ENCONTRANDO EL SUR II

Metraje: 480 días aprox. Nac: Mundana, Genero: Realiti de aventuras, Catalogada: No recomendada a familiares cercanos.

Si hay algo que une a todos los seres humanos es el deseo de ser felices. Esta voluntad es el motor que activa y determina muchos de los pasos que van a dar Abisinia y Van Birloq en este largo viaje.

La falta de esperanza comienza a recortar sus sueños. Aburridos de esperar y de seguir esperando, de que nada cambie y de que nada venga, deciden perder el miedo a la vida y comenzar a trazar el boceto de su destino. Juntos parten en un viaje que les lleva a recorrer el continente americano restándole importancia al que y dándosela al como.

Este documental reúne la sabiduría y experiencias personales de esta ecléctica pareja en torno a un tema tan universal como es la búsqueda de la felicidad.

El sol de Rio Negro, edición de la mañana.

jueves, 25 de octubre de 2012

Solo para masoquistas



Bolivia, Chile II, (Llica, Salar Uyuni, San Juan, S. Pedro Atacama) 504 km, 4294 m+


“Todavía hay noches, todavía hay vientos que agitan los arboles y corren a lo largo de nuestras tierras. En el mundo de las cosas y en el de las bestias, todo está lleno de acontecimientos en los que usted puede participar.”
                                                                                         Rilke, Cartas a un joven poeta.


En la entrega de esta semana descubrirán las aventuras de un rodamundos que decide cruzar un desierto de sal y otro de arena pertrechado con su bicicleta y cinco macutos. Algunos le llamarán loco, pero cuando descubran que disfruta haciéndolo todos le llamarán masoquista.

Llica es un pueblo típico boliviano. Sus calles vacías a la mañana se llenan de vida y frio al atardecer. La pasan en la chacra sembrando quinua, es la temporada. Acá disfrutamos de un merecido descanso, y mas teniendo en cuenta que el pelotón anda medio con gripe y con alguna cagalera inoportuna de última hora.



Vemos mapas, compartimos anotaciones de otros viajeros y conversamos una y mil veces acerca de la comida que debemos de llevar, de cuanto agua necesitaremos, de las temperaturas que vamos a soportar y……… vuelta a empezar. Algo tenemos claro, físicamente el recorrido va a ser duro, pero sicológicamente lo va a ser mas.

                                                                                                                                                                                                          Foto Corinne
 
Abastecidos con mas de diez kilos de víveres partimos de Llica. Rodados unos pocos kilómetros nos adentramos en la banquisa salina. Ya estoy sobre el Salar de Uyuni, el mas grande de los salares del planeta. Tantos libros leídos de los exploradores polares y ahora siento estar sobre un mar de hielo, siento rodar sobre una superficie  que en cualquier momento se puede quebrar e ir a la deriva. Pero no, bajo mis ruedas mas de doce metros de sal  bien firmes.

 
Rápidamente desparece el piso pulido convirtiéndose el salar en un inmenso puzle de piezas poliédricas. Un continuo vibrar agarrado al manillar de la bici, cada pieza no ensambla perfectamente con la anterior, nos traslada sobre el inmenso océano blanco. El horizonte estático y curvado. Allá donde se une el blanco y el azul, nada pasa. Tierra a la vista!!! se oye gritar. Observamos la Isla del Pescado mostrándose en la lejanía. Una pequeña  mancha negra se convierte en nuestra brújula. 



Ya en las postrimerías del día, setenta kilómetros después, llegamos a la Isla Incahuasi. Estamos en un paraíso para los cactus y también para los turistas que llegan a mansalva en sus todoterrenos. Aquí conseguimos agua y techo. Pero algo pasa, nuestras piernas están extenuadas, doloridas, maldita vibración poliédrica.  



El salar me roba toda la energía, el simple hecho de estar aquí me deja baldado. Hay algo en este lugar que no me deja sentirme bien, me roba las fuerzas, me siento incómodo. No lo entiendo. El caso es que tras dos días de travesía lo abandonamos. Una mirada hacia atrás me muestra como los rayos del sol crean  un espejo gaseoso sobre la blanca superficie. Una imagen mas cerca de las fantasía, que de la realidad. Me voy de aquiiiiiii.



En un par de días mas nos presentamos en San Juan y tomamos medio día de descanso. La  escuela nos acoge y aprovechamos para hacer las últimas compras. Uyuni quedó atrás, pero ahora viene lo realmente duro.

Venga majo, menos hablar y mas hacer.


La historia se repite. Recorreremos la parte sur oeste de Bolivia, es la denominada ruta de las lagunas, el Sur Lipez, una zona remota, unos 350 kilómetros sobre pistas en malísimo estado, sin posibilidad alguna de abastecernos de comida, en la noche las temperaturas serán inferiores a los -15ºC, estaremos por encima de los 4000 metros a diario y alcanzaremos los 4900 metros en alguno de sus pasos, habrán ocasiones donde deberemos de cargar agua para mas de dos días. Con estos condicionantes necesitamos portar víveres para al menos ocho días. Así que con las bicis limpias, engrasadas y las ruedas un poco deshinchadas, como mandan los cánones, partimos hacia lo desconocido.


Con el chisporrotear de las ruedas quebrando una fina capa de sal abandonamos San Juan. Una extensa planicie se extiende hacia un lejano horizonte de montes y volcanes esparcidos al antojo de un lanzador de dados. Se elevan dócilmente en acuerdo con las nieves que espolvorean las cimas de los mas altos. Algunos con el cráter quebrado por el paso del tiempo y la erosión del viento muestran entre sus muros, que antes contuvieron fuego, esponjosas piedras en una amalgama de tonos cobrizos. 



Último punto de agua en al menos dos días!!!!!! Tomamos agua de los contenedores metálicos de un cuartel. El sargento nos advierte, “esta agua no es bueno, pero si lo dejáis reposar y lo ponéis al sol quizás no os haga daño”. Diez litros cada uno, diez pastillas potabilizadoras y mas carga para la burra. En las alforjas delanteras coloco las botellas de dos litros simulando los torpedos de un submarino. Este peso extra  (intento evitar que la rueda trasera sufra aun mas por el peso y reviente radios) va a convertir a Abisinia en una bestia indomable. El manillar girará bruscamente a cada encuentro con una piedra y su rueda se clavara aun mas en el terreno. La inexperiencia es un grado.


Los diez kilómetros de ascenso al alto nos van a llevar una tarde y media mañana, el 90% del tiempo empujando la bicicleta. En el empeño adopto el escorzo del matador de toros en el justo momento de entrar a matar. Agarro la bici por los cuernos y empujo, el camino se torna angosto y trepamos con dificultad resbalando continuamente entre piedras sueltas. Avanzamos en silencio. 



Los pies a tierra, los pulmones tratan de recuperar su ritmo habitual. Antes de que el atardecer nos traiga el frio buscamos un cortavientos y aprovechamos muretes de piedras levantados por vete tu a saber quien. Tras este desproporcionado esfuerzo un té caliente, cenamos y al saco. 

    Haciendo pesas.                                                                                                                      Foto Joseba

Noche difícil, las voces del viento se introducen como sollozos entre los huecos del muro e intento dormir mecido por un continuo bamboleo de la carpa.

El día comienza de manera extraña y no sé porqué. Voy llegando siempre rezagado. Ya en laguna Hedionda confirmo que no me encuentro bien. Las zapatillas (que no lavé bien) partidas literalmente por la sal, se unen al malestar. Acá portamos agua de nuevo para otros dos días mas, un extra peso que hace partir un radio de la rueda trasera, seguimos adelante y justo en la parada de la comida…..como diría el Yosi “malas noticias”. La braga que cubría mi cuello en los viajes desde hace mas de 22 años, regalo del Germánico, estaba colgada del manillar y se ha volado. No pasa nada, el paisaje es muy lindo y seguimos progresando entre coloridas lagunas.



Atrapados en un mar de arena y envueltos en cansancio retrocedemos para acampar entre un montón de piedras colosales. Montamos la carpa con avidez, el sol se esconde y llega el frio, enciendo el infernillo, algo caliente por favor,  y dos minutos más tarde….chof, se jodió también. Aterido, me acerco a la tienda de los vecinos que me calientan una sopa, con el agua sobrante un té y adentro. Cuando cierro la carpa la cremallera no responde, se ha roto y la puerta queda abierta. Así son los días, no va a ser todo malo.


Hoy la mañana aparece tras un horizonte mellado, las primeras luces se reflejan en la laguna  desperezando a los flamencos que aún permanecen agazapados formando un anaranjado islote de plumas. Hoy hace cuatro días que me tragó este lindo “mundo”. Después de otro difícil arranque mañanero coronamos el primer paso del día, por delante seis kilómetros de bajada que espero me animen un poco. Todo lo contrario, son seis kilómetros de empujar, de dibujar  pedaladas en el vacío, de subir a la bici una y otra vez intentando hacerla rodar. Imposible, las ruedas se hunden en la arena y  zozobran en el intento aumentando mi castigo. 




En un determinado momento me siento superado por la naturaleza, me siento minúsculo y frágil ante todo lo que me rodea. Miro lentamente mi entorno y observo la cruda belleza del lugar. Creo que no podre salir de aquí por mis medios. Estoy  superado.  Razono conmigo mismo, me paro y hablamos. “Jorge, a pesar del dolor de espalda y la impotencia que te invade debes seguir adelante”. Calma, tranquilidad y una lentitud extrema en cada uno de mis movimientos es la táctica a seguir. 

Comienza una zona empedrada que se alterna con una corrugada ruta, mi espalda chilla. Esfuerzo, mas esfuerzo. Cada pedalada que doy me debilita, al mismo tiempo me fortalece, estoy avanzando. Me invade el recuerdo de los míos, de los que están y de los que faltan, de los mayores y de los que acaban de llegar. Mis labios comienzan a tiritar, los muerdo tratando de contener las lágrimas. Pasan mas de dos horas sumido en este trámite, en esta continua e intensa conversación cuerpo-mente.

“Lo esencial para la dicha es la completa dignidad del sentimiento, incluso en el dolor”.
                                                                                                              Auguste Compte

La ruta me engulle


Levanto la mirada y observo un dinosaurio metálico. Una excavadora en mitad de la nada anuncia un trabajo de mantenimiento en la pista. Me acerco, hablo con el conductor y terminamos abrazados. Acaba de alisar 20km de pista que me harán la vida mas fácil, que me harán vivir mas tranquilo. Estoy salvado.

Antes y despues.


La cama modelo “sarcófago” en la que dormí dos noches en Llica, el continuo balanceo sobre terrenos de calamina y el repetido empuje de la bicicleta me dejan la espalda para tirarla. Tengo la sensación de llevar colgado un ratón mordiendo uno de los músculos de mi espalda, cargo con un doloroso nudo que al menos me deja dormir.

“Las llanuras eran mares de arena y ripio recién peinados. El sol levantaba sobre ellas una bruma que difuminaba la figura del horizonte. Las lomas caían tan suaves como el vuelo de una falda sobre lagunas y salares.  Navegaba un paisaje modelado por el viento y el silencio”.
                                                                              
                                                                                                            Del diario de Van Birloq




Avanzamos hacia el árbol de piedra y de allí, animados por la mejoría de la ruta, hasta la entrada al parque. Trámites y pagos, y mientras tanto me gano la confianza de uno de los guardas. Aurelio, a pesar de la oposición de sus compañeros nos deja un techo, una habitación en el barracón. Hoy tendremos electricidad, escucharemos música y no soportaremos la helada noche sobre nuestras carpas. 


Con legañas y prisas partimos bien temprano a la mañana, viene el jefe de Aurelio y él se la está jugando. La calle esta helada y pertrechados con toda la ropa de abrigo cruzamos frente a la laguna Colorada. Los flamencos nos miran desperezándose, “donde va estos tan pronto?” se preguntan. Y es que el Aurelio va por el lado más bestia de la vida. Gracias compañero.


La pista ondulada, como un tejado de uralita, por el paso de los carros nos hace enfrentarnos a kilómetros de balanceo. Mecidos por este oleaje de tierra y arena avanzamos buscando siempre  la mejor opción, mejor decir, la mejor escapatoria. Rodamos entre praderas de arena donde podemos elegir entre mas de cinco trazadas diferentes. Cada trazada, del ancho de un neumático, son dos ruedas, esto suma diez posibilidades de camino, una autentica telaraña de rodadas. 



Joseba es nuestro rastreador, de repente frena, se yergue, eleva la mirada, empuja la bici dos metros mas allá y de nuevo encuentra la mejor de las trazadas, tiene el don de encontrar la menos mala. Esta continua atención en el sendero te agota y no te deja admirar el paisaje. Cualquier excusa es buena para parar, levantar el rostro y llenarte de espacio, de horizonte.

                                                                                                                                                                                                      Foto Corinne
 
Estos últimos días estamos acompañados en la ruta por los jeep de los gringo-turistas. El lugar es de gran encanto y son muchos los que no quieren perdérselo. Para ellos, cuando nos observan tras los cristales, somos casi como habitantes del Olimpo y si ya nos ven en plena faena esforzándonos en cruzar una zona arenosa o ascendiendo algún monte paran, bajan las ventanillas y aplauden desde el interior al son de un griterío coral similar al  uauuhhhhhhh, yaeahhhhhhh.



Una vez remontados mas de 800 metros de desnivel por estos caminos, elegimos agarrar el camino menos bueno y empujamos entre ripio durante un kilometro, a 4900 metros de altitud, nuestro tanque de ochenta kilos. Recuperamos la pista principal y el viento se alía con nosotros, acabamos subiendo el alto con plato grande y una velocidad de esprínter. Bajadón kilométrico donde me la juego entre las dunas que se forman en la carretera. La bici coletea sobre la arena como en la entrada a la curva Bugatti. No siempre soy capaz de controlarla y la combinación velocidad arena me llevan un par de veces a slir despedido por encima del manillar haciendo piruetas en el aire. La cuneta de arena me recibe. 


Nuestros huesos acaban en la laguna Chaviri, ha sido un día épico, mas de siete horas casi sin descanso tienen como recompensa un bañito taciturno en la mejor de las termas que hemos encontrado en el camino. Además Filemón nos regala una noche a cubierto entre las mesas de su restaurante para turistas, eso si mañana a las 5 a.m. despiertos. Hay que recoger para que cuando lleguen tengan las mesas libres. Ese día salimos bautizados como el equipo “Los Tenazas”, solo con una tenacidad de acero se es capaz de superar días como estos en los que estas subido en la bici desde el amanecer hasta el fin del día. No os perdáis la otra parte de los Tenazas, dos grandes relatos. El primero link  , y el segundo  link .

Jardin de Dali, al fondo.

Mi capacidad descriptiva en un espacio como este es limitada, se hace  mas pequeña de lo que ya era. Lo mismo le pasa a la cámara de fotos, ante tanta inmensidad su objetivo no tiene la capacidad de abarcar este panorama. No soy capaz de mostrar en ambos casos la verdadera dimensión del lugar.



En el programa de una agencia de viajes para hoy diría algo así como….. “Comenzaremos el día con un baño en las termas Chaviri desde donde podremos observar el amanecer rodeados de flamencos, después del desayuno visitaremos el jardín de Dalí, majestuosa formación calcárea ……desde donde se puede observar la majestuosidad del volcán Licamcabur y terminaremos la jornada cruzando las lagunas Verde y Blanca.”

Nosotros un día mas acompañados de un viento de cara y una pista arenosa disfrutaremos lo que podamos de todos esos paisajes tan lindos. 

Licancabur


Llegamos a la puerta del parque, encontramos cama en el refugio y me olvido de la ascensión al volcán Licamcabur, no es que no quiera, es que no puedo. No encuentro energía para levantarme a las tres de la madrugada y comenzar la ascensión en la fría noche, nooooooooooooo. Solo quiero salir de aquí, doce kilómetros me separan del asfalto y de la bajada.



Abisinia  parece tan fatigada como yo y traza garabatos sobre el suelo incapaz de dibujar una línea recta con sus ruedas. Además se va haciendo mayor y  ha perdido su primer diente del plato mediano. Incesantemente me pregunta por el ratoncito Pérez. 

                                                                                                                                                                                                Foto Corinne
 
Rodeados de la majestuosidad de los Andes, con volcanes a oriente y occidente, avanza el crepúsculo. El cielo violáceo torna a negro apagando las sombras, acunado por un perenne cansancio duermo. Mientras, tras la loma se levanta mas femenina que nunca la luna llena. 


 
Quizás la quinua tenga alguna sustancia narcótica en su composición. No encuentro otra explicación a la tormenta de alegría que nos invade en los desayunos. Te levantas cansado, demasiado pronto, con mucho frio, y aun así este continúa siendo un momento teñido de humor. Un humor que por momentos es dañino. Las risas a mas de 4000 metros hacen que te falte el oxigeno provocando agudos y dolorosos pinchazos en los pulmones. Pero que le vas a hacer si uno no puede parar. Buen rollito Carrete.


 Tanto en casa como en el barrio los motes siempre fueron algo habitual. A mi personalmente me gustan mucho siempre que se pongan desde el respeto. El mote además de nominar es descriptivo. Bueno, pues eso, que si lo de tener nombre la bici nunca fue algo que me convenciera mucho, Abisinia ahora ya tiene mote y eso me mola mas. La llamo “La Quitapenas” y a mi por el conjuntito que luzco últimamente me podían llamar el “Airgamboy”, pero eso es otra historia.


 Que también me gustaría hacer un homenaje, una vez mas, a ese ensamblaje de hierros y alambres llamado bicicleta, que me admiro de ver la carga que transporta y como responde fielmente día a día  a nuestras exigencias.

Relincho de alegria, he visto el asfalto.


El abandono de la altitud y una bajada de 42km consecutivos hacen que mis pedaladas suenan por bulerías llegando al oasis de San Pedro de Atacama. Hacía casi un mes que no rodaba por asfalto. Aparece el calor y el color de las primeras mariposas a medida que pierdo altitud. Han sido días de extrema dureza y de extrema belleza. Lo volvería a hacer.


Con la llegada a Chile llego al mundo moderno, al mundo globalizado donde todos somos iguales en aspecto y costumbres, donde comprendes que vivimos en un mundo en el que se han perdido las costumbres, las raíces. Aprovecho para despedirme y agradecer al pueblo andino con el que he compartido mas de cinco meses. A ese pueblo que vive en armonía con la tierra, a ese pueblo que desde su aparente lentitud tanto me ha enseñado, entre otras cosas, el valor de la hospitalidad. Un millón de gracias, y mil veces agradecido.


Acuñando una frase de los Hemanos Marx que mas tarde utilizarían los Leño seguimos adelante. Así que MAS MADERA!!!!!!!, el cruce a Argentina podría ser mas sencillo, por asfalto y llegando a una acogedora ciudad colonial como Salta, pero no. Eso no es remoto, hay mas tráfico, las vistas no son tan espectaculares ………cualquier excusa es buena para decidirnos a cruzar por otra pista, de nuevo mas de 300 km sin asfaltar, viviremos por encima de los 4000m y aprovecharé para empalmar con otra quebrada que me elevara al Abra Acay, el paso mas alto de Sudamérica con  4965 metros de altitud. El sentir “pégame chula, me gusta tu rollo” sigue alojado en mi sangre. Ahhhhhh olvidaba y el cruce del Trópico de Capricornio.

El camino hacia el sur continua por senderos remotos.



Desde el mar muerto de mi cielo, entre la gran llanura de Sodoma y Gomorra, allí donde la curiosidad te convierte en estatua de sal. Un nutritivo abrazo mis masi. 



"Absurdos eramos, locos seguimos". De este modo define mi compañero "el Arthur" la actitud del rodamundos una vez terminado este mismo recorrido. Que bueno primo.

10 comentarios:

  1. Es que sobran los comentarios

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  2. Admiro tu espirito! Que tiempo estaba en el Salar? Quanto yo estuve alli, era mui frio, no podia manejar...
    Tu fotografias son fantastico!

    Veliz viaje mon ami,
    Suerte y fuerte!
    Sven

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    1. Joder Sven cada dia hablas mejor el castellano. Me alegro!!

      Gracias por tus palabras y espero que vosotros sigais con vuestro "viaje".

      Un abrazo para ambos y gracias por todo.

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  3. Vaya pedazo de viaje !!!
    Tu blog, cada vez engancha más y más ... Eres un auténtico viajero, escritor, fotógrafo, ciclista y GRAN PERSONA.
    Ojala pueda conocerte el mundo entero y ver lo grande que eres.

    ANIMO, SUERTE Y GRAN APOYO DESDE LEJOS. GROS BISOUS POUR UN FOU

    "la verte princesse" :)

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  4. Impresionante, muchas felicidades!

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  5. Hola Jorge, somos la pareja francesa Mxime y Sophie,
    Te seguimos desde Tumbaco!!!
    Eres un artista, las fotos y los texto de tu blog son unas maravillas!!!
    Estamos en la Paz por unos días y luego nos vamos por el Sajama (a subirlos a pie!!). No pensamos cruzar el Salar de Uyuni pero pasar a lado y cruzar como tu el parque nacional Eduardo Avaroa!!!
    Espero que nos encontraremos de nuevo (reduzca la velocidad).
    Un abrazo fuerte de nuestra parte amigo!!!

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    1. Hola Amigos.

      Gracias por vuestras palabras!!
      Ahora al Sajama, pues guardar fuerzas para lo que os espera en el Avaroa.
      Si necesitais info no dudeis en escribirme.

      Un abrazo grande.

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  6. Hermano, sabes que no hacen falta muchas palabras para decir aquello que sentimos cuando sabemos de lo que hablamos, se que ha sido duro pero también se que lo sientes desde lo más profundo de tu corazón, y que por mucho que aquí o allá te lleguen malas noticias tu vida es la que más te llena, al igual que nos llena a los que la podemos compartir contigo.
    Ya sabes como siempre cuidate mucho, un abrazote
    SALUD Y BUEN CAMINO NANDO.

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  7. Preciosas fotos !!
    Hoy es tarde, mañana te leo un poco más.

    Saludos.

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