ENCONTRANDO EL SUR II

Metraje: 480 días aprox. Nac: Mundana, Genero: Realiti de aventuras, Catalogada: No recomendada a familiares cercanos.

Si hay algo que une a todos los seres humanos es el deseo de ser felices. Esta voluntad es el motor que activa y determina muchos de los pasos que van a dar Abisinia y Van Birloq en este largo viaje.

La falta de esperanza comienza a recortar sus sueños. Aburridos de esperar y de seguir esperando, de que nada cambie y de que nada venga, deciden perder el miedo a la vida y comenzar a trazar el boceto de su destino. Juntos parten en un viaje que les lleva a recorrer el continente americano restándole importancia al que y dándosela al como.

Este documental reúne la sabiduría y experiencias personales de esta ecléctica pareja en torno a un tema tan universal como es la búsqueda de la felicidad.

El sol de Rio Negro, edición de la mañana.

jueves, 25 de octubre de 2012

Solo para masoquistas



Bolivia, Chile II, (Llica, Salar Uyuni, San Juan, S. Pedro Atacama) 504 km, 4294 m+


“Todavía hay noches, todavía hay vientos que agitan los arboles y corren a lo largo de nuestras tierras. En el mundo de las cosas y en el de las bestias, todo está lleno de acontecimientos en los que usted puede participar.”
                                                                                         Rilke, Cartas a un joven poeta.


En la entrega de esta semana descubrirán las aventuras de un rodamundos que decide cruzar un desierto de sal y otro de arena pertrechado con su bicicleta y cinco macutos. Algunos le llamarán loco, pero cuando descubran que disfruta haciéndolo todos le llamarán masoquista.

Llica es un pueblo típico boliviano. Sus calles vacías a la mañana se llenan de vida y frio al atardecer. La pasan en la chacra sembrando quinua, es la temporada. Acá disfrutamos de un merecido descanso, y mas teniendo en cuenta que el pelotón anda medio con gripe y con alguna cagalera inoportuna de última hora.



Vemos mapas, compartimos anotaciones de otros viajeros y conversamos una y mil veces acerca de la comida que debemos de llevar, de cuanto agua necesitaremos, de las temperaturas que vamos a soportar y……… vuelta a empezar. Algo tenemos claro, físicamente el recorrido va a ser duro, pero sicológicamente lo va a ser mas.

                                                                                                                                                                                                          Foto Corinne
 
Abastecidos con mas de diez kilos de víveres partimos de Llica. Rodados unos pocos kilómetros nos adentramos en la banquisa salina. Ya estoy sobre el Salar de Uyuni, el mas grande de los salares del planeta. Tantos libros leídos de los exploradores polares y ahora siento estar sobre un mar de hielo, siento rodar sobre una superficie  que en cualquier momento se puede quebrar e ir a la deriva. Pero no, bajo mis ruedas mas de doce metros de sal  bien firmes.

 
Rápidamente desparece el piso pulido convirtiéndose el salar en un inmenso puzle de piezas poliédricas. Un continuo vibrar agarrado al manillar de la bici, cada pieza no ensambla perfectamente con la anterior, nos traslada sobre el inmenso océano blanco. El horizonte estático y curvado. Allá donde se une el blanco y el azul, nada pasa. Tierra a la vista!!! se oye gritar. Observamos la Isla del Pescado mostrándose en la lejanía. Una pequeña  mancha negra se convierte en nuestra brújula. 



Ya en las postrimerías del día, setenta kilómetros después, llegamos a la Isla Incahuasi. Estamos en un paraíso para los cactus y también para los turistas que llegan a mansalva en sus todoterrenos. Aquí conseguimos agua y techo. Pero algo pasa, nuestras piernas están extenuadas, doloridas, maldita vibración poliédrica.  



El salar me roba toda la energía, el simple hecho de estar aquí me deja baldado. Hay algo en este lugar que no me deja sentirme bien, me roba las fuerzas, me siento incómodo. No lo entiendo. El caso es que tras dos días de travesía lo abandonamos. Una mirada hacia atrás me muestra como los rayos del sol crean  un espejo gaseoso sobre la blanca superficie. Una imagen mas cerca de las fantasía, que de la realidad. Me voy de aquiiiiiii.



En un par de días mas nos presentamos en San Juan y tomamos medio día de descanso. La  escuela nos acoge y aprovechamos para hacer las últimas compras. Uyuni quedó atrás, pero ahora viene lo realmente duro.

Venga majo, menos hablar y mas hacer.


La historia se repite. Recorreremos la parte sur oeste de Bolivia, es la denominada ruta de las lagunas, el Sur Lipez, una zona remota, unos 350 kilómetros sobre pistas en malísimo estado, sin posibilidad alguna de abastecernos de comida, en la noche las temperaturas serán inferiores a los -15ºC, estaremos por encima de los 4000 metros a diario y alcanzaremos los 4900 metros en alguno de sus pasos, habrán ocasiones donde deberemos de cargar agua para mas de dos días. Con estos condicionantes necesitamos portar víveres para al menos ocho días. Así que con las bicis limpias, engrasadas y las ruedas un poco deshinchadas, como mandan los cánones, partimos hacia lo desconocido.


Con el chisporrotear de las ruedas quebrando una fina capa de sal abandonamos San Juan. Una extensa planicie se extiende hacia un lejano horizonte de montes y volcanes esparcidos al antojo de un lanzador de dados. Se elevan dócilmente en acuerdo con las nieves que espolvorean las cimas de los mas altos. Algunos con el cráter quebrado por el paso del tiempo y la erosión del viento muestran entre sus muros, que antes contuvieron fuego, esponjosas piedras en una amalgama de tonos cobrizos. 



Último punto de agua en al menos dos días!!!!!! Tomamos agua de los contenedores metálicos de un cuartel. El sargento nos advierte, “esta agua no es bueno, pero si lo dejáis reposar y lo ponéis al sol quizás no os haga daño”. Diez litros cada uno, diez pastillas potabilizadoras y mas carga para la burra. En las alforjas delanteras coloco las botellas de dos litros simulando los torpedos de un submarino. Este peso extra  (intento evitar que la rueda trasera sufra aun mas por el peso y reviente radios) va a convertir a Abisinia en una bestia indomable. El manillar girará bruscamente a cada encuentro con una piedra y su rueda se clavara aun mas en el terreno. La inexperiencia es un grado.


Los diez kilómetros de ascenso al alto nos van a llevar una tarde y media mañana, el 90% del tiempo empujando la bicicleta. En el empeño adopto el escorzo del matador de toros en el justo momento de entrar a matar. Agarro la bici por los cuernos y empujo, el camino se torna angosto y trepamos con dificultad resbalando continuamente entre piedras sueltas. Avanzamos en silencio. 



Los pies a tierra, los pulmones tratan de recuperar su ritmo habitual. Antes de que el atardecer nos traiga el frio buscamos un cortavientos y aprovechamos muretes de piedras levantados por vete tu a saber quien. Tras este desproporcionado esfuerzo un té caliente, cenamos y al saco. 

    Haciendo pesas.                                                                                                                      Foto Joseba

Noche difícil, las voces del viento se introducen como sollozos entre los huecos del muro e intento dormir mecido por un continuo bamboleo de la carpa.

El día comienza de manera extraña y no sé porqué. Voy llegando siempre rezagado. Ya en laguna Hedionda confirmo que no me encuentro bien. Las zapatillas (que no lavé bien) partidas literalmente por la sal, se unen al malestar. Acá portamos agua de nuevo para otros dos días mas, un extra peso que hace partir un radio de la rueda trasera, seguimos adelante y justo en la parada de la comida…..como diría el Yosi “malas noticias”. La braga que cubría mi cuello en los viajes desde hace mas de 22 años, regalo del Germánico, estaba colgada del manillar y se ha volado. No pasa nada, el paisaje es muy lindo y seguimos progresando entre coloridas lagunas.



Atrapados en un mar de arena y envueltos en cansancio retrocedemos para acampar entre un montón de piedras colosales. Montamos la carpa con avidez, el sol se esconde y llega el frio, enciendo el infernillo, algo caliente por favor,  y dos minutos más tarde….chof, se jodió también. Aterido, me acerco a la tienda de los vecinos que me calientan una sopa, con el agua sobrante un té y adentro. Cuando cierro la carpa la cremallera no responde, se ha roto y la puerta queda abierta. Así son los días, no va a ser todo malo.


Hoy la mañana aparece tras un horizonte mellado, las primeras luces se reflejan en la laguna  desperezando a los flamencos que aún permanecen agazapados formando un anaranjado islote de plumas. Hoy hace cuatro días que me tragó este lindo “mundo”. Después de otro difícil arranque mañanero coronamos el primer paso del día, por delante seis kilómetros de bajada que espero me animen un poco. Todo lo contrario, son seis kilómetros de empujar, de dibujar  pedaladas en el vacío, de subir a la bici una y otra vez intentando hacerla rodar. Imposible, las ruedas se hunden en la arena y  zozobran en el intento aumentando mi castigo. 




En un determinado momento me siento superado por la naturaleza, me siento minúsculo y frágil ante todo lo que me rodea. Miro lentamente mi entorno y observo la cruda belleza del lugar. Creo que no podre salir de aquí por mis medios. Estoy  superado.  Razono conmigo mismo, me paro y hablamos. “Jorge, a pesar del dolor de espalda y la impotencia que te invade debes seguir adelante”. Calma, tranquilidad y una lentitud extrema en cada uno de mis movimientos es la táctica a seguir. 

Comienza una zona empedrada que se alterna con una corrugada ruta, mi espalda chilla. Esfuerzo, mas esfuerzo. Cada pedalada que doy me debilita, al mismo tiempo me fortalece, estoy avanzando. Me invade el recuerdo de los míos, de los que están y de los que faltan, de los mayores y de los que acaban de llegar. Mis labios comienzan a tiritar, los muerdo tratando de contener las lágrimas. Pasan mas de dos horas sumido en este trámite, en esta continua e intensa conversación cuerpo-mente.

“Lo esencial para la dicha es la completa dignidad del sentimiento, incluso en el dolor”.
                                                                                                              Auguste Compte

La ruta me engulle


Levanto la mirada y observo un dinosaurio metálico. Una excavadora en mitad de la nada anuncia un trabajo de mantenimiento en la pista. Me acerco, hablo con el conductor y terminamos abrazados. Acaba de alisar 20km de pista que me harán la vida mas fácil, que me harán vivir mas tranquilo. Estoy salvado.

Antes y despues.


La cama modelo “sarcófago” en la que dormí dos noches en Llica, el continuo balanceo sobre terrenos de calamina y el repetido empuje de la bicicleta me dejan la espalda para tirarla. Tengo la sensación de llevar colgado un ratón mordiendo uno de los músculos de mi espalda, cargo con un doloroso nudo que al menos me deja dormir.

“Las llanuras eran mares de arena y ripio recién peinados. El sol levantaba sobre ellas una bruma que difuminaba la figura del horizonte. Las lomas caían tan suaves como el vuelo de una falda sobre lagunas y salares.  Navegaba un paisaje modelado por el viento y el silencio”.
                                                                              
                                                                                                            Del diario de Van Birloq




Avanzamos hacia el árbol de piedra y de allí, animados por la mejoría de la ruta, hasta la entrada al parque. Trámites y pagos, y mientras tanto me gano la confianza de uno de los guardas. Aurelio, a pesar de la oposición de sus compañeros nos deja un techo, una habitación en el barracón. Hoy tendremos electricidad, escucharemos música y no soportaremos la helada noche sobre nuestras carpas. 


Con legañas y prisas partimos bien temprano a la mañana, viene el jefe de Aurelio y él se la está jugando. La calle esta helada y pertrechados con toda la ropa de abrigo cruzamos frente a la laguna Colorada. Los flamencos nos miran desperezándose, “donde va estos tan pronto?” se preguntan. Y es que el Aurelio va por el lado más bestia de la vida. Gracias compañero.


La pista ondulada, como un tejado de uralita, por el paso de los carros nos hace enfrentarnos a kilómetros de balanceo. Mecidos por este oleaje de tierra y arena avanzamos buscando siempre  la mejor opción, mejor decir, la mejor escapatoria. Rodamos entre praderas de arena donde podemos elegir entre mas de cinco trazadas diferentes. Cada trazada, del ancho de un neumático, son dos ruedas, esto suma diez posibilidades de camino, una autentica telaraña de rodadas. 



Joseba es nuestro rastreador, de repente frena, se yergue, eleva la mirada, empuja la bici dos metros mas allá y de nuevo encuentra la mejor de las trazadas, tiene el don de encontrar la menos mala. Esta continua atención en el sendero te agota y no te deja admirar el paisaje. Cualquier excusa es buena para parar, levantar el rostro y llenarte de espacio, de horizonte.

                                                                                                                                                                                                      Foto Corinne
 
Estos últimos días estamos acompañados en la ruta por los jeep de los gringo-turistas. El lugar es de gran encanto y son muchos los que no quieren perdérselo. Para ellos, cuando nos observan tras los cristales, somos casi como habitantes del Olimpo y si ya nos ven en plena faena esforzándonos en cruzar una zona arenosa o ascendiendo algún monte paran, bajan las ventanillas y aplauden desde el interior al son de un griterío coral similar al  uauuhhhhhhh, yaeahhhhhhh.



Una vez remontados mas de 800 metros de desnivel por estos caminos, elegimos agarrar el camino menos bueno y empujamos entre ripio durante un kilometro, a 4900 metros de altitud, nuestro tanque de ochenta kilos. Recuperamos la pista principal y el viento se alía con nosotros, acabamos subiendo el alto con plato grande y una velocidad de esprínter. Bajadón kilométrico donde me la juego entre las dunas que se forman en la carretera. La bici coletea sobre la arena como en la entrada a la curva Bugatti. No siempre soy capaz de controlarla y la combinación velocidad arena me llevan un par de veces a slir despedido por encima del manillar haciendo piruetas en el aire. La cuneta de arena me recibe. 


Nuestros huesos acaban en la laguna Chaviri, ha sido un día épico, mas de siete horas casi sin descanso tienen como recompensa un bañito taciturno en la mejor de las termas que hemos encontrado en el camino. Además Filemón nos regala una noche a cubierto entre las mesas de su restaurante para turistas, eso si mañana a las 5 a.m. despiertos. Hay que recoger para que cuando lleguen tengan las mesas libres. Ese día salimos bautizados como el equipo “Los Tenazas”, solo con una tenacidad de acero se es capaz de superar días como estos en los que estas subido en la bici desde el amanecer hasta el fin del día. No os perdáis la otra parte de los Tenazas, dos grandes relatos. El primero link  , y el segundo  link .

Jardin de Dali, al fondo.

Mi capacidad descriptiva en un espacio como este es limitada, se hace  mas pequeña de lo que ya era. Lo mismo le pasa a la cámara de fotos, ante tanta inmensidad su objetivo no tiene la capacidad de abarcar este panorama. No soy capaz de mostrar en ambos casos la verdadera dimensión del lugar.



En el programa de una agencia de viajes para hoy diría algo así como….. “Comenzaremos el día con un baño en las termas Chaviri desde donde podremos observar el amanecer rodeados de flamencos, después del desayuno visitaremos el jardín de Dalí, majestuosa formación calcárea ……desde donde se puede observar la majestuosidad del volcán Licamcabur y terminaremos la jornada cruzando las lagunas Verde y Blanca.”

Nosotros un día mas acompañados de un viento de cara y una pista arenosa disfrutaremos lo que podamos de todos esos paisajes tan lindos. 

Licancabur


Llegamos a la puerta del parque, encontramos cama en el refugio y me olvido de la ascensión al volcán Licamcabur, no es que no quiera, es que no puedo. No encuentro energía para levantarme a las tres de la madrugada y comenzar la ascensión en la fría noche, nooooooooooooo. Solo quiero salir de aquí, doce kilómetros me separan del asfalto y de la bajada.



Abisinia  parece tan fatigada como yo y traza garabatos sobre el suelo incapaz de dibujar una línea recta con sus ruedas. Además se va haciendo mayor y  ha perdido su primer diente del plato mediano. Incesantemente me pregunta por el ratoncito Pérez. 

                                                                                                                                                                                                Foto Corinne
 
Rodeados de la majestuosidad de los Andes, con volcanes a oriente y occidente, avanza el crepúsculo. El cielo violáceo torna a negro apagando las sombras, acunado por un perenne cansancio duermo. Mientras, tras la loma se levanta mas femenina que nunca la luna llena. 


 
Quizás la quinua tenga alguna sustancia narcótica en su composición. No encuentro otra explicación a la tormenta de alegría que nos invade en los desayunos. Te levantas cansado, demasiado pronto, con mucho frio, y aun así este continúa siendo un momento teñido de humor. Un humor que por momentos es dañino. Las risas a mas de 4000 metros hacen que te falte el oxigeno provocando agudos y dolorosos pinchazos en los pulmones. Pero que le vas a hacer si uno no puede parar. Buen rollito Carrete.


 Tanto en casa como en el barrio los motes siempre fueron algo habitual. A mi personalmente me gustan mucho siempre que se pongan desde el respeto. El mote además de nominar es descriptivo. Bueno, pues eso, que si lo de tener nombre la bici nunca fue algo que me convenciera mucho, Abisinia ahora ya tiene mote y eso me mola mas. La llamo “La Quitapenas” y a mi por el conjuntito que luzco últimamente me podían llamar el “Airgamboy”, pero eso es otra historia.


 Que también me gustaría hacer un homenaje, una vez mas, a ese ensamblaje de hierros y alambres llamado bicicleta, que me admiro de ver la carga que transporta y como responde fielmente día a día  a nuestras exigencias.

Relincho de alegria, he visto el asfalto.


El abandono de la altitud y una bajada de 42km consecutivos hacen que mis pedaladas suenan por bulerías llegando al oasis de San Pedro de Atacama. Hacía casi un mes que no rodaba por asfalto. Aparece el calor y el color de las primeras mariposas a medida que pierdo altitud. Han sido días de extrema dureza y de extrema belleza. Lo volvería a hacer.


Con la llegada a Chile llego al mundo moderno, al mundo globalizado donde todos somos iguales en aspecto y costumbres, donde comprendes que vivimos en un mundo en el que se han perdido las costumbres, las raíces. Aprovecho para despedirme y agradecer al pueblo andino con el que he compartido mas de cinco meses. A ese pueblo que vive en armonía con la tierra, a ese pueblo que desde su aparente lentitud tanto me ha enseñado, entre otras cosas, el valor de la hospitalidad. Un millón de gracias, y mil veces agradecido.


Acuñando una frase de los Hemanos Marx que mas tarde utilizarían los Leño seguimos adelante. Así que MAS MADERA!!!!!!!, el cruce a Argentina podría ser mas sencillo, por asfalto y llegando a una acogedora ciudad colonial como Salta, pero no. Eso no es remoto, hay mas tráfico, las vistas no son tan espectaculares ………cualquier excusa es buena para decidirnos a cruzar por otra pista, de nuevo mas de 300 km sin asfaltar, viviremos por encima de los 4000m y aprovecharé para empalmar con otra quebrada que me elevara al Abra Acay, el paso mas alto de Sudamérica con  4965 metros de altitud. El sentir “pégame chula, me gusta tu rollo” sigue alojado en mi sangre. Ahhhhhh olvidaba y el cruce del Trópico de Capricornio.

El camino hacia el sur continua por senderos remotos.



Desde el mar muerto de mi cielo, entre la gran llanura de Sodoma y Gomorra, allí donde la curiosidad te convierte en estatua de sal. Un nutritivo abrazo mis masi. 



"Absurdos eramos, locos seguimos". De este modo define mi compañero "el Arthur" la actitud del rodamundos una vez terminado este mismo recorrido. Que bueno primo.

domingo, 7 de octubre de 2012

Con el pulso de la tierra




Bolivia, Chile I (La Paz, Sajama, PN Lauca,  PN Vicuñas, Salar Coipasa, Llica) 510 km,  4940 m+

Ya está la tierra en torno
de mi dándome vueltas.
Como el metal al son de la campana.

                                                                                        Pablo Neruda. Pacaypallá


Definitivo, todos, incluso los nómadas, necesitamos un techo, y cuando lo encontramos hacemos de él nuestro hogar. Al despertar renuncio a mi decisión de partir, me quedo un día mas. La Paz impone su ley, la buena comida, la buena bebida, y la fraternidad ciclista me retienen.

Finalmente, siete somos los ciclistas que partimos después de haber anunciado nuestra salida en varias ocasiones retrasándola día tras día. Abandono La Paz con 19.000 kilómetros, 200.000 metros de desnivel positivos y con la inesperada compañía de la pareja vasco suiza compuesta por Corinne y Joseba, mis nuevos compañeros de viaje. Atrás queda Arturo, “el Arthur”, que ha decidido abandonar momentáneamente la bici y hacer una visita a la selva. Han sido tres meses de compartir ruta y todo lo que eso conlleva. Mucha suerte compañero.



Después de padecer el tráfico de la primera jornada nos encontramos en un escenario que por su variedad y belleza no deja de sorprendernos. En momentos pasamos de las chimeneas de tierra estilo Capadocia, a las formaciones pétreas estilo Monument Valley. La cabeza gira de cuneta a cuneta observando una gran variedad de paisajes.



La carretera se calma, desaparece el continuo subibaja y tomando un respiro llegamos de nuevo a un altiplano que nos muestra lejanos e intocables horizontes. Bien cerca, emergiendo de la llanura, se muestra la montaña mas alta de Bolivia tocada por su glaciar, el volcán Sajama. Tras él, descolocados al azar, los volcanes chilenos humean fijando nuestro rumbo, orientando nuestras pedaladas.



Las noches se suceden y encontramos refugio pasando de la casa del arzobispo, a los barracones del cuartel militar con el corneta Montoya, y de allí al centro de vacunación. Con la obscuridad llega un frio penetrante y debemos aprovechar de un techo mientras lo haya. Hemos tomado la decisión de cruzar unos días a Chile y allí no encontraremos mas techo que el granado cielo del atardecer.



Con un tobillo embotado por un esguince recién hecho, y sin saber donde, cruzamos la frontera. Una vez mas la línea divisoria hace perder la alegría en el rostro de los lugareños vistiendo su rostro con la caricatura de un billete de mil pesos. Después de la obligada inspección chilena, nos requisan un ajo (quizás tenían miedo de que nos repitiera en la cena), y comienza la arenosa pista por la que va a trascurrir una  travesía de cinco días por parajes remotos.



Rodaremos entre diferentes parques, atrás dejamos el de Sajama y ahora vendrán el de Lauca, el de las Vicuñas y el de Isluga. Estaremos continuamente por encima de los 4000 metros de altitud y las temperaturas al anochecer alcanzaran los -15ºC. No habrá donde abastecerse de comida, deberemos de estar atentos para orientarnos entre polvorientas pistas que se entrelazan formando jeroglíficos descifrables. A nuestro paso encontraremos varios pueblos abandonados y los que no lo estén serán pueblos fantasma. La población partió hace tiempo de estos lares y los que quedan es como si no estuvieran.



Una vez mas me adentro en el meollo de la Cordillera Andina y esto tiene su precio. Las bañeras de arena sobre la pista convierten a Abisinia en una bestia indomable. Las pedaladas pierden sincronía con la rueda trasera que patina espasmódicamente desviando la trayectoria hacia los matorrales, el manillar golpea de lado a lado con giros nerviosos buscando mantener la dirección correcta obteniendo como resulta un trazado que semeja al de un bailaor borracho.



Con los neumáticos tapados por la arena y el pulso acelerado pongo pie a tierra. Encorvado, extiendo los brazos apoyando todo el peso de mi cuerpo sobre el manillar, fijo una mirada resignada al suelo, y empujo la bici. Me siento como las bestias que trabajan la tierra arrastrando el arado.



La tarde se acerca y aun así no perdemos la moral, continuamos nuestro laborioso trabajo antes de poner fin a la jornada. Y lo hacemos como marqueses. A un ladito del camino encontramos una poza de aguas termales, esta poza esta acompañada de una mini cabaña, y en su interior…….. una terma. Ahora si, pasamos de marqueses a emperadores romanos.



El frio del atardecer pasa a un segundo plano, y aprovechamos las últimas luces sumergidos en aguas sulfatadas. Ya en el interior de la cabaña y tras una merecida cena, bañito en nuestra alberca particular para entrar en el saco de dormir caliente, limpio y  relajado. Hasta mañana.


Esta zona al ser fronteriza también lo es de estraperlo. Todos los autos y mercancías robadas en Chile son trasportadas campo a través para introducirlas en Bolivia. Tres tipos en bicicleta debieron parecerles sospechosos a los patrulleros de fronteras y en mitad de la noche interrumpen de forma agresiva nuestro sueño termal. Al grito de POLICEMAN !!!! (léase como esta escrito) empujan la puerta. Al ver que somos gringos y que estamos dormidos reculan y parten con la sirena encendida como señal de poderío. Les jodimos el baño nocturno a los polis fronterizos.



Las primeras luces se cuelan entre la tabla rota que cubre la ventana acariciándonos. Dulce despertar. Un buen y doble desayuno compuesto por porridge de quinua y avena, cafelito con panes untados en mantequilla y mermelada de higo. Como postre bañito de despedida. Así da gusto comenzar a rodar.



Al paso de nuestros “panzers”, (llevamos peso extra, además de la comida hemos encontrado agua dulce y debemos de cargar para dos días) las ruedas quiebran el hielo que aun cubre los riachuelos que cruzan nuestro camino. La pista  mejora dejándonos disfrutar del paisaje. El camino transcurre acompañado continuamente de volcanes el Isluga, Guallatire, Enquelga, Parinacota, Pomerape y otros mas alegran nuestro horizonte calmo y suave.



Las expectativas de encontrar provisiones en Guallatire se desvanecen rápidamente al entrar en el pueblo. Esta habitado por un reten de dos policías. No tengo gasolina ni alimentos suficientes para los tres días que me faltan por llegar al siguiente pueblo. Dos opciones; la primera es ir deprisa para tardar un día menos, la segunda, comerme la comida de mis compis. Ya veremos, quizás en la noche pueda robarles algunos panecillos.



Todas estas hipótesis se desvanecerán a la mañana siguiente. Ahora tenemos por delante otra batalla. Son las once y el viento acude como todas las mañanas con puntualidad Británica. El lápiz dibuja un giro sobre un folio, que lleno de anotaciones, nos hace las funciones de  mapa. Esto supone enfrentarnos a él cara a cara, sentir sobre nuestros rostros su mordaz empuje. No encuentro la combinación de ropa para hacerle frente, en ocasiones demasiado calor, en otras cuchillos de hielo se clavan en mi pecho. A mas de cuatro mil metros su fuerza y la baja temperatura hacen difícil la rodada.



Rendidos, abandonamos nuestros propósitos de llegar a una cercana mina buscando amparo. Encontramos una pequeña cabaña que otrora diera cobijo a algún pastor y allí nos quedamos. Levanta del suelo escasamente un metro y sus muros de piedra parcheados con barro evitan el paso del viento. En su interior algunos enseres básicos y también los restos de una vicuña seca. Aquí dentro podremos cocinar y en el exterior sus tabiques protegerán nuestras tiendas de campaña.



Los grandes espacios dan lugar a noches de acampada, noches donde el peso del frio cubre la tienda con finas capas de escarcha. Cautivado por un amoratado horizonte acuarela, las últimas luces se desvanecen, las sombras se alargan y se esconde el viento. Todos los días lo mismo, parece tener miedo a la oscuridad.



Sobre la noche verde,
las saetas dejan rastros de lirio
caliente. La quilla de la luna
rompe las nubes moradas
y las aljabas
se llenan de rocío.

                                                                         Federico García Lorca. Poema del cante jondo.

Son las seis de la tarde y doce horas me esperan por delante metido en mi saco de dormir. Para un tipo que no duerme mas de seis puede hacerse largo. Siempre cercano a mi el frontal de luz, el MP3, el reloj, un libro y unas hojas sueltas donde poder tomar notas. La temperatura esta noche, en el interior de la tienda llega a -7ºC. A media noche, aburrido de sueño, agarro el libro, las notas las tomo con un lapicero, así evito que se congele la tinta, y espero que tras la loma el sol regrese con la fuerza de siete dragones.



La mañana se inaugura con sorpresa, comenzamos a rodar entre manadas de vicuñas, estamos cruzando el parque al que dan nombre, y tras un primer repecho de unos doce kilómetros estamos en lo alto de una colina. Desde allí podemos observar el Salar de Surire. Los montes crean una caldera de dimensiones extraordinarias y en su fondo la sal se acumula creando un blanco océano.


Allá encontramos unos mineros los cuales nos abastecen de agua, panes y margarina. Ya no tendré que ejercer el canibalismo con mis compañeros para poder sobrevivir.

La jornada es benévola con nosotros, viento de espalda, buena pista y pocos kilómetros. En el camino podemos observar el aletear de los flamencos. Y como esta vida nos quiere, bien pronto encontramos la colorida terma de Polloquere. El paisaje que le rodea perfectamente lo podrías observar en Yellowstone. Que he hecho yo para merecer esto??



Un muro de adobe protege unas mesas de madera y a partir de ahora también a nuestras tiendas. Sesión de fotos al paraje y al agua patos!!. Las mineralizadas y calientes aguas no te permiten estar mas de quince minutos en su interior. Lo disfrutamos como niños.



Ya son días rodando sobre el reino de Lucifer. Desde las profundidades de la tierra se produce el calentamiento de un agua teñido por el aroma de azufre, mas tarde,  en la terma este se difuminara en jirones de vapor al contacto con la atmosfera. Los volcanes no cesan en su actividad, emitiendo fumarolas que adornan como guirnaldas el cielo.



Camino sobre un planeta caliente, extenso, salvaje, así me siento yo también. Y gira la tierra, inmutable, a su ritmo habitual, haciendo desaparecer el sol tras el horizonte. Metido en mi saco esperando un abrazo de sueño, siento su energía, siento su pulso.


Un acerado frio me apabulla en la tienda. El saco de dormir después de la lavada se recuperó, pero no lo suficiente para soportar las bajísimas temperaturas que marca el termómetro. Esta es una noche de crudo insomnio donde las horas se prolongaran indefinidamente.

Me levanto con el primer bostezo de la mañana. El sol asoma tras el monte pero la gasa de vapor que envuelve la terma no lo deja golpear con fuerza. La poza me ofrece el calor robado por la áspera noche, y tras un momento de duda mi cuerpo desnudo se sumerge en el agua.




Normalmente nos levantamos a eso de las seis de la mañana. Después de dudar mucho hay siempre una valiente que se atreve a dar el primer paso y enfrentarse a la fría mañana. Los desayunos al aire libre (unos diez grados de temperatura) y la posterior recogida de enseres se extienden durante horas. Existe una complicidad que hace de este un momento especial del día, en el que cualquier comentario o acción tienen la capacidad de ser envueltos en carcajadas.




Hoy la tarea de preparar el desayuno se hace difícil, las botellas que contienen el agua están congeladas. He de sumergirlas en el agua termal para luego poder hervirla en el hornillo.

Para salir de esta caldera no nos queda mas remedio que ascender una de sus lomas. Una vez vencida, la pista se torna fea, dunas de tierra atrapan nuestras ruedas y en una de esas Corinne cae al suelo. La ayudamos a levantar y reímos, esta mañana en el desayuno también se cayó de la mesa. En ocasiones para poder sonreír es mejor vivir en la ignorancia, veinte minutos después nos enteramos que donde ella había caído es una zona que aun permanece minada y que no es nada recomendable salirse del camino.



Con un tenaz y voluntarioso ánimo continuamos por un terreno casi intransitable. La pista se asemeja a un techo de uralita, un continuo oleaje de tierra nos mantiene horas rodando sobre un vibrador. Nuestras cabezas balancean y las espaldas sufren deseando el final de la jornada con el anhelo de encontrar un suelo donde extenderse.



Joseba y Corinne, cada uno en su rincón del mundo, tuvieron  encuentros casuales con viajeros de bicicleta. A Joseba encontrarse con Salva en Irán le hizo entender otro significado de la palabra viajar. Mientras tanto Corinne tomaba en Pekín un café con Bea, aun no sabía  que ese café iba a cambiar tanto la vida. Las aventuras de esta francesa que con su bici recorría mundo en solitario, despertaron en su interior una fuerza indomable.


Finalmente ambos partieron de diferentes puntos con un mismo rumbo, el este. Sus bicis quisieron encontrarse en Teherán, de aquello hace mas de tres años, y ahora están terminando su vuelta al mundo en bici acompañados de un bicibirloco (mentira, una vuelta al mundo en bici es interminable). Viajando, viviendo en pareja.   No os perdais su entrada.          




Regresamos a Bolivia tras la breve incursión chilena y de nuevo hemos de tomar decisiones; cómo y por dónde ir? Cruzar el salar de Coipasa por  el medio nos llama la atención, sabemos que puede estar húmedo pero hay algo que nos atrae. Preguntamos a los militares esperando firmeza en sus indicaciones y con ellas partimos. “Siempre a la derecha, cuando lleguéis a los cruces siempre a la derecha”, de este modo aparecemos en medio del salar con el agua cubriendo nuestros pedales.

“Frente a mi, peinado por el viento, un amplio desierto salino. Los rayos del sol rebotan con fuerza creando un juego de luces y sombras. Abisinia, sutil, se desliza sobre la pulida capa de sal en tanto mi corazón es invadido por un sentimiento extremo de libertad. Cae la tarde entre un intenso olor a soledad.”
                                                                           Texto extraído del diario de Van Birloq.



Los salineros de forma totalmente artesanal trabajan en la dura tarea de la extracción de sal. Tomás masca coca impulsivamente buscando fuerzas para terminar la labor. Con el moflete inflamado por la bola y el tinte verde de la hoja en su desacomodada dentadura recibimos sus indicaciones, las cuales nos hacen recular. En el salar, al anochecer, las condiciones son muy duras, extremadamente duras y quedar atrapados en el agua puede ser terrible.



Retrocedemos siete kilómetros hasta llegar a otro campamento del ejército. Este barracón esta ubicado en el borde de una isla, la sal lo rodea. La pequeña nave fue una procesadora salina y ahora su sala diáfana da cabida a mas de veinte militares que esparcen sus jergones y pertenencias por el suelo. El subteniente Rodríguez nos preparara tres remeadas colchonetas cubiertas por gruesas mantas, cenamos el rancho junto con los demás soldados y allí dormimos todos. Nos han salvado de pasar otra noche jodida.

Al amanecer Rodríguez y sus chicos nos guían, parece difícil encontrar el camino correcto para salir del salar. Ciclar sobre una superficie blanca y lisa es como montar en bici sobre la nieve pero sin hundirte. Pedalear sobre un salar es una sensación única.




Sucede también que en general el rodamundos además de disfrutar del hogar cuando lo encuentra y desear abandonarlo cuando la inquietud lo invade, es una persona básica. Sus necesidades  diarias son tan simples como tener agua y comida, su bici a punto y una linda senda por delante. Poder disfrutar de un buen café en el desayuno, una rica lata de carne molida si es posible con tomate en el picnic, y un generoso plato de pasta con sofrito de ajo en la noche, es suficiente para mantenerle alegre. Si además hay algún panecillo con mantequilla y un café extra, ese día es fiesta. El resto nos lo da el camino.



Convertido en un experto rodador sobre terrenos arenosos llego a Llica, puerta al salar de Uyuni, y plaza para un merecido descanso. Tarea de lavado. Primero yo que después de ocho días sin ducha lo necesito, luego la ropa que ni te cuento, y para terminar de limpiezas he de arrancar la sal que permanece incrustada sobre Abisinia. Los baños de agua con sal podrían ser fatídicos si no le dedicamos la suficiente atención. Una vez mas  me sorprende la resistencia de estas máquinas.




Estos días han sido de los mas lindos de todo lo hasta ahora  recorrido y también de los diferentes lugares visitados en mis anteriores viajes. La gran variedad de sus paisajes, la amplitud de estos grandes espacios y la soledad que los acompaña lo hacen majestuoso. Sin embargo también he de decir que ha sido duro. Rodar muchos días de forma continuada por encima de cuatro mil metros, el frio, el estado de la pista, y el estar alerta continuamente para orientarte al no haber señales y  mil cruces de caminos nos han desgastado.



Y tomamos fuerzas para lo que nos espera. Por delante el salar de Uyuni y la ruta de las lagunas que nos conducirán de nuevo a Chile. Si esta ruta ha sido dura la que se avecina parece serlo mas. Un paso a casi cinco mil y el ascenso a un volcán de casi seis mil metros parecen esperarnos. La dureza una vez mas va asociada a la belleza. Avanzo, un trayecto “solo para masoquistas”.




Desde mi cielo donde las voces del viento y el rumor del rio, por constantes, se consideran silencio. Un aderezado abrazo mis yuntas.


Pronto estos atardeceres seran nuevamente tuyos. Ánimo Nando.

No me voy sin enviar un fuerte y especial achuchón al GAMBA del Nando, www.gambada.com . Parece estar enfermo del pulmón, pero con un corazón tan grande todo es posible de superar. Lo dicho a recuperarse que aún quedan muchas pedaladas por delante.



Acaso te crees el Capitán América??                                                                      Foto Corinne

Ah!!!! Este mundo se moderniza y yo llego tarde pero he llegaó. Una vez descubierto el Facebook me encontrareis en bici.birloque, alguna foto inédita y algún avance podréis husmear por allí. Y si queréis………. nos hacemos amiguitos.