ENCONTRANDO EL SUR II

Metraje: 480 días aprox. Nac: Mundana, Genero: Realiti de aventuras, Catalogada: No recomendada a familiares cercanos.

Si hay algo que une a todos los seres humanos es el deseo de ser felices. Esta voluntad es el motor que activa y determina muchos de los pasos que van a dar Abisinia y Van Birloq en este largo viaje.

La falta de esperanza comienza a recortar sus sueños. Aburridos de esperar y de seguir esperando, de que nada cambie y de que nada venga, deciden perder el miedo a la vida y comenzar a trazar el boceto de su destino. Juntos parten en un viaje que les lleva a recorrer el continente americano restándole importancia al que y dándosela al como.

Este documental reúne la sabiduría y experiencias personales de esta ecléctica pareja en torno a un tema tan universal como es la búsqueda de la felicidad.

El sol de Rio Negro, edición de la mañana.

domingo, 1 de julio de 2012

Titiritero allez hop



Ecuador II (Cuenca, Vilcabamba, Zumba, Jaén) 331km, 4940 m+

De aldea en aldea
el viento lo lleva
siguiendo el sendero.
Su patria es el mundo
como un vagabundo
va el titiritero.

                                                     Serrat. Titiritero


Las primeras luces del día se cuelan de puntillas por la ventana de la cocina. Su reflejo, absorbido por el adobe, espabila el rostro de una madre. Un rostro agotado por la incertidumbre. Toda la noche aferrada a  ese teléfono que mantiene entre sus manos, amenazándole con la mirada, diciéndole; “suena de una maldita vez”.
El padre tras la cortina que lo separa del cuarto contiguo,  ha fingido dormir toda la noche. Con esfuerzo consigue enderezar su cuerpo cansado y empujarlo fuera de la cama. Agarra el balde, hay que ordeñar las vacas, ellas no tienen culpa de nada piensa. Tras un áspero buenos días esconde la preocupación que ya le pesa demasiado. Ha pasado por esto muchas veces, es el cuarto hijo que abandona la aldea camino de Estados Unidos.
Un poco mas abajo, pasando el horno donde se cocían los ladrillos, adelantito recién cruzado el rio, donde ayer resbaló el Kevin regando el cuenco de leche por el suelo. Allí, una esposa espera la misma llamada. Se distrae cocinando un desayuno en el que se entremezclan humo de leña y pesares. Las púas del peine han marcado simétricos surcos sobre sus cabellos mojados, ahora los tres pequeños están listos para partir hacia la escuela. El Kevin va con el jersey puesto del revés. Sus manos están acá, su mente con el coyote.
Hace cuatro días Juan llamo anunciando que estaban preparados para cruzar el desierto. Esa llamada pudo ser una despedida.


La historia no es nueva y durante años se ha repetido por estos valles en los que me encuentro. Esta zona del Ecuador es una zona de migrantes. Miles de ellos salieron de sus casas hacia un destino incierto con diferentes suertes. Ahora encuentras comunidades en las que se mezclan las casas de adobe con las desproporcionadas mansiones mandadas construir desde la lejanía. Casas que normalmente no son habitadas hasta la vuelta del hombre de la casa, casas a medio terminar porque la crisis le dejo sin uno de los dos trabajos que tenia. Casas que lo único que intentan es mostrar al vecino la ostentación del que ha ganado dinero.

                                                   “Aparentar tiene más letras que ser.”
                                                                                               Karl Kraus.

Ricas las humitas.

Jaime nos acoge en su casa. Vive en una comunidad indígena bastante alejada, en medio de la montaña. En Parcoloma y junto con su familia tienen un proyecto de turismo con el cual pretenden que la comunidad sea  autosostenible con los ingresos del turismo, de la agricultura y la ganadería.


Aquí pasamos unos días en contacto total con la vida rural. Viven de lo que generan con su trabajo y la tierra les devuelve. Poco necesitan del exterior. Nosotros algo mas, el perro nos roba el azúcar, la sal, la avena……….., y nos condena a comer arroz con cacao por dos días.


En el camino, llegando a Cuenca nos encontramos con Alejandra, ciclista profesional que me brindó su ayuda para intentar reparar la rueda trasera que no deja de partir radios. Excelente trato y recorrido por la ciudad con ella y Juan, su “enamorado”. Gracias por la mano que me echasteis.


Me encuentro solo por un día, vuelvo al silencio olvidado. La tenue luz del farol envuelve la habitación y me trae de nuevo la paz de la soledad. Nos abrazamos como dos amantes en el rencuentro, enredados en un olor a sabanas limpias. Las primeras en un mes.


Me dirijo hacia el Perú, estoy cerca, pero antes he de cruzar el valle de la longevidad. En Vilcabamba la gente es conocida por el largo tiempo que pasa en este mundo. Son personas longevas y esto se achaca a la climatología y paz del valle.  Algunos lo llaman Gringobamba, por la gran cantidad de americanos que se han venido a vivir a esta zona. Este ambiente nos hace sentir un poco en casa, a la noche gente por los bares, unas cuantas cervezas frías, un helado y remato cenando en el chino. Mi resfriado me da un toque de atención, noche de diarrea y al camino. Seguro que este no es el secreto de la longevidad.


Ya estamos por empezar una de las temidas y gloriosas carreteras, esta no tiene un nombre espectacular, un frio “ramal 4 de la panamericana” es su denominación, pero va a ser dura. Nos llevara a Perú cruzando de nuevo la Cordillera, con varios pasos si no elevados si duros por su trazado y con muchos kilómetros sin asfalto. Salida con el respeto que implican todos los mensajes recibidos de los compañeros respecto a lo severo del recorrido, vamos a ver como va la épica esta semana. Para salir empezamos con lluvia, y seguro que el barro hace presencia.


Desde el primer momento me doy cuenta que no estamos entrando en el corazón de los Andes, esto son las entrañas de los Andes. Poco a poco me han envuelto las montañas,  miro de izquierda a derecha, retuerzo el cuello buscando otra dimensión, una escapatoria. Estoy rodeado. Una línea blanca se dibuja rasurando la vegetación y se la ve perderse allá a lo lejos. Son las migas Pulgarcito, es el camino a seguir.

Como le gusta a Clemente.

Poco a poco, muy poco a poco, remontamos los montes para enfrentarnos al último del día, al gigante. Es la Cordillera la que debemos de cruzar, y cuantos mas nos acercamos mas se complica la meteorología. Las nubes están atrapadas, enzarzadas en sus 3400 metros de elevación y rápidamente nos cubren para lentamente, con toda la paciencia del mundo, calarnos hasta los huesos. La tarde llega y aconsejados por el frio y la humedad  decidimos alojarnos en un contenedor de mercancía que hay en un lateral de la carretera, en el alto del puerto. Allí tenemos el agua de una cascada  cercana y un techo con ventanas rotas para cobijarnos.


Me siento preso de la montaña, rehén de su goce, esclavo de sus repechos, esa trampa en la que caigo una y mil veces. El agotamiento será el único antídoto que me pueda enviar hacia terrenos mas planos, que me haga abandonar estos parajes de  tierra contraída, espacios que me atrapan por su belleza, su soledad, su energía.”
                                                                                                                  Del diario de Van Birloq.   
   
Consumida la noche, amanece con ropa húmeda y un potente desayuno lo más caliente que acepta nuestra lengua antes de quemarse. Tomamos la decisión de partir bajo la incesante lluvia que lleva horas acompañándonos. Doce kilómetros de bajada acaban por dejarme agarrotado. Bajo esperanzado por llegar al valle a la busca del calor y sequedad, error. Aquí empieza un tramo en obras, son trece kilómetros destrozados por la maquinaria pesada que los transita. En ellos deberemos de cruzar ríos agarrados a las puertas de los camiones mientras los obreros con botas de agua se encargan de cruzar las bicis, donde nadaremos en barro para poder salir de lo mas parecido a las arenas movedizas, donde una estrecha e inestable tabla nos servirá de cuerda sin red para cruzar quebradas que anegan la ruta, donde los deslizamientos ocasionan enormes lenguas de arena que bajan del monte y unidas a las lluvias de los últimos días forman una  emulsión chocolateada cubriendo el camino. Todo esto y mucho mas provoca que la mecánica de Abisinia diga basta y a menos de un kilometro del fin de esta tortura el cambio trasero se engancha entre los radios reventando todo a su paso. La lluvia decide que este es el momento de reaparecer.


Aquí en medio de la nada llega nada, olvídate de repuestos y avisa a tu ingenio. Eso si,  el alcohol no falta. Ayer fue el último día de fiesta de San Juan y hoy todavía quedan cuerpos pagando el exceso dormidos en las calles, en difícil equilibrio sobre las sillas de las cantinas…… un verdadero espectáculo.


Tras toda una tarde de trabajo y ajustes mañana podré salir con solo dos piñones en funcionamiento, sin freno trasero y con la rueda de atrás hecha un ocho. Poco a poco mejora la ruta, pero un incesante ruido en la bici del Arturo nos hace parar, acaba de romper el soporte del trasportín trasero. Tiene suerte, lo rompe en la puerta de un taller, un hombre nos hace pasar y le sueldan la pieza. Mi cambio en cambio sufre, le he de atar una cuerda hasta una alforja, lo cual me permite rodar una hora mas pero con la llegada de la cuesta dice basta. Después de muchos intentos e inventos he de decir “hasta aquí”, no puedo seguir. Que duro aceptarlo cuando estas rodeado de un paisaje tan lindo y sabes que lo que te espera dentro de esta de selva tropical será más lindo aún. Arturo me mira con cara de “trata de arrancarlo, Carlos”, pero se que ya es imposible. Me quedo como si a falta de una etapa portando el maillot amarillo has de abandonar la carrera. Otra lección del viaje ante la que me rindo con toda la humildad posible. Paro un camión, subo la bici y adiós al tour, al menos por hoy.


En Zumba me encuentro con el dicho de “Esta tu padre? Si, pero esta borracho.” Pues lo mismo, hay una tienda de reparación de bicis pero el dueño ha decidido cerrarla de martes a viernes porque si. Ahora debo de asumir que he de cruzar la frontera con el Perú para llegar a Jaén donde me esta la familia Obando con una semicasa de ciclistas y espero que con repuestos para la bici.



Caído del cielo aparece subido en un camión el Arthur. Tras el cristal le veo en esta ocasión con la misma cara que la sota de espadas, me confirma una mala noticia. Bajamos la bici de “su“ camión y veo el cambio trasero reventado, sin posible reparación. Increíble los dos con la misma pieza rota. Las vísceras andinas nos han regurgitado, nos evacuan de su interior.


Una chiva (camión de transporte) nos lleva hasta el rio. Un nuevo cruce de frontera, otro día oscuro de cielo amargo. Este paso fronterizo al Perú se llama La Balsa, antiguamente no había puente para cruzar el rio. Aquí el tiempo parece haberse detenido, aunque creo que realmente no está detenido es que fluye muy lento. Tan lento que para nosotros es inapreciable su paso.


No llegan carros para salir de aquí, sellamos el pasaporte pasando por tres estancias diferentes, todo es lento. Aparece un motocarro y nos sube las bicicletas a la caja, entre mas barro llegamos a Nanballe, el tiempo pasa. Acá no encontramos quien nos lleve al siguiente pueblo, esperamos. Encuentro un camionero que irá a cargar ganado y se ofrece a atar nuestras bicis al techo del camión y llevarnos hasta Jaén. Le debemos de esperar un par de horas. Finalmente son cuatro horas leyendo en la pausada plaza de pueblo. Tito y el Negro llegan, la caja vacía de ganado y un gesto de cansancio.


Se ganan la vida con el comercio, llevan y traen, compran y venden, da igual que, casi todo vale. Con las bicis cargadas en la caja y después de un reposado almuerzo salimos dirección San Ignacio. No nos importa que se haga tarde ya estamos sobre el camión y nos evitaremos agarrar diversos transportes que debíamos tomar para llegar a Jaén, vamos directos y tranquilos. Inocentes de nosotros.


La carretera de este lado también está en obras y aquí empieza otra aventura. Cortes que nos retienen el paso durante horas, la lluvia que aparece, una carretera que se empina, un barro que se hace jabón y comienza el rally. El camión no puede subir, el resto de vehículos que van llegando se quedan atrapados, los pasajeros de los colectivos se agolpan a los lados de las carreteras, los autos vacios  aceleran de lejos, culebrean sobre el barro, la gente empuja, llega la noche y tres horas mas tarde conseguimos salir de allí. Montecarlo.
Seis horas para treinta kilómetros, Tito no puede seguir está agotado así que aparcamos al lado de un mercado, nos lavamos de la arcilla acumulada en la fuente y a dormir a la caja del camión. Aquí huele a aguardiente!!!.


Levantamos pronto con la esperanza de en un par de horas estar buscando repuestos para nuestras bicis, inocentes. Vamos al mercado a vender los restos de mercancía que quedan en la caja, luego a cobrar a las tenderas que deben, un desayuno en lo que esperamos al que vendrá a comprar el aguardiente, todo se sucede de modo perezoso y la paciencia sigue desarrollándose. Ya en carretera, por fin salimos, y ahora continuas paradas a negociar transportes de fruta, a vender la gasolina que llevamos de estraperlo, a comprar mil quinientos kilos de arroz, a……………… Veintiocho horas después llegamos a Jaén, hemos cubierto ciento cuarenta kilómetros en este tiempo, todo ha sucedido de modo tan espacioso que parece que llevo tres días viviendo esta vida de titiritero.

Peinando el arroz. Trabajo podal.

Por fin en Jaén y justo llegando están cerrando un pedido urgente a Lima, parece que nuestros repuestos llegaran pronto, el sábado, bueno no, el domingo, está el día del campesino por medio y es fiesta.


El camino continua y mis bielas se encaminan hacia regiones duras y remotas. Así lo he elegido, es un tipo de viaje en el que se equipara  sacrificio y  belleza. Quizás en algún momento deba rendirme y asumir nuevos caminos. Se que a cada instante envejezco, pero la ilusión no quiere cumplir años y retorna a diario, prontito, con el sol de la mañana.

Ceremonia de celebración de mi  primer aniversario en ruta.

Nunca pensé que pudiera redactar un viaje, que  llegara a plasmar todo ello en este diario que comparto con el mundo desde donde tengo la osadía de escribir lo que quizás no me atrevería a decir. La elaboración es lenta y es en esa lentitud donde la maceración de las ideas y de las imágenes te desgasta y te prepara para el parto, el nacimiento de una nueva entrada. Después del parto la cuarentena, un tiempo de reposo. Mis embarazos, mis cuarentenas y mis partos se hacen cada vez mas largos, mas dolorosos y mas placenteros. Quizás lo que me ayude a disfrutar este  dolor sean las altas dosis de metaforanfetamina que sigo tomando a diario en cada bocanada de aire puro. O quizás sea el ego que todo lo viste.
Gracias a todos los que me animáis a seguir pariendo.



Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!

Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.
                
                                                            Federico García Lorca
                                                            Poema doble del lago Edem. Poeta nueva york



Desde mi cielo embarrado, donde su obligada lentitud me da lecciones de paciencia y rendición. Una elegancia de abrazo patas.


Mas de dos meses en el sur y no hablar de Román se me hacía duro. Mi incontinencia me lleva a compartir con vosotros estas líneas de su libro “Buscando el Sur”. Para mi biblia del viajero y culpable en gran parte de mi partida hacia estos mundos. En él relata su aventura de mas de tres años recorriendo suramerica a pie. Lo grande no es  lo que hizo, sino como lo hizo y para mi especialmente con que magia es capaz de narrarlo. Gracias Román por desnudar ante mi tanta humildad y sensibilidad al mismo tiempo. Espero algún día nuestras huellas se crucen de nuevo.


“Reproducir huellas sobre el mundo requiere renuncia de lo quieto, lo confortable, lo seguro, para aceptar vibraciones pastoriles que brotan acuciosamente desde la gruta interior del ser. Lo imprevisible es vida, aletea en cada recodo del camino, me espera con la daga del viento helado o con el crepitar hermano del fuego. Nada en este mundo sometido al trajín de la materia conduce al brillo. En el vestíbulo del placer dejo de ser esperpento, rompo los goznes y ando con sosiego: un morral moribundo, un callo en los pies y la tierra aguardándome con sus venas fluviales, su boca forestal y su espalda arenosa. Mi identidad no es mía, pertenece a este espacio integral donde los sueños tienen cabida, donde las voces se incineran y el silencio es nuestro padre.”
                                                                                   Román Morales. Buscando el Sur

2 comentarios:

  1. ¡¡¡vaya aventuras las vuestras!!!
    Una auténtica pasada tambien lo del barro.
    Deseando leer en próximo capitulo cómo les fueron a vuestras inseparables chicas tan fuertes. Contarnos si tuvieron que pasar por el "quirofanobici"

    Hasta donde pensáis llegar ?!

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  2. Hola. Soy Juan el "enamorado de Alexandra de cuenca ecuador. Cuentame como estas. Y ya sabes siempre aquí estaremos para apoyar. Saludos ala distancia

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