Bolivia,
Chile I (La Paz, Sajama, PN Lauca, PN
Vicuñas, Salar Coipasa, Llica) 510 km, 4940 m+
Ya
está la tierra en torno
de
mi dándome vueltas.
Como
el metal al son de la campana.
Pablo Neruda. Pacaypallá
Definitivo, todos,
incluso los nómadas, necesitamos un techo, y cuando lo encontramos hacemos de
él nuestro hogar. Al despertar renuncio a mi decisión de partir, me quedo un día
mas. La Paz impone su ley, la buena comida, la buena bebida, y la fraternidad
ciclista me retienen.
Finalmente,
siete somos los ciclistas que partimos después de haber anunciado nuestra
salida en varias ocasiones retrasándola día tras día. Abandono La Paz con 19.000
kilómetros, 200.000 metros de desnivel positivos y con la inesperada compañía
de la pareja vasco suiza compuesta por Corinne y Joseba, mis nuevos compañeros
de viaje. Atrás queda Arturo, “el Arthur”, que ha decidido abandonar
momentáneamente la bici y hacer una visita a la selva. Han sido tres meses de
compartir ruta y todo lo que eso conlleva. Mucha suerte compañero.
Después de
padecer el tráfico de la primera jornada nos encontramos en un escenario que
por su variedad y belleza no deja de sorprendernos. En momentos pasamos de las chimeneas de tierra estilo Capadocia,
a las formaciones pétreas estilo Monument Valley. La cabeza gira de cuneta a
cuneta observando una gran variedad de paisajes.
La carretera
se calma, desaparece el continuo subibaja y tomando un respiro llegamos de
nuevo a un altiplano que nos muestra lejanos e intocables horizontes. Bien
cerca, emergiendo de la llanura, se muestra la montaña mas alta de Bolivia
tocada por su glaciar, el volcán Sajama. Tras él, descolocados al azar, los
volcanes chilenos humean fijando nuestro rumbo, orientando nuestras pedaladas.
Las noches se
suceden y encontramos refugio pasando de la casa del arzobispo, a los
barracones del cuartel militar con el corneta Montoya, y de allí al centro de
vacunación. Con la obscuridad llega un frio penetrante y debemos aprovechar de un
techo mientras lo haya. Hemos tomado la decisión de cruzar unos días a Chile y
allí no encontraremos mas techo que el granado cielo del atardecer.
Con un
tobillo embotado por un esguince recién hecho, y sin saber donde, cruzamos la
frontera. Una vez mas la línea divisoria hace perder la alegría en el rostro de
los lugareños vistiendo su rostro con la caricatura de un billete de mil pesos.
Después de la obligada inspección chilena, nos requisan un ajo (quizás tenían
miedo de que nos repitiera en la cena), y comienza la arenosa pista por la que
va a trascurrir una travesía de cinco
días por parajes remotos.

Rodaremos
entre diferentes parques, atrás dejamos el de Sajama y ahora vendrán el de
Lauca, el de las Vicuñas y el de Isluga. Estaremos continuamente por encima de
los 4000 metros de altitud y las temperaturas al anochecer alcanzaran los -15ºC.
No habrá donde abastecerse de comida, deberemos de estar atentos para
orientarnos entre polvorientas pistas que se entrelazan formando jeroglíficos
descifrables. A nuestro paso encontraremos varios pueblos abandonados y los que
no lo estén serán pueblos fantasma. La población partió hace tiempo de estos
lares y los que quedan es como si no estuvieran.

Una vez mas
me adentro en el meollo de la Cordillera Andina y esto tiene su precio. Las bañeras
de arena sobre la pista convierten a Abisinia en una bestia indomable. Las
pedaladas pierden sincronía con la rueda trasera que patina espasmódicamente desviando
la trayectoria hacia los matorrales, el manillar golpea de lado a lado con
giros nerviosos buscando mantener la dirección correcta obteniendo como resulta
un trazado que semeja al de un bailaor borracho.
Con los
neumáticos tapados por la arena y el pulso acelerado pongo pie a tierra.
Encorvado, extiendo los brazos apoyando todo el peso de mi cuerpo sobre el
manillar, fijo una mirada resignada al suelo, y empujo la bici. Me siento como
las bestias que trabajan la tierra arrastrando el arado.
La tarde se
acerca y aun así no perdemos la moral, continuamos nuestro laborioso trabajo
antes de poner fin a la jornada. Y lo hacemos como marqueses. A un ladito del
camino encontramos una poza de aguas termales, esta poza esta acompañada de una
mini cabaña, y en su interior…….. una terma. Ahora si, pasamos de marqueses a
emperadores romanos.
El frio del atardecer pasa a un segundo plano,
y aprovechamos las últimas luces sumergidos en aguas sulfatadas. Ya en el
interior de la cabaña y tras una merecida cena, bañito en nuestra alberca
particular para entrar en el saco de dormir caliente, limpio y relajado. Hasta mañana.
Esta zona al
ser fronteriza también lo es de estraperlo. Todos los autos y mercancías
robadas en Chile son trasportadas campo a través para introducirlas en Bolivia.
Tres tipos en bicicleta debieron parecerles sospechosos a los patrulleros de
fronteras y en mitad de la noche interrumpen de forma agresiva nuestro sueño
termal. Al grito de POLICEMAN !!!! (léase como esta escrito) empujan la puerta.
Al ver que somos gringos y que estamos dormidos reculan y parten con la sirena
encendida como señal de poderío. Les jodimos el baño nocturno a los polis
fronterizos.
Las primeras
luces se cuelan entre la tabla rota que cubre la ventana acariciándonos. Dulce
despertar. Un buen y doble desayuno compuesto por porridge de quinua y avena,
cafelito con panes untados en mantequilla y mermelada de higo. Como postre
bañito de despedida. Así da gusto comenzar a rodar.
Al paso de
nuestros “panzers”, (llevamos peso extra, además de la comida hemos encontrado agua
dulce y debemos de cargar para dos días) las ruedas quiebran el hielo que aun
cubre los riachuelos que cruzan nuestro camino. La pista mejora dejándonos disfrutar del paisaje. El
camino transcurre acompañado continuamente de volcanes el Isluga, Guallatire,
Enquelga, Parinacota, Pomerape y otros mas alegran nuestro horizonte calmo y
suave.
Las
expectativas de encontrar provisiones en Guallatire se desvanecen rápidamente al
entrar en el pueblo. Esta habitado por un reten de dos policías. No tengo
gasolina ni alimentos suficientes para los tres días que me faltan por llegar
al siguiente pueblo. Dos opciones; la primera es ir deprisa para tardar un día
menos, la segunda, comerme la comida de mis compis. Ya veremos, quizás en la
noche pueda robarles algunos panecillos.

Todas estas
hipótesis se desvanecerán a la mañana siguiente. Ahora tenemos por delante otra
batalla. Son las once y el viento acude como todas las mañanas con puntualidad Británica.
El lápiz dibuja un giro sobre un folio, que lleno de anotaciones, nos hace las
funciones de mapa. Esto supone enfrentarnos
a él cara a cara, sentir sobre nuestros rostros su mordaz empuje. No encuentro
la combinación de ropa para hacerle frente, en ocasiones demasiado calor, en
otras cuchillos de hielo se clavan en mi pecho. A mas de cuatro mil metros su
fuerza y la baja temperatura hacen difícil la rodada.

Rendidos, abandonamos
nuestros propósitos de llegar a una cercana mina buscando amparo. Encontramos
una pequeña cabaña que otrora diera cobijo a algún pastor y allí nos quedamos. Levanta
del suelo escasamente un metro y sus muros de piedra parcheados con barro
evitan el paso del viento. En su interior algunos enseres básicos y también los
restos de una vicuña seca. Aquí dentro podremos cocinar y en el exterior sus tabiques
protegerán nuestras tiendas de campaña.
Los
grandes espacios dan lugar a noches de acampada, noches donde el peso del frio cubre
la tienda con finas capas de escarcha. Cautivado
por un amoratado horizonte acuarela, las últimas luces se desvanecen, las
sombras se alargan y se esconde el viento. Todos los días lo mismo, parece
tener miedo a la oscuridad.
Sobre
la noche verde,
las
saetas dejan rastros de lirio
caliente.
La quilla de la luna
rompe
las nubes moradas
y
las aljabas
se
llenan de rocío.
Federico García Lorca. Poema del cante jondo.
Son las seis
de la tarde y doce horas me esperan por delante metido en mi saco de dormir.
Para un tipo que no duerme mas de seis puede hacerse largo. Siempre cercano a
mi el frontal de luz, el MP3, el reloj, un libro y unas hojas sueltas donde
poder tomar notas. La temperatura esta noche, en el interior de la tienda llega
a -7ºC. A media noche, aburrido de sueño, agarro el libro, las notas las tomo
con un lapicero, así evito que se congele la tinta, y espero que tras la loma
el sol regrese con la fuerza de siete dragones.
La mañana se
inaugura con sorpresa, comenzamos a rodar entre manadas de vicuñas, estamos
cruzando el parque al que dan nombre, y tras un primer repecho de unos doce
kilómetros estamos en lo alto de una colina. Desde allí podemos observar el
Salar de Surire. Los montes crean una caldera de dimensiones extraordinarias y
en su fondo la sal se acumula creando un blanco océano.
Allá
encontramos unos mineros los cuales nos abastecen de agua, panes y margarina. Ya
no tendré que ejercer el canibalismo con mis compañeros para poder sobrevivir.
La jornada
es benévola con nosotros, viento de espalda, buena pista y pocos kilómetros. En
el camino podemos observar el aletear de los flamencos. Y como esta vida nos
quiere, bien pronto encontramos la colorida terma de Polloquere. El paisaje que
le rodea perfectamente lo podrías observar en Yellowstone. Que he hecho yo para
merecer esto??
Un muro de
adobe protege unas mesas de madera y a partir de ahora también a nuestras
tiendas. Sesión de fotos al paraje y al agua patos!!. Las mineralizadas y
calientes aguas no te permiten estar mas de quince minutos en su interior. Lo
disfrutamos como niños.
Ya son días
rodando sobre el reino de Lucifer. Desde las profundidades de la tierra se produce
el calentamiento de un agua teñido por el aroma de azufre, mas tarde, en la terma este se difuminara en jirones de
vapor al contacto con la atmosfera. Los volcanes no cesan en su actividad,
emitiendo fumarolas que adornan como guirnaldas el cielo.
Camino sobre
un planeta caliente, extenso, salvaje, así me siento yo también. Y gira la
tierra, inmutable, a su ritmo habitual, haciendo desaparecer el sol tras el
horizonte. Metido en mi saco esperando un abrazo de sueño, siento su energía,
siento su pulso.
Un acerado frio
me apabulla en la tienda. El saco de dormir después de la lavada se recuperó,
pero no lo suficiente para soportar las bajísimas temperaturas que marca el
termómetro. Esta es una noche de crudo insomnio donde las horas se prolongaran
indefinidamente.
Me levanto
con el primer bostezo de la mañana. El sol asoma tras el monte pero la gasa de
vapor que envuelve la terma no lo deja golpear con fuerza. La poza me ofrece el
calor robado por la áspera noche, y tras un momento de duda mi cuerpo desnudo
se sumerge en el agua.
Normalmente
nos levantamos a eso de las seis de la mañana. Después de dudar mucho hay
siempre una valiente que se atreve a dar el primer paso y enfrentarse a la fría
mañana. Los desayunos al aire libre (unos diez grados de temperatura) y la
posterior recogida de enseres se extienden durante horas. Existe una
complicidad que hace de este un momento especial del día, en el que cualquier
comentario o acción tienen la capacidad de ser envueltos en carcajadas.
Hoy la tarea
de preparar el desayuno se hace difícil, las botellas que contienen el agua están
congeladas. He de sumergirlas en el agua termal para luego poder hervirla en el
hornillo.
Para salir
de esta caldera no nos queda mas remedio que ascender una de sus lomas. Una vez
vencida, la pista se torna fea, dunas de tierra atrapan nuestras ruedas y en
una de esas Corinne cae al suelo. La ayudamos a levantar y reímos, esta mañana
en el desayuno también se cayó de la mesa. En ocasiones para poder sonreír es
mejor vivir en la ignorancia, veinte minutos después nos enteramos que donde
ella había caído es una zona que aun permanece minada y que no es nada
recomendable salirse del camino.
Con un tenaz
y voluntarioso ánimo continuamos por un terreno casi intransitable. La pista se
asemeja a un techo de uralita, un continuo oleaje de tierra nos mantiene horas
rodando sobre un vibrador. Nuestras cabezas balancean y las espaldas sufren deseando
el final de la jornada con el anhelo de encontrar un suelo donde extenderse.
Joseba y
Corinne, cada uno en su rincón del mundo, tuvieron encuentros casuales con viajeros de bicicleta.
A Joseba encontrarse con Salva en Irán le hizo entender otro significado de la
palabra viajar. Mientras tanto Corinne tomaba en Pekín un café con Bea, aun no sabía
que ese café iba a cambiar tanto la
vida. Las aventuras de esta francesa que con su bici recorría mundo en
solitario, despertaron en su interior una fuerza indomable.
Finalmente ambos
partieron de diferentes puntos con un mismo rumbo, el este. Sus bicis quisieron
encontrarse en Teherán, de aquello hace mas de tres años, y ahora están terminando
su vuelta al mundo en bici acompañados de un bicibirloco (mentira, una vuelta
al mundo en bici es interminable). Viajando, viviendo en pareja. No os perdais su entrada.
Regresamos a
Bolivia tras la breve incursión chilena y de nuevo hemos de tomar decisiones; cómo
y por dónde ir? Cruzar el salar de Coipasa por el medio nos llama la atención, sabemos que
puede estar húmedo pero hay algo que nos atrae. Preguntamos a los militares
esperando firmeza en sus indicaciones y con ellas partimos. “Siempre a la
derecha, cuando lleguéis a los cruces siempre a la derecha”, de este modo
aparecemos en medio del salar con el agua cubriendo nuestros pedales.
“Frente a
mi, peinado por el viento, un amplio desierto salino. Los rayos del sol rebotan
con fuerza creando un juego de luces y sombras. Abisinia, sutil, se desliza sobre
la pulida capa de sal en tanto mi corazón es invadido por un sentimiento
extremo de libertad. Cae la tarde entre un intenso olor a soledad.”
Texto extraído del diario de Van Birloq.
Los
salineros de forma totalmente artesanal trabajan en la dura tarea de la
extracción de sal. Tomás masca coca impulsivamente buscando fuerzas para
terminar la labor. Con el moflete inflamado por la bola y el tinte verde de la
hoja en su desacomodada dentadura recibimos sus indicaciones, las cuales nos
hacen recular. En el salar, al anochecer, las condiciones son muy duras,
extremadamente duras y quedar atrapados en el agua puede ser terrible.
Retrocedemos
siete kilómetros hasta llegar a otro campamento del ejército. Este barracón esta
ubicado en el borde de una isla, la sal lo rodea. La pequeña nave fue una
procesadora salina y ahora su sala diáfana da cabida a mas de veinte militares
que esparcen sus jergones y pertenencias por el suelo. El subteniente Rodríguez
nos preparara tres remeadas colchonetas cubiertas por gruesas mantas, cenamos
el rancho junto con los demás soldados y allí dormimos todos. Nos han salvado
de pasar otra noche jodida.
Al amanecer
Rodríguez y sus chicos nos guían, parece difícil encontrar el camino correcto
para salir del salar. Ciclar sobre una superficie blanca y lisa es como montar
en bici sobre la nieve pero sin hundirte. Pedalear sobre un salar es una
sensación única.
Sucede
también que en general el rodamundos además de disfrutar del hogar cuando lo
encuentra y desear abandonarlo cuando la inquietud lo invade, es una persona
básica. Sus necesidades diarias son tan
simples como tener agua y comida, su bici a punto y una linda senda por delante.
Poder disfrutar de un buen café en el desayuno, una rica lata de carne molida
si es posible con tomate en el picnic, y un generoso plato de pasta con sofrito
de ajo en la noche, es suficiente para mantenerle alegre. Si además hay algún
panecillo con mantequilla y un café extra, ese día es fiesta. El resto nos lo
da el camino.
Convertido
en un experto rodador sobre terrenos arenosos llego a Llica, puerta al salar de
Uyuni, y plaza para un merecido descanso. Tarea de lavado. Primero yo que
después de ocho días sin ducha lo necesito, luego la ropa que ni te cuento, y
para terminar de limpiezas he de arrancar la sal que permanece incrustada sobre
Abisinia. Los baños de agua con sal podrían ser fatídicos si no le dedicamos la
suficiente atención. Una vez mas me
sorprende la resistencia de estas máquinas.
Estos días
han sido de los mas lindos de todo lo hasta ahora recorrido y también de los diferentes lugares
visitados en mis anteriores viajes. La gran variedad de sus paisajes, la
amplitud de estos grandes espacios y la soledad que los acompaña lo hacen
majestuoso. Sin embargo también he de decir que ha sido duro. Rodar muchos días
de forma continuada por encima de cuatro mil metros, el frio, el estado de la
pista, y el estar alerta continuamente para orientarte al no haber señales
y mil cruces de caminos nos han desgastado.
Y tomamos
fuerzas para lo que nos espera. Por delante el salar de Uyuni y la ruta de las
lagunas que nos conducirán de nuevo a Chile. Si esta ruta ha sido dura la que
se avecina parece serlo mas. Un paso a casi cinco mil y el ascenso a un volcán
de casi seis mil metros parecen esperarnos. La dureza una vez mas va asociada a
la belleza. Avanzo, un trayecto “solo para masoquistas”.
Desde mi cielo
donde las voces del viento y el rumor del rio, por constantes, se consideran
silencio. Un aderezado abrazo mis yuntas.
 |
Pronto estos atardeceres seran nuevamente tuyos. Ánimo Nando. |
No me voy
sin enviar un fuerte y especial achuchón al GAMBA del Nando, www.gambada.com . Parece
estar enfermo del pulmón, pero con un corazón tan grande todo es posible de
superar. Lo dicho a recuperarse que aún quedan muchas pedaladas por delante.
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Acaso te crees el Capitán América?? Foto Corinne |
Ah!!!! Este
mundo se moderniza y yo llego tarde pero he llegaó.
Una vez descubierto el Facebook me encontrareis en bici.birloque, alguna foto inédita
y algún avance podréis husmear por allí. Y si queréis………. nos hacemos
amiguitos.
genial tus fotos!!!, sabes captar lo invisible!!!! me encantan!!!
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