan a ello, las razones del subconsciente. Con el paso del tiempo, sin la inocencia y el enamoramiento ciego que se vive al principio por el viaje, comprendo que quizás salí de viaje porque vislumbre que la vida sería mucho mas sencilla aquí que allí. Verdaderamente he vuelto a encontrar significado a muchas cosas que  lo habían perdido y he descubierto muchas otras.



Con el paso del tiempo se ha disipado el miedo que me acompaño durante una parte del recorrido después del atraco. Era una sensación de desconfianza que en ocasiones convertía en sospechoso a todo el mundo y no me dejaba disfrutar a tope de las vivencias, de los lugares. Cuidándolo todo sana.

Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes,
y al que le duele su dolor
le dolerá sin descanso,
y al que teme la muerte
la llevará sobre sus hombros.
                                                                      
                                                                                     Federico García Lorca. Ciudad sin sueño



Llegada a Cuzco con la ilusión de haber cubierto una parte importante del viaje. Nos alojamos en el hostal “La Estrellita”, rincón de ciclistas, donde reina un ambiente estupendo y donde daremos descanso a nuestros cuerpos percutidos por la fatiga. Ahora debo de tomar una decisión, ir o no ir a visitar Machu Pichu, la verdad que aquí en la ciudad se esta bien y da pereza ir a ver piedras rotas, ya veré.

Los días de fiesta se suceden. Pinta en copas, me remango y comienza mi partida de tute. Compro el caballo, y me ligo a la sota, no se me ocurre manera mas placentera de cantar las cuarenta.

“Me gasté el noventa por ciento de mi dinero en mujeres, whisky y buenos coches; el diez por ciento restante lo malgasté.”
                                                                                                                            George Best.

Hoy me voy a permitir dar un consejo; si deciden venir por estos caminos no olviden mineralizarse y supervitaminarse.



                                                                                                                                                                                                                               Desde mi cielo donde el sol intenta suicidarse acosado por una manada de nubes que pretenden acallarlo, donde la paulatina quietud  hace girar las estrellas dando significado a la noche. Un magro abrazo mis choches.



 “Si un hombre cualquiera, incluso vulgar, supiese narrar su propia vida, escribiría una de las más grandes novelas que se hayan hecho jamás”
                                                                                                                                    Giovani Papini.



martes, 21 de agosto de 2012

Viaje al centro del Perú



Perú IV, (Huaraz, Huánuco, Huancayo, Ayacucho),  949 km, 10480 m+


Quisiera que mi voz fuera tan fuerte
que a veces retumbaran las montañas
y escucharan las mentes social-adormecidas
las palabras de amor de mi garganta.

                                                                          Ama, ama y ensancha el alma. Manolo Chinato


Tres días de descanso hacen que la pereza se suba a las alforjas como un polizón durante los primeros kilómetros de rodada. Atrás queda la bulliciosa Huaraz llena de turistas y de ilusiones blancas. Nos alejamos de la cordillera sin aun despedirnos de ella. La belleza de sus caminos nos atrapa.

Buscando un lugar donde acampar vislumbro la silueta de una bici en el horizonte. Mis pasos se acercan y allí ha plantado la tienda “el Pedro”. Otro ciclista y además de mi barrio, lo flipas!!! Durante tres años fui al colegio que estaba al lado de su portal y antes de partir ambos vivíamos en Carabanchel. Venimos a conocernos en medio de la puna. Así es la vida.


La puna andina, con sus praderas de hierba corta y dura, va a ser el escenario por el que rodemos los próximos días. El clima es duro, con mañanas de sol ardiente, un viento afilado en las tardes, y mantos de pasto helado en la noche. No hay oportunidad para los débiles, aquí solo sobrevive el recio, el fuerte.


Pedro es uno de esos ciclistas de largo recorrido. Partió hace mas de dos años de Vancouver con una bici de 200$ y dos alforjas, ahora lleva seis alforjas y una bici requetereparada. Viaja a su ritmo, un ritmo relajado al que no le importa el peso. Creo que esta es una de las diferencias entre los que viajamos deprisa, o al menos con un objetivo y los que van para largo, dejándose llevar. Nosotros cada vez queremos menos peso, suprimimos comodidades, quizás lujos, para poder volar más rápido.


Teñidas de una luz color cebada las alpacas se amontonan formando un ovillo gigante de lana, evitan así el frio de un atardecer que anuncia helada. Los rebaños de ovejas pacen en una puna salpicada de cabañas circulares con techos de paja y muros de piedra. Los niños chillan ordenes a sus perros al mismo tiempo que les disparan piedras con la honda. Juegan a ser pastores, no les queda otra.
























Las puyas Raimondi son una de las razones para haber elegido este duro y descarnado sendero. Espigadas plantas que miden más de diez metros, pueden producir racimos de hasta ocho mil flores y viven más de cien años. Ver un bosque de ellas en medio de un paisaje lunar es…..que deciros.



Voy a cruzar la cordillera en esta ocasión bajo la atenta mirada del nevado Pastoruri. Seguro que cuando me vea piensa; otro tonto de la bici por aquí (hay que estar un poco loco o tonto para venir por estos caminos). Deberé ascender de nuevo por encima de los 4800 metros y dormir a los pies de los glaciares que empujan estos nevados, lindo y gélido castigo.


Hoy, una pista en malas condiciones hizo que se nos echara la tarde encima. No hemos podido cruzar los dos collados que nos dejarían bajar a temperaturas mas cálidas y vamos a dormir por encima de 4600 metros. Los horarios en estas alturas son otros. Antes de que el sol comience a esconderse tras los nevados que nos rodean hay que cenar, tomar un cafelito caliente y al saco. A las seis de la tarde, después de meterse el sol el frio comienza a ser insoportable. Lo mejor es que me pille dentro de la tienda.


Mi aclimatación a la altitud en esta ocasión se me está haciendo difícil, quizás es porque no me hidrato lo suficiente?. Las noches se hacen duras, la falta de oxigeno unidas a una apnea que me atosiga, consiguen que me despierte todas las noches después de unas cuatro horas de descanso profundo. Son noches de azogue donde quiero y no puedo dormir.

Este insomnio impuesto me invita a leer, hoy va a ser difícil. El termómetro llega a marcar -4º bajo cero en el interior de la tienda, la mano que sujeta el libro se queda con la sangre coagulada, la tinta del bolígrafo no responde a los garabatos, también coagulada. El sol no aparece y hay que levantarse, no soy capaz de reunir el valor, una capa de escarcha forra la tienda en su interior, es el envoltorio de un polo de menta. Fuera, una cruda capa de hielo la disfraza de iglú. Menos mal que en Huaraz lleve a lavar el saco y me lo devolvieron el doble de su tamaño y oliendo a mimosín. Las plumas han recuperado muchas de sus virtudes, no se puede decir que este como nuevo pero ahora calienta. Me ha salvado.



Entre mis manos un mundo de montañas, con una lo sujeto y con la otra pinto a mi antojo los caminos que lo recorren. Recompensado con esta vida que es real, una vida que según los “aterrorizados aterrorizadores” estaba llena de peligros,  era un cuento.
                                                                                              
                                                                                                                Del diario de Van Birloq

Consigo engranar mis articulaciones sin que el frio las parta y lanzarme lentamente a la senda. Una pista en mejores condiciones que la de ayer me va a permitir pasear por entre los últimos nevados de la cordillera. Pleno de sosiego, sentado en mi tribuna rodante observo la programación de hoy. Proyectan en 3D la cordillera de Huayhuash dibujando una dentadura de tiburón en el horizonte. Una procesión de pirámides blancas se disimulan una tras otra dando mayor dimensión al paisaje. Al fondo el Silula, escoltado por el Yerupaja y sus gregarios. Maquillados por el sol  se muestran esbeltos. A mi alrededor los glaciares se desbocan, parecieran apresurados, contra los caminos que pasea mi bici. Para subir al cielo no se necesita tanto.


Dejo atrás la feminidad de las aristas, de las curvas de la Cordillera Blanca con sus nevados para retornar a la masculinidad de unos Andes de pasto corto, anchos hombros, cerros marcados y musculosas quebradas. Vivo envuelto en la enormidad, en la grandeza de estos grandes espacios que me hacen palpar lo minúsculo de mi existencia.


El humo que escupen las chimeneas de los bohíos se esparce por el ambiente. Este aroma mezcla de guiso y eucalipto se agarra al estomago anunciándome que es la hora del almuerzo. Nos lanzamos al primer comedor que encontramos, estamos seguros de encontrar un buen plato de sopa, después arroz con algún tipo de carne, y un agua de muña, esto calmara nuestros mondongos. Llegando a Tingo Chico decidimos descansar, este es uno de esos pueblitos tan tranquilo que hasta los gallos respetan el sueño de sus pobladores.

El bus de las 4.

Un mes después vivo el rencuentro con el rio Marañón. Que ilusión ver a un viejo amigo con el que compartí tantos días de grandeza. La carretera discurre por un valle estrecho, suave. El ronroneo del rio fumiga con su armonía el paisaje,  racimos de mazorcas coloreadas secando al sol aderezan las casas. La senda se torna de un solo carril por momentos obligándome a parar para ceder el paso a los carros que bajan. Un parón, una mirada a mi derecha y me siento como un paracaidista esperando su turno en el portón de lanzamiento. Un vacio bajo mis pies al cual no le veo freno, no le encuentro fin. Macagüen, que pase rápido y lejos este carro!!!!.


El fenómeno de migración en los campos se puede observar claramente. Muros de adobe derrotados por el agua, chacras en desuso tupidas de un matorral que las invade. El desnivel sostenido, leve, nos ha elevado durante sesenta kilómetros de dulce ascenso.


La lenta velocidad aumenta las paradas, los encuentros. La curiosidad de un niño, una burra recién parida, un trago de su leche caliente, engordan mi espíritu durante la mañana.


Mariano hoy tampoco se ha duchado, se lavó en un balde lo mas intimo y se cambió de muda. Zapatos de negro brillo, vestimenta con olor a naftalina, peinado graso y preciso. La carpeta amarilla renegrea entre sus dedos por el uso y dentro las cuartillas que le acreditan como propietario de su chacra. Sale al borde de la carretera con la esperanza de que un auto le baje a la ciudad en menos que canta un gallo. Aun no ha salido de su asombro, ve pasar uno a uno  tres gringos en bicicleta. Por su mente pasa un; que hacen? pasean? de donde obtienen el sustento? Ahh claro, les subvenciona el gobierno de su país. Y acá mi hermana  me quiere quitar lo único que tengo …….


Ya en el alto, al lado de la corona del Inca (inmenso roquedal) parece faltar un poco de aliento. De nuevo por encima de 4000 metros y lo peor está por llegar. No se muy bien el porqué pero decidimos quedarnos a dormir una vez mas en el paramo, en lo mas alto. Podríamos descolgarnos unos kilómetros pero unos aldeanos nos ofrecen la casa comunal, (quizás decir descomunal seria mas acertado) y esperamos la caída de la tarde en sus “instalaciones”. No hay donde ir a comer y casi no hay donde ir a comprar, cocinamos buena cena y tomamos unas cerves para celebrar el encuentro triangular de ciclistas.



Mis compis duermen como troncos mientras yo convivo con mi azogue. Parece levantarse un vendaval. La casa se cimbrea como si fuese la casa de cartón de los tres cerditos. El lobo sopla!!!!!!!!!!. La habitación parece tener una flexibilidad insólita para los materiales en los que esta construida, me levanto corriendo para avisar a mis compas y salir de naja de allí, esto ya parece serio. Cuando me levanto lo hago en desequilibrio y estoy seguro que el efecto de las cervezas no es. Todo ha pasado en veinte segundos  y no es mi imaginación, menos un sueño. Ellos duermen placidamente mecidos por la tierra.

El monte despierta tapado por un manto blanco que le prestó la noche, las primeras columnas de humo se escapan de las chimeneas para impregnarle un bálsamo de eucalipto al frio de la mañana. En los tejados de calamina los primeros rayos hacen resbalar el roció y las laboriosas gotas horadan la tierra formando charcos minúsculos.



Cruzamos pueblos en fiestas donde se comenta como algo habitual el temblor de anoche. Poco dura esta conversación, el alcohol tiene a los machos en la fase de exaltación de la amistad y evolucionando a la fase de la exaltación de la masculinidad. Dos amagan pegarse en la calle esperando llamar la atención de sus paisanos, con el deseo de que les separen y así evitar llegar a las manos. Las doñas que ya conocen esta canción dan los últimos pespuntes a la floreada falda de fiestas. Colgadas en las paredes, las cabezas de res son testigos mudos del espectáculo.


La llegada e instancia en Huánuco fue otra aventura. Pasamos de comer en una casa de lujo a acabar durmiendo en la capilla de una iglesia semi abandonada situada los arrabales de la ciudad. Un retiro espiritual de quince jóvenes y el parloteo con la cocinera nos alimenta durante el día. Despedida de Pedro que decide ir a pasear a Huayhuash y a la mañana salimos de la ciudad como podemos entre esa tupida tela de araña que forman los mototaxis. Culebreamos entre ellos como uno mas, la ley de la calle no te deja circular sin arriesgar el pellejo Rusty James.



Mas de 120 kilómetros de ascenso nos llevan al famoso y esperado altiplano. Una gran llanada a 4200 metros de altitud rodeada de leves cerros. Aquí arriba cambia la luz, la atmosfera, el carácter de los comuneros

Las huelgas de maestros y las fiestas patrias que mantienen todas las instituciones cerradas me están llevando a dormir en las iglesias. La otra noche a la comisaria. Me estoy haciendo viejo. En la parroquia ante el padre me declaro ateo. Hablamos y compartimos pensamientos en mi caso mas filosóficos que religiosos, en el suyo mas doctrinarios que personales. Con el comisario prefiero no hablar de ideologías. Buena gente, buena experiencia.

























En mitad de la dureza del altiplano, en Junín, uno de los pueblos mas fríos del mundo, y aplicando la teoría del “pégame chulo, me gusta tu rollo” decidimos tomarnos un día de descanso.  Aquí nos encontramos con Isusko ( http://breisus.wordpress.com/ , no os lo perdáis), salió hace nueve meses de Ushuaia y camina hacia el norte con la tranquilidad de un viajero templado. Correteamos las galerías del mercado  tragando sus manjares. Se está  estableciendo una adicción a los churros con sirope, aquí los hacen redondos como panes.


Mas tarde nos subimos a la habitación con unas cervezas de bodega. Apartamos el desorden que cubre la cama y las sabanas de papel se extienden. Dibujadas sobre ellas carreteras, montañas, lagos …… Nos ametrallamos a preguntas, nos damos mil consejos, cientos de direcciones y recomendaciones de no debes perderte esto o lo otro. En la habitación no caben ya mas aventuras están condensadas en el ambiente. Isusko se va, pero sobre la cama deja mucho, algo demasiado grande. Dos mapas, uno de Bolivia y otro de Chile y Argentina me hacen creer donde estoy y hacia donde voy. Prefiero no mirarlos. Bistare, bistare. Como diría mi amigo Josemi, “aceitunita comida, hueso tirado”.



El recorrido hacia Huancayo es lindo pero peligroso. La carretera es angosta y los carros van a toda velocidad, después de tanto tiempo entre trochas y naturaleza se hace difícil volver a las carreteras del tráfico veloz.


Ruedas de 26”? de 28“? pues no, ruedas de 24”, ruedas de ilusión, ansias por viajar y conocer mundo son mas que suficientes para cualquier bicicleta. Aquí en Huancayo nos espera Jaime. Lo conocimos en una aldea ecuatoriana, nos dio hospitalidad y compartimos con su familia labores de la vida en el campo. Al vernos un sueño se le grabo en lo mas profundo; conocer mundo en bici. Y lo ha conseguido. Se puso a trabajar, se compro una bici de segundamano, de tan solo 50 dólares, y se echo a la espalda una mochila que por lo que pesa debe ir llena de ilusión. Va a rodar con nosotros hasta donde le den los ahorros porque fuerzas no le van a faltar, está cumpliendo uno de los sueños de su vida y eso os aseguro queda mas alas que el maillot amarillo.


El salir de los tramos asfaltados supone un mayor trabajo, aumento de la soledad,  encuentro con el lado más salvaje de la naturaleza y con el mío propio. La mente en estas condiciones se relaja, y toma otra perspectiva del viaje. Los tragos de recompensa hacen que cualquier esfuerzo merezca la pena.


En esta ocasión va a ser el rio Mantaro quien labre la personalidad del paisaje. Camino de Ayacucho me voy a encontrar una de las rutas mas solitarias del viaje. Pero lo paradójico de este mundo, en una curva vamos a formar una montonera de siete ciclistas, dos de ellos vienen, cinco vamos. Conversaciones al borde de la senda sobre, selvas, montañas, desniveles, bicicletas…….., las horas pasan y se da por terminado el día de pedaleo. Al verme rodando rodeado de tanta bici el espíritu verano azul me invade. Porqué Chanquete porqué??


En cinco minutos llegamos a Pampacruz y un nuevo mundo se muestra ante nosotros. Cada puerta que toco se abre con un derroche de bondad y hospitalidad. De la primera salgo con las llaves de la casa comunal, allí dormirá hoy el grupeto, de la segunda salgo con cinco kilos de papas y una invitación para una fiesta familiar que van a celebrar mañana. Es un “Santiago”, encintan las bestias y ofrendan a los muertos. El resto, alcohol y música durante mas de doce horas.


La celebración organizada por la familia Flores no defrauda a nadie. Para ellos es la mas importante del año. Aquí la vida en el campo también se esta abandonado, los chicos bajan a estudiar a la ciudad y ya no quieren subir, pero a esta celebración no falta nadie, no hay excusa.



Las familias hacen un gran esfuerzo económico, contratan una  banda de diez músicos para que estén sonando todo el día, comida para todos los invitados y cajas de cerveza a raudales, no importan frías o calientes, cervezas. Después del desayuno baile en el patio, visita al cementerio para ofrendar flores y las canciones favoritas a los familiares muertos, vuelta a la casa con paradas en el camino para bailar y seguir bebiendo, almuerzo, mas baile.


Las bolsas de coca corren por la fiesta, nos convertimos en rumiantes de sus hojas, las bolas marcadas en los carrillos y un poquito de cal para aumentar su efecto. Coño!!! que es esto que se me duerme la lengua. Ya con la noche presente los que quedamos en pie nos cenamos la cabeza de un cerdo que lleva hirviendo desde la mañana aderezada con mote. Abandono el Lerele, ya es demasiado, me voy a dormir. Entre los ciclistas varias bajas, entre los músicos una.  


Llegar a lugares tan remotos, compartir con sus pobladores estas ancestrales fiestas, para mi es un verdadero viaje al centro del Perú. Me siento afortunado y desde aquí un profundo agradecimiento a todos los paisanos que hacen posible, día a día, todo esto.


Nada mejor para la resaca que recoger papas recién levantado, una hora agarrdo a la lampa con el lomo doblado, luego ruedas unos 70 kilómetros y el cuerpo se te queda como nuevo. Ahora busca donde dormir en esta aldea.


Vestidos con una armadura de polvo llegamos a Ayacucho. Aquí son obligatorias dos duchas y una lavandería. Han sido unos quince días perdidos del mundo, quince días de vida salvaje por rutas una vez mas increíbles.


Gracias a todos los que me enviáis mensajes de agradecimiento por lo compartido en este blog, pero quiero que sepáis que aquí no hay héroes. Intento contar lo que vivo con mis palabras, con mis fotos y siempre desde la humildad (difícil ejercicio). Soy uno mas, nada especial y  has de saber que tu deseo te puede traer aquí.

“Cuando quieres conseguir cualquier propósito en la vida, sólo tienes que desearlo. Si no lo consigues, es que no lo has deseado suficiente"
                                                                                        
                                                                                                                 El marido de la peluquera.


Como siempre cuando voy a llegar a un lugar donde tomaré un descanso el último día se me hace largo. Es lo que tienen las metas, cuanto más cerca las tienes más lejos las sientes. Tres días de descanso en esta linda ciudad colonial me recargan las pilas. Ayacucho me da fuerza para enfrentarme al recorrido hacia el Cuzco, hacia el ombligo deñ mundo, este es uno de los tramos mas temidos por los ciclistas, son cinco pasos de montaña con grandes desniveles. Ya os contaré.


                        
Salí de Vilcabamba hace un par de meses con el secreto de la eterna juventud. Después de lo recorrido en Perú y de ver en un espejo las arrugas que asoman en mi frente, se que estoy haciendo todo lo posible para perderla



Hoy, al amanecer, mi cielo apareció cubierto de grafitis que decían “No tengan miedo a la dulzura”, firmaba un tal Neruda. Un abrazo tan lleno de añoranza que se me cae el bobo mis causas.



Nunca pensé que pudiera estar tan de acuerdo con él, así que ahí va………………..

"Ya todos empezamos a tener claro que nuestros gobernantes nos dieron la espalda hace tiempo. No podemos confiar que un cambio provenga desde estamentos superiores; creo que las transformaciones deben partir de uno mismo. Entonces, todos debemos efectuar una revisión profunda de qué es lo que elaboramos diariamente con cada pequeño acto de nuestra vida y de qué forma esos pequeños actos afectan a la globalidad. Y a raíz de esa visión individual de cada uno, creo que podemos llegar a cambios superiores."
                                                                                                        
                                                                                                                                Enrique Bumbury.