ENCONTRANDO EL SUR II

Metraje: 480 días aprox. Nac: Mundana, Genero: Realiti de aventuras, Catalogada: No recomendada a familiares cercanos.

Si hay algo que une a todos los seres humanos es el deseo de ser felices. Esta voluntad es el motor que activa y determina muchos de los pasos que van a dar Abisinia y Van Birloq en este largo viaje.

La falta de esperanza comienza a recortar sus sueños. Aburridos de esperar y de seguir esperando, de que nada cambie y de que nada venga, deciden perder el miedo a la vida y comenzar a trazar el boceto de su destino. Juntos parten en un viaje que les lleva a recorrer el continente americano restándole importancia al que y dándosela al como.

Este documental reúne la sabiduría y experiencias personales de esta ecléctica pareja en torno a un tema tan universal como es la búsqueda de la felicidad.

El sol de Rio Negro, edición de la mañana.

miércoles, 12 de junio de 2013

Brotes de primavera




España (Vilaverd, Lleida, Tudela, Estella, Vitoria, Riaza, Madrid) 923 km, 9210 m+      


  Donde nos llevó la imaginación,
donde con los ojos cerrados
se divisan infinitos campos.


 Donde se creó la primera luz
junto a la semilla de cielo azul
volveré a ese lugar donde nací.
                                                                          
                                                                                 Antonio Vega. El sitio de mi recreo


Noemí despertó una fría mañana envuelta entre sábanas de franela. Aún enredada entre legañas sintió como una ola de fuego se le colaba entre las fisuras de su alma y barría todo su interior. Ahora lo sabía; debía partir.
Rendida y con el temor de quien se enfrenta a lo desconocido, organizó su huida. Preparó una mochila metiendo en ella mitad de ilusión y mitad de miedo. Salió de casa, se alejo de su mundo, ese que por repetido se le quedó pequeño, y se encaminó hacia Latinoamérica para descubrirse en nuevos mundos, entre otras vidas.
Ya brota la primavera y con ella la ilusión de continuar camino.
Me subo de nuevo sobre la bici tras más de un mes sin viajar en ella. Atrás quedan los días de reposo y los calçots en la casa de campo de mis amigos “los Soris”. Son Carmen, Nil, y el Sori, a los que me rencuentro después de hace casi siete años. Que bueno volver a vernos.



Son las ocho de la mañana cuando oigo el motor de la furgoneta que viene a recogerme. En ella cargaré la bici y mis cosas para dirigirme a Vilaverd. Al volante Noemí, la profesora de la clase de 5º y 6º, de los “non smokers”, de la Escuela de Montgoi.
Un día tuvo la idea de impartir las clases de castellano a través de la lectura de este blog. Desde hace meses lo proyectan en el aula y lo leen a la par que entran en un viaje que les hace recorrer el mundo, descubrir costumbres y pueblos diferentes, y les despierta la inquietud por conocer, por viajar.

Largos debates se crean después de la lectura y los resultados obtenidos están siendo espectaculares; han mejorado su rendimiento, y ha aumentando su motivación ante los estudios. Se les ha abierto una nueva perspectiva ante el mundo que nos rodea.
Los mayores son Josep, yo, Jaume, Dani y Noemí. Delante; Marina , Laura, Paula, M. Carmen, Ian, Jon, Guillermo, Irene, Malena, Lluna, Ingrid, Josep, Oscar, Eva,  Judit Muñoz, Marius y Judit Fernandez

Con este trabajo y esta excelente pedagogía, Noemí ha conseguido no solo enseñarles lo que se escribe en los libros, está consiguiendo educarles en esa asignatura tan olvidada y desprestigiada por el sistema educativo que se llama vida.
Logaritmo neperiano de……………..?
A todos los alumnos y a Noemí, por haberme ofrecido la oportunidad de aprender con vosotros, y por ser parte de este viaje; MIL GRACIAS.


 “Toda la vida comiéndome el coco, pero ya veis que os sirve de poco,
   no habeís conseguido prepararme, para poder manipularme.
   Ahora que? Ahora qué le vaís a hacer? ”


                                                                                      La Polla Records. Y ahora qué?



Después de una extensa charla en el aula, donde todos los alumnos tenían algo que preguntar y que contar, tomamos las bicis y rodamos juntos hasta el pueblo vecino donde nos comemos unos bocatas. Hoy se convierte en un día muy especial para todos.
 Avecinándose el atardecer, y cubierto de emoción, decido abandonar la escuela.
Ahora me toca enfrentarme de nuevo al camino, costumbre que con el paso del tiempo parece olvidada. Excitante esta vida.



Pero no lo voy a hacer solo. Dani, un amigo de los de siempre (se puede definir simplemente; un hermano), ha querido venir hasta Vilaverd desde donde vamos a rodar juntos hasta Vitoria.
Amenaza lluvia y enfrascados en la tarea diaria de buscar un lugar donde dormir encontramos un porche situado al lado de una zona de barbacoas. Descorchamos un vino, y tras cenar como reyes, al saco. Este será nuestro refugio y esta será su primera noche en el camino.
La primera noche. Un recuerdo casi imposible de olvidar.


El sol amanece desangelado, no tiene fuerza suficiente como para calentar el día, y un airecito insolente corta la piel. Cunetas repletas de olivos perfectamente alineados nos acompañan hasta Lleida.

Aquí nos vamos a encontrar con Cesar, un excelente tipo y amante de la bicicleta que conozco a través de www.warmshowers.org Buena onda, linda ciudad y excelente cena.


Una adolescente Tramontana, en forma de brisa, nos empuja levemente. Entre sembrados de maíz buscamos el camino correcto. Una maraña de pistas de tierra y la ausencia de un mapa nos entretienen la mañana  buscando la salida a este laberinto.



Maribel tiene miedo. Encerrada en su casa de Castelflorite, un pueblo de unos 300 habitantes, y tiene miedo. Llamamos a su puerta, oculta su rostro tras las persianas de una enrejada ventana, titubea, con recelo se asoma, nos pregunta, toma un poco de confianza y termina pidiéndonos perdón por dudar de nosotros, perdón por tener miedo. Finalmente nos invita a pasar a su casa donde esperamos a Pedro, su hijo, el alcalde. En tanto nos ofrece un café caliente y un surtido de galletas. El televisor desde su altar, ubicado en un lugar privilegiado, presidiendo la cocina, omnipresente, habla mas alto que nosotros, alimenta el terror, escupe miedo.
Maribel, a la par que lo atiende, nos cuenta los chismes del pueblo; que han llegado de fuera unos jóvenes afirmando que si desde allí se puede llegar a Marte, o que si el cura, en la misa de antes de ayer, dijo que hay que tener cuidado por los peligros que acechan en esta sociedad que vivimos, y es que en estos tiempos que corren se están perdiendo los valores y cualquier cosa puede pasar. Mas miedo.



Pedro llega a casa tras cumplir con su jornada laboral y con una hospitalidad extrema nos aloja en una sala de la casa consistorial. Otro palacio para el caminero, tenemos radiador y estamos refugiados de lo que va a ser una noche de mucho viento, y mucho frio. Gracias.
Despertó pálida la mañana, el cántico del Cierzo retumba en mi cerebro. Constancia es su virtud y  mi castigo.


Un bocata de anchoas con queso a las finas hierbas fue ayer el menú de mediodía, hoy es un bocata de atún con guindillas, y me reservo para mañana un bote de banderillas picantes que me enchufaré de una. Y es que viajar en España es fácil, muy fácil. La comida es barata y accesible, es un país seguro y terriblemente lindo, y si eliges carreteras secundarias o pistas puedes pasar horas ciclando solo. Eso si, intento mantener mi costumbre de viajar sin mapa, pero por aquí se me hace bastante complicado. Me hago croquis sobre un papel que me llevan a perderme entre tanta carretera.

Dejamos a nuestra izquierda el desierto de los Monegros. En la cuneta un oleaje de trigo verde aun sin espigar es despeinado por un viento que se cuela entre su melena. Los almendros se visten de blancas hojas y una red de amplios canales transporta agua, la de los ríos que bajan del Pirineo, vomitándolo sobre en un embrollo de acequias que transforman el paisaje, convierten esta árida tierra en un vergel.




Solo tuvo que pasar un día, menos de 24 horas, para toparnos con el cura de Tardienta. Hemos encontrado donde dormir pero el Dani, como poseído por el diablo, se empeña en hacer una visita al clero. Sale escaldado. Después de solicitar hospitalidad al párroco, recibe respuesta concreta a su petición; “Los mendigos duermen debajo de los puentes”. Y es que tiene razón la iglesia; se están perdiendo los valores y cualquier cosa puede pasar.





La luz de Abril cubre el cielo, la tarde nos trae una luna emboscada tras un manto de nubes y a Raúl. Tras contactarnos por teléfono, cierra el negocio, agarra el auto y se baja a cenar (gracias por la invitación). Desde hace tiempo, a través de Salva http://unviajedecuento.weebly.com/  sigue este blog, y aprovechando que estoy a tan “solo” 80 kilómetros de su casa se acerca a conocerme. Raúl hace poco descubrió la bicicleta, el culpable fue un corte de tráfico. En la espera pudo observar que los responsables del atasco eran cientos de cicloturistas. El gusanillo le apareció y en tres días parte con su bici, un emisor de radioaficionado y sus 68 primaveras a recorrer Marruecos elpampaenbici.blogspot.com.es Ole y ole. Bravo boludo!!!!


Una faraónica residencia de ancianos es dimensionada muy por encima de las necesidades de este pueblo, incluso de la comarca. Resultado; una vez construida, ante la falta de presupuesto es imposible ponerla en marcha. Consecuencia; los ancianos no tienen lugar y nosotros ocupamos uno de sus porches para refugiarnos de otra dura noche. Nos vamos a dormir, hoy el Cierzo de los Monegros nos dio labor, han sido mas de seis horas para rodar tan solo 55 kilómetros.



Y ateridos por el frio de un prematuro despertar nos encaminamos rumbo a Tudela. Manos heladas, otro café vendría bien pero es demasiado pronto, todo esta cerrado. Avanzamos y un continuo goteo de pueblos se sucede. En todos se repite color y  estructura. Un  campanario elevándose entre un oleaje de tejados ocres, cigüeñas de patas quebradas oteando desde su atalaya y una campanada huérfana que se ocupa de anunciar la media sometiéndonos así al rigor del tiempo.



Para entrar a Tudela solo tuve que rodar mas de cien kilómetros, disfrutar del paisaje que me ofrecían las Bardenas y cruzar el Ebro. El puente de piedra soporta el empuje del rio que baja crecido y en algunas zonas desbordado. Las últimas lluvias y los deshielos le han otorgado una fuerza hercúlea.


Hoy va a ser un día de descanso, estamos alojados en un torreón judío propiedad del primo del Dani. Despertamos con un café y paseamos las calles y los pinchos de la ciudad.
El Dani hoy se ocupara de la intendencia para los próximos días. No puede faltar café y por supuesto tabaco. Tose, luego respira.


Después de sesenta kilómetros el cansancio convierte sus piernas en plomo, otro pajarón. Emula a los de verdad tomando unas especies de insulinas de glucógeno o vete tú a saber qué. Nos venden azúcar metido en tubitos de colores 15 veces mas caro de su coste y nosotros tan contentos. Consume.



Y es que yo lo entiendo, sin haber rodado mucho meterse en estas…., pues es duro. Olé Harry!!. Asi que despacio, con cautela, nos acercamos a Estella, y ella nunca llega. La fatiga da otra dimensión a los kilómetros finales, estos parecen estirarse haciéndose interminables, alejando un poco mas la ciudad de nuestras pedaladas.


Y allí, en medio de la acera, invadiendo el carril contrario con su presencia esta Rober, si, si , siiiiiiiiiiiii. Le conocí en una curva del Perú va a hacer 8 meses, el subía, yo bajaba. En ese mismo lugar se formo una montonera de siete cicloviajeros y después de media hora de conversación y unos cuantos mails compartiendo información y ánimos nació esta amistad.



Y que podemos hacer pues….?? Pues otro día de descanso, tenemos razones para ello. Nos vamos de turisteo al pueblo de al lado y nos encontramos para comer con Joxemi, el de SKAp, pero esta vez en su tierra. Comida bien regada y paseo por el rio.




Rober y Manuel (dale, dale Manuel !!!!!! que arranca tu viaje en breve) nos acompañan para despedirse de nosotros. En principio venían para media hora, pero se les calienta el pico y rodamos medio día juntos.


Todo glamour

Castigados por la lluvia y el viento remontamos el puerto de Azazeta. Una vez coronado, desde lo mas alto observamos como una cortina de rayos de sol se cuelan entre nubes troqueladas pintando de luz la llanada.
Vitoria se muestra desde el alto y me cuelo entre sus calles recibido por el sol y un mundo de recuerdos. Me emociono, os lo juro, rememoro toda la juventud que derroché en esas calles, y todo el amor que compartí en ellas. Es la primera vez desde hace dos años que tengo la sensación de haber vuelto a casa.

Tomo el teléfono y  llamo,
_ Bea, a que vos no sabés donde estoy?  

La Tata, como siempre, excelente anfitriona nos recibe en su casa. Son días de conciertos, de potes en la Kutxi, de rencuentros con  amigos, y de acostarme tarde.



Él no es de los que se graba dibujos de colores en la piel, tampoco le cuelgan aros de las orejas, y desde luego no viste a la última, me atrevería a decir que ni siquiera a la penúltima. Viajero humilde e infatigable, capaz de hechizar con la tranquilidad de sus acompasadas palabras, y amante de la bicicleta. Desde hace quince años anda dándoles vueltas al mundo en bici y ahora está  en parada técnica en su Vitoria natal. Aprovechamos que hablamos el mismo lenguaje vital para compartir parte del día y alguna noche. 



Tengo el privilegio de reanudar la marcha acompañado de él, de Lontxo,  http://munduanbarrena.blogspot.com.es/ Salimos por su barrio, paramos a tomar café y me narra aquellos años de cuando éramos mucho mas jóvenes, de cuando pasabas medio día jugando en la calle con amigos, cuando sus aceras creaban la frontera de tu reino y terminaban por convertirse en una extensión del hogar. En esas mismas calles, rodeado de fábricas y caseríos, envuelto en un clima político difícil, descubría el significado de  palabras que dan forma a una personalidad; rabia, compromiso, amistad.

No sin cierta pereza despegamos, con las tazas vacías abandonamos la terracita y pedaleamos la despedida. Ya en las primeras estribaciones del puerto de Vitoria un abrazo y hasta siempre compañero.


Es hermoso partir sin decir adiós,
serena la mirada, firme la voz.
Si de veras me buscas, me encontrarás,
es muy largo el camino para mirar atrás.
Qué más da, qué más da,
aquí o allá...
                                            
                                                                                                      Serrat. Vagabundear
Abandono Vitoria jodido, con el corazón descompuesto y perdido en los laberintos de mi inconsciencia. Apostando a perder es difícil ganar y he decidido jugar a perdedor. No me preguntes porqué. Es el precio de amar, al menos el que yo he de pagar.
El silencio y la soledad de la carretera me devolverán la paz.



Desde hace mucho tiempo no me enfrento a rampas con esta dureza. Dejo atrás paredones de caliza gris y La Rioja me recibe con un calor sofocante.

Mi llegada al hogar se acerca y paso del nosotros al yo, del plural al singular. Dani se vuelve desde Vitoria, he decido bajar solo hasta Madrid, compartir mis días conmigo y con mi soledad. Quiero que el viaje se apague de a poco, llegar despacio, desacelerándome, saboreando los últimos momentos de esta aventura y conectado con mi interior.




Tampoco me parecía justo que Abisina, fiel compañera, después de 28ooo km rodados llegara a casa en un ataúd de cartón y quedará desmontada y olvidada en un rincón.
Me inmiscuyo entre el rumor del rio, remontándolo se alternan campos de vides y  frutales y siempre una tierra roja, rojiza. Pedaleo encañonado entre majestuosas lajas de dimensiones indescriptibles que coronan los montes. El rio Najerilla se va a encargar de abrirle la puerta a esta carretera partiendo la montaña en dos y dejando un pasillo natural.


La tarde, aun cargada de los despojos de un invierno tardío, hace bajar la temperatura. El arrendajo retorna al nido dibujando alocados garabatos sobre un cielo tapado por nubes redondas. Las últimas luces golpean la fachada de la iglesia de Anguiano y desde lo mas alto de su campanario se escapan una detrás de otra hasta completar nueve.
A estas horas y tras un día duro por el calor y por las fuertes rampas que ralentizan mi marcha y aceleran mi corazón, me voy pensando donde acampar. Esto de viajar solo aumenta los niveles de tranquilidad, hambre, y sueño. Me alejo de la carretera principal buscando un lugar donde montar la carpa, una senda invertebrada se enreda en subidas y bajadas,  y al fondo de ella observo un monte de forma piramidal. La nieve cubre sus paredes y recuerdo su nombre. Paradójicamente esta noche el monte San Lorenzo guardará mis sueños.


Me despierto, bostezo, me estiro y ella, la primavera, se despereza lentamente. Brotan hinchadas las yemas del halla, los campos florecen, las tierras se abren con la mirada del sol y el silencio es desmoronado por el canto de los pájaros. Brota despacito la vida tocada de un velo de color.



Subiendo las lomas de la sierra de la Demanda aparece la nieve posada en las cumbres. La ruta comienza a estrecharse, el piso, parcheado de alquitrán, empeora, a medida que asciendo, el valle se encajona, los abedules conquistan la ribera, la carretera, obligada, se enrisca entre rocas, y ya sin espacio busca la salida, se retuerce semejando un reptil aplastado. Un privilegio rodar estos caminos.
A los pies de la iglesia un enjambre de lugareñas rodea una vieja furgoneta. Desde hace mas de 30 años Antonio recorre las carreteras de este valle suministrando el pan a los pueblos de la comarca de Neila. Le compro una barra y una torta dulce, me da las vueltas y conversación. “Juventud, no quiere esclavitud” es el argumento claro y directo para explicarme la continua despoblación de la región.

Horas mas tarde, cuando ya ha pasado el mediodía, y mas duro es el azote del sol, me cruzo con Esteban subido en su bici. Con mas de ochenta años piensa que yendo en bici llega mas lejos y conoce mas. “La juventud no quiere trabajar, prefieren comer de lo que les dan los padres e irse luego al bar. Si yo supiera cuando me iba a morir me gastaba todo lo que tengo. Pero y si me lo gasto todo, y no me muero y sigo vivo?”.
 Avanzo y la luz del día se me termina, las piernas hace tiempo que están cansadas pero aún responden noblemente. José, ataviado con un mameluco azul, descansa sentado en un guardarail de la N129. Desde allí maneja, ayudado de sus cinco perros, un rebaño de mas de sesenta ovejas. Piensa que mi vida todo el día en la calle, de acá para allá, debe de ser dura, también sabe que la suya lo es aun mas. Todos los días, nieve, llueva, o queme el sol debe salir al campo, no hay festivos porque el ganado come a diario, y tiene que hacerlo porque cuando él falte no habrá mas rebaño. Y es que Jorge tu ya sabes, me dice; “la juventud no quiere trabajar”.




José me había anunciado la presencia de 2 cuevas a pocos kilómetros de allí. Conoce el terreno como la palma de su mano, afirma. Lo que no me había advertido es que desde ellas puedo observar la amplitud del Cañón del rio Lobos, y la llanada castellana topando con las primeras estribaciones de la aun nevada sierra del Guadarrama.
Desmonto las alforjas para poder acceder a la cueva. Es profunda y fresca, pero mucho mejor esto que pasar la noche al raso. Un paseo alrededor por las empinadas laderas que me rodean para recolectar un poco de leña y comerme un bocata sentado al lado del fuego, un poco de lectura. Lo siento por los murciélagos pero yo me voy a dormir, espero que no les moleste mi presencia. Basta por hoy.



La mañana llega acompañada de un profundo bostezo de luz. El rocío cubre aun el pasto. Desde la puerta de mi guarida observo un cauteloso despertar reflejado sobre piedra y agua, cielo y tierra.

Encajonado entre las paredes del cañón ruedo el camino inmerso en un paisaje de primavera atrasada y de cielos lentos. Por tierras de Castilla, como diría Machado, el viento golpea mi frente con furia.
Pedaleaba sobre la máquina de la felicidad entre pueblos rojizos, en Ayllón me paro a comer. El día pasa en armonía, pedal y mas pedal no deja lugar al hastío.



Y entre que me pierdo y que me encuentro desertan los días y las noches se suceden. Este ha de ser uno de mis últimos atardeceres en el viaje, y lo paso sentado al borde de unas vías de tren abandonadas.
El guerrero ha terminado su batalla diaria, y agarrado a la soledad, vuelve a disfrutar de la magia de una luz ámbar, tamizada de atardecer, que otro día mas le envuelve en paz. Es ese momento, cuando todo parece detenerse, él se siente profundamente libre.  Así comenzó su viaje y así quiere terminarlo.




Con el fresco de la mañana cruzo las calles de Riaza, un sonido pesado, doblan las campanas.



Ennovio con la primavera, aprovecho este calorcito, siento a Abisinia un día más entre  mis piernas. Y así casi sin darme cuenta se presenta el mediodía. El sol cae a plomo sobre mi espalda. Quizás no sea la mejor hora para afrontar el ascenso al puerto de Navafría ???
Ya en las primeras rampas, al izarse la pendiente, el aliento se quiebra, la gorra se satura, y no puede contener un reguero de fatiga que cae por mi frente, los brazos lacados en sudor, brillan. Las curvas de la carretera se enredan en una madeja interminable, el agua alborotada de los arroyuelos salta sobre el asfalto, y los pinos, altos, espigados, quieren tocar el cielo domando la fuerza de esos rayos de sol que hace poco me fustigaban.  
Un voluntarioso esfuerzo me mantiene cerca de dos horas en una apacible lucha sobre la bici. De un respingo me pongo en pie sobre los pedales, meciendo la bici de izquierda a derecha supero al sprint la última rampa del puerto. Convierto cada jadeo en un grito de júbilo. Un puerto de primera, una bici de 70 kilos y tengo el placer de sentirme ciclista. Lo gozo.
Una vez coronado el alto aparece un amplio horizonte de montes nevados, Peñalara al fondo. Este madrileño valle del Lozoya, donde rencontré mi pasión por la bici, donde de un corazón roto brotó este sueño, me recibe en su parte final, en la llegada.


La carretera para descender Navafría está escrita con una caligrafía torpe y temblorosa. La velocidad aumenta a medida que bajo, una espiral de curvas me engulle y dibujo círculos semejando el agua  absorbida por el desagüe de un lavabo.
Son cinco días dándole caña al cuerpo, largas e intensas etapas acumulan cansancio. Una pájara me amenaza y la combato con un bocata de antxoas con pimientos!!! No me lo creo, esto es una pasada! Como poder explicar lo que significa recuperar estos sabores después de tanto tiempo?.



Un roble desnudo espera hojas nuevas, un avance inexorable me acerca al hogar.
Decido continuar y me exijo un último esfuerzo. Mi cuerpo, obediente, exprime sus últimas energías, se entrega al goce masoquista de coronar ahora el puerto de Canencia vaciándose, dándolo todo.



En la mas alto, entre pinos, aparece Luisito acompañado de un violáceo atardecer y un menú delicatesen, como él mismo quiere definir. Nos hinchamos a cenar (ha traído incluso langostinos), a hablar y a tomar cervezas que salen de una helada nevera de camping. Vuelven las bromas cómplices, absurdas, y casi olvidadas por el paso del tiempo.
Una noche, en el Yukón, casi al principio del viaje, Shane me enseño a mirar las estrellas. Tocado por la Mahou, observo el cielo y las contemplo por última vez antes de llegar a casa. También observo, en un horizonte algo mas lejano, las luces de un Madrid que se esconde entre una cortina de humo invisible. Hoy una de esas luces ha dejado de lucir, se ha apagado para siempre. Adiós Carlitos.


“En esta vida solo hay un destino cierto que es el final de nuestro camino. Llenándole de curvas, de recovecos donde perdernos, ensanchamos la vida haciéndolo un poco más lejano.”


                                                                                                 Del diario de Van Birloq


Hoy un hombre libre llega a Madrid, cárcel o recreo ?.

Llego a esta ciudad, otra ciudad donde se crean necesidades innecesarias y cuestan dinero. Menos tienes, menos necesitas, más libre eres.
Avanzo y su silueta se hace más cercana, gigantesca. Engullido por la esquizofrenia de la urbe dejo de oír el canto de los pájaros, su lugar lo ocupa un desasosiego de motores. En mitad de la carretera se para un auto, sale un tipo, se acerca, oh noooooo!!!, es Germán!!!!!. El monster vuelve del trabajo y nos encontramos abrazados. La puta, que bueno!!!!
Y así entro a la ciudad. Reflejos de luz sobre las aceras, modernos edificios se me muestran como colmenas que encierran vida. Mi mente llega deletreando un mundo de recuerdos, hace un rápido repaso, aparece el inexperto viajero que partió de Alaska, pasa por el luchador andino, y termina con el vividor patagónico. Deseo partir antes de llegar.


“Llego con una primavera que despereza y empuja la nieve a los rincones más altos de las montañas. Llego con la cara tatuada de caminos y una vida nómada, y al mismo tiempo ya echo de menos esa casa hecha de horizontes en la que hasta hace poco vivía.”


                               Lontxo, Txentxo, Lorenzo Rojo, un cicloviajero, una gran persona.


Abandono el vagar del otro mundo para deambular una ciudad de acero y hormigón, de velocidad y lejanía, de humo y ruido, de gentío y soledad.



Susana y Ricardito me llevaran de tapeo y esta noche me esconderán en su casa. De este modo mañana podré llegar pronto al parque de la Casa de Campo y allí encontrarme con los de siempre. Todos mis amigos y la chavalería, excepto “los ramones” que andaban con el Kuki de neumonía y la Tere liada con una operación a corazón abierto, vienen a recibirme  subidos en sus bici para rodar los últimos kilómetros que me llevaran hasta la puerta de casa. Ascendemos el mítico Garabitas a ritmo de neutralización y a la bajada aparece la familia y los chicos de www.rodadas.net

Descompuesto el rostro me aferro a los míos. Infinitos racimos de abrazos caen sobre mi, también besos y alguna lagrima. La emoción quema, se me retuerce el cuerpo en un temblor suave. Ahora es cuando verdaderamente me doy cuenta y tomo consciencia de que he  abandonado mi cielo para bajar al vuestro.
Me siento viajero, me siento camino y sendero.
Todo esto es  bizarro, pasan las horas entre tortillas y cervezas, aun así me encuentro fuera de lugar. Aprovecho que los niños siguen enredados en los columpios para escapar y rodar hasta casa, a casa de mis padres. Sigo sin tener un hogar.



Tras de mí el sonido de una puerta que se cierra. Inhalo el aroma a madre que aun guardan las paredes de este refugio.
Hoy regreso con los zapatos rotos, cubierto de ropas que se convirtieron en harapos, con la vista cansada y endurecido el oído, tocado de canas y cargando arrugas tiernas. En dos años me dio tiempo a mudar el alma, a perder el pelo, a cambiar de peso y de piel. Se nota el paso del tiempo también en ellos,  todos somos más viejos.
Sentado en el borde de la cama me descalzo y entre los pies escurre arena, arena andina, arena americana. Recuesto en una esquina de la habitación unas alforjas llenas de experiencias. Recuerdo, nostalgia, pasión. He deslizado un continente de norte a sur, me he descolgado entre los pliegues de un mapa que parecía interminable y ahora en mi cabeza se dibujan los gritos de una pelea de barrio, pelotas y charcos, canicas y chapas. Solo, aquí solo
Se apaga una luz de mesilla.
Te atreves a tocar el cielo?




Todo esto que estáis leyendo y habéis leído hubiera sido posible sin ellos, pero también es cierto que hubiera sido muy diferente. Gracias a Ciro Alegría, a Juan Rulfo, a Pablo Neruda y a todos los que me han prestado sus palabras  y sus canciones para comprender y sentir esta vida de un modo diferente. Porque sin saberlo, ellos, han viajado muy dentro de mí y me han ayudado a convertir mis sueños en una vehemente realidad, a por poner acento a los días y música a estos relatos.



Y así me muevo sin saber
a que mundo voy a volver
o si voy a seguir viviendo.

Mientras se resuelvan las cosas
aquí dejé mi testimonio,
mi navegante estravagario
para que leyéndolo mucho
nadie pudiera aprender nada,
sino el movimiento perpetuo
de un hombre claro y confundido,
de un hombre lluvioso y alegre,
enérgico y otoñabundo.

Y ahora detrás de esta hoja
me voy y no desaparezco:
daré un salto en la transparencia
como un nadador del cielo,
y luego volveré a crecer
hasta ser tan pequeño un día
que el viento me llevará
y no sabré cómo me llamo
y no seré cuando despierte:

entonces cantaré en silencio.

                                                                    Pablo Neruda. Testamento de otoño