ENCONTRANDO EL SUR II

Metraje: 480 días aprox. Nac: Mundana, Genero: Realiti de aventuras, Catalogada: No recomendada a familiares cercanos.

Si hay algo que une a todos los seres humanos es el deseo de ser felices. Esta voluntad es el motor que activa y determina muchos de los pasos que van a dar Abisinia y Van Birloq en este largo viaje.

La falta de esperanza comienza a recortar sus sueños. Aburridos de esperar y de seguir esperando, de que nada cambie y de que nada venga, deciden perder el miedo a la vida y comenzar a trazar el boceto de su destino. Juntos parten en un viaje que les lleva a recorrer el continente americano restándole importancia al que y dándosela al como.

Este documental reúne la sabiduría y experiencias personales de esta ecléctica pareja en torno a un tema tan universal como es la búsqueda de la felicidad.

El sol de Rio Negro, edición de la mañana.

viernes, 27 de julio de 2012

Al Cañón del Pato pasando por la Karakorum Highway





Perú II (Cajamarca, Tulpo, Yuracmarca, Cañón del Pato, Caraz) 492km, 8499m+


“Aún no había llegado la noche, pero una media luna se engarzaba ya en la algodonosa blancura de una nube.”
                                                                            
                                                                                          Ciro Alegría. Los perros hambrientos.


El camino me conducía a pasar el cumpleaños en las playas de Trujillo, de paso ajustaba la bici en la casa de ciclistas de Lucho y tomaba tres días de descanso y una juerga. Pero, maldición!!!! recibo un mail de Corinne y Joseba en el que ofrecen veneno, veneno del bueno. Me cuentan que acaban de pasar por un lugar lindísimo, con tramos parecidos a la Karakorum Highway y que remataron la ascensión a la Cordillera Blanca por el Cañón del Pato. Vamos…. todo un reto al que no quiero decir no. Nos cruzamos la mirada el Arthur y el moá, y sin decir una sola palabra el cambio de ruta está resuelto.

Se despiertan en mi sensaciones intensas al oír hablar de la Karakorum, alguien acaba de remover entre los papeles que hay al fondo del cajón, los que llegan allí porque siempre los dejas para el final, no los quieres ver.


De la Karakorum Highway tengo un vago recuerdo. Hace ocho años viaje por ella abrazadito a la muerte. Fue allí en Pakistán donde una parte de mi murió. Su pérdida dio lugar al lento y firme alumbramiento de esta que ahora me tiene aquí. Vamos a ver que me encuentro por esos lares, a ver que encuentro dentro de mi, en el fondo del cajón.


Al abandonar Cajamarca después de un día de descanso y encontrar de nuevo asfalto volamos sobre la carretera. Casi sin esfuerzo llegamos al kilometro cien donde nos alojamos en una escuela. El aula de 5º grado es nuestra suite. Un día mas de tregua, seguimos sobre asfalto pero ya con desniveles considerables, así que lo tomamos como una etapa de transición, tranquilidad, bromas y buenos alimentos.




A las puertas de Cajabamba.


Entre tanto monte un plano con su laguna nos invita a parar pronto. Tarde de sol que aprovechamos para la lectura. Montamos las carpas para esperar ese momento mágico y diario, cuando tras los lejanos cerros se hunde el sol y un cielo de fuego da colores de ascua al filo de las aguas, a los campos donde las siembras crecen. La sombra ha llegado ya pero en el fogón perduran los colores de la tarde. Graciela aprovecha su calor para cocinarnos un arroz y freír unas truchas que hace unos instantes nadaban por esas aguas en llamas.

Los días transcurren entre pueblitos y sumidos en la tranquilidad de una ruta poco transitada. No tarda en aparecer el desvío hacia la trocha. Riscos y empedrado para comenzar el sendero es un avance informativo de  lo que nos espera  en la próxima semana. Aquí comienza nuestro periplo carretero.



Nos adentramos en una zona minera, pequeños pueblos de grandes contrastes y alma de dólar. Grandes minas a cielo descubierto que muestran las heridas de muerte asestadas a un monte y a unos ríos que jamás se recuperarán. Jamás. Una explotación minera que va mas allá de la tierra, que es verdaderamente una explotación humana. Mejor salir de aquí rápidamente, pero no será tan fácil, estos Andes son tan ricos en minerales que durante varios días encontraré mineras destrozando el paisaje, la Madre Tierra en su fondo.


El viento, la arena del camino y la altitud, asociada a un frio considerable, nos invitan a parar en la casa de Alicia. En un ventoso collado ha decidido montar su hogar, allí justamente a la espalda de su morada esta el agujero, la bocamina por donde desaparece todas las mañanas su marido para arrancar carbón a la tierra de modo artesanal. Por las tardes aparece un ente negro de ojos y sonrisa blanca. Nos brinda una cocina donde refugiarnos del viento y del frio. Otra noche a 3700 y vamos a ver que pasa, mi saco de dormir se mojó hace tiempo y no recupera si capacidad calorífica.  



Un paseo de sobremesa. La curiosidad me lleva a subir a la loma que protege la casa de los vientos. Subido en un risco ahora tengo ante mí toda la vastedad accidentada y multicolor de los campos. Tiñéndose de morado y azul las lejanías, parece que ellas avanzaban a perderse en abismales barrancos. Coronándolos vestido de un blanco impecable admiro, diez años después, al Huascarán. Esta semana parece que va a ser de reencuentros con mi pasado.

Duro vagar el del viajero que ni come, ni duerme, te lo juro. Un dolor de tripa me retuerce toda la noche en el saco de dormir. El camino, despiadado con el ciclista, cubierto de una arena fina, como harina de repostería, me hace poner el pie en tierra y empujar la bici durante bastante tiempo. Las ruedas arañan el camino dejando marcados sus zarpazos en la arena y mis pedaladas patinan en el aire sin encontrar su propósito. Esto debe de ser lo mas parecido al Paris-Dakar en bicicleta.

                                                                                                                                                                                                 Foto Arthur.

Con el aliento quebrado por fin llego al alto,  allí  cerquita de los 4000 metros, allí donde la paja ya no quiere ni vivir. El viento potente y bronco muge contra los riscos, silbando entre las pajas, arremolinando las nubes. Sigue la tierra desenvolviéndose por inconmensurables distancias hasta nuevos horizontes lejanos. ¡Ancho y largo es el mundo!. Consigo gritar desde la altura juntando un poco de aliento.

Llegando a Tulpo sufro como un perro, como un perro hambriento. Una sensación de estomago hinchado no me deja comer. Sin alimentarme subo cuestas quemando mis reservas de energía que ya son mínimas. No sé de donde salen. Tiendo mi cansancio sobre la tierra de la plaza de armas y el sol me da la energía que me falta antes de que unas nubes plomizas comiencen a amontonarse en el cielo.


Allá a lo lejos veo su silueta, una silueta curvada por el trabajo y el paso de los años, en pies y manos aun trae la tierra de la chacra. Aterido por el frio y extenuado por el cansancio decido acercarme a preguntarle. Américo, un tipo seguro de si mismo y de la bondad del prójimo, no lo duda,  me abre las puertas de su casa y de su cocina, me acoge y recoge. Un hombre con mucha sabiduría vital, dada no solo por el paso tiempo sino por sus ganas de conocer. Cuando de su pecho brota el habla, la voz fluye con espontaneidad de agua, y cada palabra ocupa el lugar adecuado y tiene el acento justo. Cata, su mujer, fiel compañera y apoyo, me ofrece dos tazas de café, mientras María Elena calentada por la leña del fogón me cuenta el desenlace del libro que estoy leyendo. Él me cede su poncho, su orinal y un catre donde pasar la noche.


Una mañana mas salgo al camino sin lavarme la cara, sin peinarme y sin haber rezado. Viendo lo que me espera quizás debiera haber hecho lo último. Moyebamba esta en fiestas y todas las comunidades aledañas las viven como propias. Las mejores ropas salen de los armarios, peinados lacios de ángel y pesados bolsillos repletos de monedas destinadas al trago. Todo preparado para esta explosión de vida que encierran las fiestas.



Ya bajando a Moyebamba  los bohíos grises humeaban en medio de multicolores chacras. Un frondoso bosque de eucaliptos los rodeaba. Las quebradas cortaban el paisaje con sus verdinegras líneas de monte descendiendo a la encañada llena de valles formada por el rio Tablachaca. Hombres y mujeres de trajes coloreados transitaban por los senderos amarillos. Alguien ensillaba su caballo a la puerta de una casa.


Estoy de cumpleaños, pero ni siquiera eso va a librarme de lo que me espera. Para celebrarlo tengo un regalo donde indescifrables caminos se dibujan creando 41 revueltas que bajan al rio para después remontar por una pared vertical. Su ascensión se  acerca mas al alpinismo que al ciclismo. Antes me descuelgo al rio durante unos kilómetros por un camino de los que dibujarías en tus sueños si alguien te propusiera diseñar un viaje en bicicleta. Uno de esos caminos que podrían dar el titulo a la entrada de “Tierra trágame II, el retorno.”


Una vez los caracoles han remontado la pendiente llegamos a Shindol. Al cruzar la calle del pueblo la profesora nos ofrece unas manzanas y un café. Soplamos con ella, con sus padres y una botella de cola mi vela imaginaria de cumpleaños.

"Siempre en la vida del pobre hay un retazo de dicha que tiene nombre de mujer."

Me fuerzo a cenar un poco de arroz, espero que mañana sea mejor. Vaya día!!!, el año pasado celebre una fiesta de cumpleaños a la que solo vino el coyote y este año no puedo ni tomar una cerveza.

Los forasteros acomodamos nuestro cansancio en el corredor. Tarde en la noche, estamos oyendo aullar a los perros, al viento y a los borrachos que celebran coléricamente que es domingo. Pareciera que no tuvieran mas que celebrar.


Siento que no puedo mas, otra noche de tripas revueltas. La noche parecía interminable, nunca fue tan negra, nunca tan honda. Sin dormir, la existencia me pesa ya como una carga de piedras en las espaldas y tomo la decisión de "ir a ver  al doctor (pa´que me de la receta)". Salgo de la consulta con un desparasitario. No es un collar, son unos antibióticos. Tanto va el cántaro a la fuente que al final se parasita.

Mi peso esta como el Ibex 35, a la baja. Son 68 kilos los que peso, unos once menos de aquel empleado de oficina con tapers de su madre en la nevera. Parasito come parasito, o, perro come perro? Como era la frase?



Bajamos y bajamos de nuevo lo que hace horas habíamos subido. Encontramos al fondo el rio que nos acoge y en esta ocasión nos deja circular bien pegaditos a él. Disfrutamos en primera persona de sus paisajes. La carretera parece arrancada a mordiscos a las rocas, el paisaje se torna agreste, seco, las laderas sostienen en temible equilibrio grandes rocas incrustadas, parecieran almendras pegadas a una barra de turrón recién partida amigo Sancho. La calidez perenne de los valles hace que después de días de sierra aparezca la manga corta. Y de repente, crahsssss, la arena ha atrapado la rueda delantera del Arturo y este ha volteado dejando caer su cuerpo a medio metro del precipicio.

Elige,  sube y baja, o....
.., baja y sube. Al fondo el Tablachaca.























Me siento como un perdedor, siempre que lanzo la moneda al aire sale cruz. En cada ocasión que mi camino discurre por un cañón el viento lucha contra mi para no dejarme disfrutar de su belleza.

Pasamos Quiroz, el pueblo donde íbamos a comprar la cena, sin enterarnos. Diecisiete kilómetros después paramos a comprar unas bananas y la mujer nos informa que hace diez años “El Niño” a golpe de riada se lo llevó. Aún así sigue apareciendo en el mapa. Aprovechando la conversación nos invitan a un plato de dulce de calabaza y oca y ya de paso nos ofrece alojamiento. El marido se dedica a buscar oro en el rio como lo hacían los exploradores del Yukon hace cien años y ella vende todo lo que sus frutales la dan. Acabo vendiendo fruta en la carretera con la señora, esto de ser gringo tiene tirón.


El Tablachaca nos arrulla con su murmullo profundo. La casa estaba rodeada de chacras, con sus siembras logradas, cumplidas en vivos colores de bayeta nueva tal si fueran retazos de pollerones (faldas): la quinua morada, el  maíz verde, el trigo amarillo, las habas oscuras.



Madrugamos. Se levantó también el día pronto y aun desperezándose, cubierto de su frazada de nubes nos acompaña con luz tibia y gélido aliento. En el frio de este amanecer me siento una persona afortunada. La atmosfera del lugar  me llena de energía. Si que es verdad que estoy en la Karakorum, ahora la recuerdo perfectamente. Llegan a mi cientos de sensaciones, de sentimientos, de almas. Compruebo que es intenso el poso dejado por la experiencia allí vivida y lo disfruto en soledad.



Estoy recorriendo los entresijos de los Andes. Estoy en un medio muy hostil, me encuentro con un sol crudo, implacable, voraz. La tierra se abre en grietas sedientas y el sol entra por ellas, tostándola. He pasado de estar ayer junto a la tierra húmeda de la fértil chacra plena de cereales en cosecha, a un desierto total. Un sol plano y una temperatura superior a los treinta y cinco grados hacen mas difícil y necesario encontrar una sombra donde descansar y tomar una pieza de fruta. El golpe de calor puede estar cerca.




Los colectivos pasan velozmente levantando densas nubes de polvo. Las bicis son esqueletos de tierra rodantes, las alforjas sacos donde se amontona la arena, el cabello un molde de arcilla que  parece  quebrarse al tocarlo, en el paladar incrustado el polvo, se diría que es un paño de lija del 8, en la nariz  mocos pétreos se adhieren formando punzantes anzuelos y todo mi cuerpo luce un arenoso bronceado ocre. Necesito una ducha con centrifugado previo.


Arturo va rápido, lleva alas en sus pedales, las mías me las robó el parasito y debe tenerlas por ahi escondidas. Paramos para recuperar energías y  junto a unas mandarinas conozco a Lucho. Minero que trabaja para una multinacional extranjera, extrae oro manualmente desde hace tres años. Vive en un barracón cercano a la mina, seis horas andando lo separan de su casa y no tiene tiempo para ir y venir todos los días. Hoy está de permiso porque como labora un mes seguido, sin fines de semana libres, le han dado siete dias para visitar a la familia. 12 euros es su salario diario a cambio de todo esto.

Pero algún día debía de cambiar mi suerte de perdedor de casino. El viento empieza a golpearme bruscamente. Utilizo mi espalda como vela, la columna el mastil, solo debo orientarla y ella se encarga de empujar mi nave sin pedalear. De vez en cuando el viento juguetea conmigo, quiere asustarme cambiando de dirección, zarandeándome, frenándome, pero no es mas que eso, una broma. Gracias Eolo.


Mi corazón palpita jubilosamente mientras rueda sobre “la quitapenas”, golpeado por la lluvia, acariciado por la luz estelar, acuchillado por el ventarrón, vendado por la sombra. Yuracmarca está cada vez más cerca, podemos verla, casi tocarla pero el camino parece interminable. Siempre los últimos kilómetros miden mil quinientos metros.

Ya era pasado el mediodía cuando llegando a Yuracmarca visito de nuevo el centro médico, pero esta vez para solicitar hospedaje. Nos ofrecen el paritorio de la comarca como lugar de descanso. Que posición mas incomoda para dormir.

El Arthur sin epidural.

Hoy cocino yo!!!  Con retraso, pero cena de cumpleaños!!! Me siento mejor y se me dispara el ánimo. Espaguetis en salsa como plato estrella, pero no salsa de bote, de la elaborada, de la rica. Los antibióticos le están ganando la batalla a esa tropa de parásitos.

La mañana se anuncia en brechas de luz por las rendijas del vetusto cortinaje que ocupa el ventanal del paritorio. Me quito el goteo, con un bote de ilusión me basta, no necesito mas para llegar a Caraz. Por si acaso no era suficiente, complemento la dosis con un ceviche mañanero antes de enfrentar la dura ascensión.




El Cañón del Pato discurre siguiendo el cauce del rio Santa, este divide de modo natural la Cordillera Blanca y la Negra que aquí intentaban juntarse. El rio se ha encargado de tallar entre rocas el  recorrido, saltos de agua y paredes que viven en equilibrio con el abismo dibujan un paisaje que escoltado  por montes nevados que se elevan hasta los 6000 metros te hace sentir estrechamente encajonado. Por su interior transita un sendero que otrora fue una antigua vía de tren. ahora nos sirve de camino. Aquí fue el humano el que se encargo de tallar 41 túneles en la roca para hacer posible el paso (porque aparece últimamente el número 41 en todo lo que hago?, en qué año nací?).


Un rio que bajaba de las alturas me golpeó los oídos con su estruendo y luego mostró el tumulto azul y blanco de sus aguas claras. Los cerros retorciéndose erguían sus peñas azulencas y negras en torno de las cuales, ascendiendo lentamente, flotaban nubes densas.


En esta subida tan linda mi estado físico comenzaba a mejorar. La droga de la ascensión sobre la bici me recorría todo el cuerpo proporcionándome un dolor gozoso, un sufrimiento cruel y dulce. El camino, ciñéndose a los convulsionados roquedales, resulta tan quebrado que es difícil mantener una dirección fija, un ritmo. Este año no me hace falta ver el Tour por la tele, tengo etapas de alta montaña en directo todos los días.


El principio del fin.

Y por fin llegó el asfalto, una semana después abandono pistas de piedra y arena para deslizarme sobre la ruta. Estoy en el Callejón de Huaylas. Diez años después aquí. No me lo puedo creer. Cuando veo los primeros nevados asomando tras las lomas, una alegría inmensa me invade. Mil recuerdos hacen cola en la puerta de mi memoria y entran de golpe, sin orden. Sobre Abisinia me dejo caer en la bajada, levanto ambos brazos, hincho el pecho y comienzo a desafinar “el Joselito, el Ave María, el Maldito Duende por Raphael….” y otros grades éxitos de aquel verano. Se os echa de menos cabrones pleistocénicos!!!.

El fuerte ritmo de las dos últimas semanas sumado a la enfermedad me pasan factura. Definitivo: estoy viajando deprisa. En Caraz decidimos reposar tres días para recuperar fuerzas y escribir que había mucho atraso. Tomamos un hotel con agua caliente, cama dura, patio lindo y silencioso, y allí mismo me abandono al sueño.

Pero si ha sido difícil lo pretérito lo que se avecina no tiene aspecto de serlo menos. Nos vamos a subir allí arriba donde los nevados están al alcance de tu mano, donde el gramo de oxigeno esta mas cotizado que el de oro. El paso de Punta Olímpica con sus casi 4900 metros nos espera. Engraso la bici y vigilo las presiones Harry. Todo preparado.



Desde que comencé a rodar por la sierra norte del Perú solo puedo tener palabras de agradecimiento a sus gentes. Siempre que he tocado su puerta (en ocasiones sin tocarla), me han ofrecido un lugar donde reposar, un plato en la cena y otro en el desayuno. El dejarme compartir con ellos, desde la cercanía, sus experiencias vitales ha sido lo mas enriquecedor. Gentes que a los gringos, a nosotros los de la sociedad de consumo, nos pueden parecer personas simples. Una simpleza, por otro lado, que rebosa tranquilidad. Acá no hay lugar para la lacra del estrés. Viven en una armonía y conexión con el medio que no deja de sorprenderme.

La siembra, el cultivo y la cosecha renuevan para los campesinos, cada año, la satisfacción de vivir. Son la razón de su existencia. Y a fuerza de hombres rudos y sencillos, las huellas de sus pasos no se producen de otro modo que alineándose en surcos innumerables. ¿Qué más? Eso es todo. La vida consigue ser buena si es fecunda.

Gracias a todas estas vivencias cada día entiendo mas la personalidad, el carácter y la forma de afrontar la vida de mi padre. Estoy viviendo dentro del mismo escenario en el que él se crió, donde creció. Cualquiera de las personas con las que convivo, desde los mas pequeños hasta los mayores, podrían ser él hace años. Me siento como si formara parte de una representación de la España campesina de hace 70 años.


Fue un paseo por las calles de Cajamarca, un local sombrío que me llama la atención, una librería. Justo lo que necesitaba, se me acababa Siddhartha y necesitaba mas. Tengo la suerte de encontrar “Los perros hambrientos” de Ciro Alegría y mas suerte aun cuando veo que la acción transcurre en la zona del Perú que estoy recorriendo. Lo que en él se describe poco ha cambiado desde que se publicó hace 73 años. Esta es la velocidad que llevan aquí las cosas.

Quiero pedir disculpas a Ciro por hacer uso de sus palabras y tener la osadía de acercarlas a las mías (en negrita y cursiva textos que pertenecen a su libro “Los perros hambrientos”). También agradecerle enormemente que haya puesto magia y poesía a mis vivencias de este último mes. Sigo teniendo la cuenta pendiente de terminar El mundo es ancho y ajeno, todo llegará, se que Rosendo Maquí puede esperarme.


“A veces la verdad no basta, a veces la gente merece mas.”
                                                                              
                                                                                                                      Batman II






Desde mi cielo reluciente que simula una comba de acero pavonado. Un abrazo tan ululante que haga palpitar la noche andina, chinas y cholos míos.




Guau, guau, guaúúúúú……..,guau, guau……

Cajamarca-Chuquicara

Adelantito de Chuquicara-Caraz


7 comentarios:

  1. Mi más profunda admiración y respeto. Para mi eterno descrédito como "viajero virtual" sigo tu relato desde hace poquito. Gracias por el regalo de tus vivencias.

    ResponderEliminar
  2. Esperar otra nueva entrada se hace largo...
    Abrir el blog y leer otra nueva se hace super corto...
    ¡ decirte que es admirable lo que estás haciendo !

    Sigue disfrutándolo todo y sigue enviándonos esas fantásticas e increíbles fotos tuyas y no dejes de contarnos esas aventuras, experiencias y:
    SIGUE PEDALEANDO... CUÁNTOS KMS DIOOOOSSS!!!!

    UN ABRAZO INMENSO
    fdo.: la princesa verde

    TODOS TE ECHAMOS MOGOLLON DE MENOS

    ResponderEliminar
  3. Muy bonitas fotos! No sé quien es el loco con quien esta viajando pero debe estar un loco enfermo de la cabeza para viajar contigo!! El pobre chico...

    ResponderEliminar
  4. googleando llegue a ver tus fotos y relatos ...te comento que pasaste por la tierra de mi viejo ( shindol el rio tablachaca que comentas con sus aguas termales)y me hiciste recordar mucho cuando de chico bajaba de pueblito al rio..lo máximo..un saludo coordial y sigue visitando los lugares hermosos que tiene nuestro PERU

    ResponderEliminar
  5. saludos amigos realmente asombra que vayan si avisar ojala que para la proxima avisen y asi todo sale mas facil lean newturim en el google expression silueta world saludos gabriel newton cel 949424939--948094550

    ResponderEliminar
  6. Hermoso tu relato, lleno de detalle, me transportarte al lugar que queria recordar. Casi sin querer, sin GPS, sin mucha experiencia guiando, ni preparacion hicimos parte de esa ruta en auto. Mi hija tenia 9 meses de nacida, se nos poncho la llanta, se nos hizo de noche, las "luces"en la noche eran mucielagos y nos encontramos con zorros andinos. Mucho temor a lo desconocido!! y ansiosos por llegar a Trujillo. Hoy años despues al ver un programa de 'carreteras peligrosas" mi esposo recordó el viaje y como nunca tomamos fotos, queria entender que ruta fue la que hicimos, por que tardamos tanto? Y en que pueblo del camino,- ahora gracias a ti se que fue Yuracmarca- nos dijeron que "faltaba poquito" para llegar a la Panamericana. Gracias por tu relato y por las fotos compartidas. Mañana al despertar se las mostrare a mi familia, como recuerdo de esa gran Aventura que fue el viaje por El Cañon del Pato"

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que aventura mas linda la que vivisteis! Imagino que en su momento debió de ser dura, pero ahora en el recuerdo...
      Me alegro mucho de poder leer aqui aventuras de otros viajeros.
      Gracias por tus palabras.

      Jorge

      Eliminar