ENCONTRANDO EL SUR II

Metraje: 480 días aprox. Nac: Mundana, Genero: Realiti de aventuras, Catalogada: No recomendada a familiares cercanos.

Si hay algo que une a todos los seres humanos es el deseo de ser felices. Esta voluntad es el motor que activa y determina muchos de los pasos que van a dar Abisinia y Van Birloq en este largo viaje.

La falta de esperanza comienza a recortar sus sueños. Aburridos de esperar y de seguir esperando, de que nada cambie y de que nada venga, deciden perder el miedo a la vida y comenzar a trazar el boceto de su destino. Juntos parten en un viaje que les lleva a recorrer el continente americano restándole importancia al que y dándosela al como.

Este documental reúne la sabiduría y experiencias personales de esta ecléctica pareja en torno a un tema tan universal como es la búsqueda de la felicidad.

El sol de Rio Negro, edición de la mañana.

viernes, 20 de julio de 2012

Tierra trágame



Perú (Jaén, Leymebamba, Balzas, Cajamarca) 485km, 7629m+

Salgo a pasear por dentro de mi,
veo paisajes que de un libro de memoria me aprendí.
Llanuras bélicas y paramos de asceta,
no fue por estos campos el bíblico jardín.
Son tierras para el águila un trozo de planeta
donde cruza errante la sombra de Caín.

                                                                      
                                             Extremoduro y A.Machado.
                                                                     Buscando una luna. Por tierras de España.


Encerrado. Así me siento los cuatro días que paso en Jaén. Una ciudad envuelta en un zumbido continuo. Donde los habitantes me observan con cara de pocos amigos, como si fuera un extraterrestre. Una ciudad donde se respira humo y tensión, donde vivo con la sensación de no hacer nada esperando los repuestos que han de llegar de Lima. El tiempo pasa en lenta agonía.

El domingo salimos a las diez de la noche del taller y el lunes estamos a las siete de la mañana para rematar las bicis. Son las dos de la tarde cuando por fin y tras un  ayuno de bicicleta de cinco días salimos a rodar. Dios que mono!!!!

Atrás dejamos a la familia Obando que con su tienda “El ciclista” nos ha ayudado en la reparación de las bicicletas. Mención muy especial para alguien que me llegó profundo, Juan, el patriarca. Un tipo parecido físicamente a Manuel Alexandre, al que le pusieron dos piernas para sujetar un gran corazón y le dieron dos brazos para poder repartir la bondad que lleva dentro. Cada día admiro mas la virtud de la humildad.



También después de dos días metido en el taller desmontando y limpiando el barro que había llegado a lo mas profundo de la máquina algo he aprendido; la próxima ocasión que vea un  barrizal de esa magnitud subiré la bici a un camión y adelante. La bici ha salido casi destrozada de la contienda y yo no quiero ser ningún superhéroe.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
                                                         
                                                                       Federico García Lorca. La aurora de Nueva York.



El rio Uctubamba nos va a acompañar durante varios días dando color al valle y entregándole vida a su paso a los paisanos. Si Jaén era lo mas parecido a una ciudad india con su jaleo de mototaxis, este valle recuerda China. Campos anegados en los que los campesinos trabajan duramente en la siembra y recolección del arroz.



La vida en el campo es muy diferente. Acá a tan solo 40km de la ciudad la gente te saluda desde las cunetas, en cuanto te paras tienes varias personas con las que dialogar, rápidamente te ofrecen hospitalidad. Los días pasan y voy recuperando el ánimo. He de confesar que lo tenía un poco bajo, pero estos paisas y estos paisajes resucitan un muerto. Este Perú si me gusta.


Dejamos el amplio valle, sus frutas, sus arrozales y nos encañonados durante cuatro días. El cañón se estira y encoge como el fuelle del acordeón dejando pasar un viento embutido entre paredes que nos sopla siempre en la cara, sin importarle nuestro rumbo. Mis recuerdos pasan por momentos de las paredes de Ordesa a las arcillosas tierras leonesas. El Uctubamba continua presente.


Solitarias carreteras de paisajes mudos cruzan aldeas aparentemente deshabitadas. Soy recibido por desamparados cantaros de leche que esperan en la cuneta ser recogidos. Ni siquiera aparecen los omnipresentes perros que por costumbre corren tras de mi mostrándome sus colmillos, ladrándome.


Llegando a Kuelap, una antigua ciudad de la cultura chachapoya (guerreros de las nubes), construida en lo altísimo de un monte, decido provocar a la suerte. En mitad de la caló veo un carro de turistas aparcado y al otro lado del rio un trapiche. Allí están extrayendo guarapo (jugo) de la caña, toman sus fotos y nosotros confiamos en nuestra suerte para que nos suban hasta las ruinas. De sopetón vemos un tipo colgado en una caja la cual pende de un cable. Esta cruzando el rio. Se baja y nos invita a jugo de caña, a compartir su trabajo, luego a comer y mas tarde nos subirá en motocarro a Kuelap. La suerte se puso de nuestro lado.


Félix maneja su viejito motocarro con todo el cuidado que le es posible, pero las carreteras y el apremio por llegar antes que cierren le hacen forzar la máquina. En mitad de una cuesta hemos de parar a echar dos litros de aceite y a regar el motor con agua para que enfríe. Y para frio el que hace a 3000 metros al atardecer. Conseguimos que nos abran la puerta de esta fortaleza (llegamos tarde) y nos dejen pasearla, acompañados solamente de las llamas que actualmente la habitan, a la par que el sol quemando el horizonte decide ocultarse. Privilegiado mi menda. 


Si dura fue la subida botando en la parte trasera de la caja metálica con una pista llena de hoyos en su trazado y de barrancos sin fin en sus laterales, imaginate de noche y con un frio brutal. En una aldea nos dan un plástico grande con el que nos tapamos y conseguimos llegar a la casa de Félix semihelados y con el culo pa´tirarle. En su humilde cocina, construida excavando y ganándole terreno a la ladera,  nos espera su mujer una vez mas para ofrecernos cobijo, calor, y un poco de cena. Pasamos la noche como cowboys de bicicleta, vemos un fuego y allí atamos nuestros caballos, colocamos nuestros monturas y sacos de dormir  rodeando la chasca y hasta mañana que ya es demasiado por hoy.





                                                     Mañana, tarde, noche.                                                              Fotos Arthur.


Saliendo del salón de actos del ayuntamiento de Leymebamba, donde ayer nos dejaron dormir, mi cuerpo esta molido. Llevo varios días ya no provocando, sino vacilando a la suerte. Estoy bebiendo agua de los grifos, agua de un color whisky con limón, y anoche parece que el destino quiso divertirse y hacer un juego de palabras entre el estado de mi estomago y el puerto que debía de ascender. Allá arriba me esperaba el paso de Barro Negro, acá abajo noche de diarrea.


                                                                                                                                                                                                 Foto Arthur
Aun así a la mañana se apechuga y se continua. A media hora de ascenso un museo donde muestran momias perfectamente conservadas traídas de Kuelap. Parece interesante pero como ya sabes soy mas de ir a tomar el aperitivo que de ir a museos. Arthur se queda ilustrándose y yo continúo en lento progreso mi ascensión acompañado de los acordes que emiten mis tripas en las cuales buscan acomodación todos los jugos que siguen revueltos. Son casi cuatro horas de acompasado esfuerzo y allí arriba a unos 3700 metros observo el paisaje como si de una proyección en cinemascope se tratase. Los Andes desnudos posan para mí. La tierra  se arrebuja y se derrumba hasta allá abajo donde permite circular al rio que también tiene su sitio.



Me siento como el conquistador que ha hecho suya la tierra después de una dura batalla, como el águila que se columpia sobre el paramo haciendo suya la inmensidad. Pero poco a poco he de bajar, aceptar sumiso el vértigo de sus normas. Sé que mañana la tierra me impartirá otro castigo para salir de allí.


En la bajada nos gano la tarde. Son sesenta kilómetros de bajada ininterrumpida por una pista de tierra y riscos, unos 2700 metros de desnivel con una gran variación de clima de paisaje y con un continuo cambio de colores en sus tierras y rocas.



Llegamos a Balzas en las horas que el sol ya no baja al rio, a esa hora que esta entretenido en dibujar siluetas de colores sobre las lomas de los montes que se erigen como torreones ante nosotros. A nuestros pies el rio Marañón con sus aguas que parecen disfrutar de la paz que les trae la noche. Pero esa paz dura poco, raudas sus aguas se acicalan esperando la llegada de la luna llena, llena de vida.


                                                                                                                                                                                                   Foto Arthur.

Mis rodadas se dirigen hacia arriba buscando una salida del profundo valle. Mire hacia donde mire, suba por donde suba la ruta, se que va a ser duro. Comienza la jornada y comienza del mismo modo que va a trascurrir el resto del día, lentamente. Cuando se cumplen cinco horas y media de un monologo de pedaleo, sin un solo descanso en la pendiente, decidimos parar. 




Una aldeíta, Jelig, en medio del camino con unas excelentes vistas, nos proporcionara el agua que ya nos falta y unas arvejas (guisantes) recién recolectados. Nos los ofrecen unos campesinos a los que  habíamos regalado conversación hace un momento.



El sol busca esconderse, y entre los ojales de las nubes se cuelan las últimas luces del atardecer para zurcir los montes con puntadas de luz. Esta noche arroz con ajo y cebolla, el color de unos guisantes y en el fondo del bol media lata de atún con aguacate. El menú se completa con un buen tazón de chocolate endulzado con chancaca (dulce de caña), blanqueado con leche de bote Gloria y mojado con unos panes duros de hace dos días. Ale, a la tienda que ha llegado la hora del merecido descanso majo.



Los pájaros empachados de noche acercan la aurora con su canto. Relajado despertar y abriendo la puerta de mi tienda veo de nuevo los Andes a mis pies. De allí a terminar la faena, falta una hora de ascensión y bajamos a Celendín.



Llegamos a una zona que esta viviendo momentos difíciles, momentos de mucha tensión. El pueblo decreto un paro y está en lucha con una minera que amenaza con acabar  con el agua de la comarca. Ya han secado una laguna que existía. El rico cada vez mas………...y tu cada vez mas…… Antes de ayer en las protestas quemaron la comisaria y tomaron el ayuntamiento por la fuerza y ayer enterraron a tres campesinos a los cuales francotiradores policiales habían matado desde un helicóptero. Una paz forzada por la presencia militar y por un estado de emergencia declarado por el presidente del país hace que se mastique tensión en un ambiente  de tristeza y dolor.



La senda continua repleta de curvas infinitas. Algunas veces pienso que se van a entrelazar formando un nudo interminable del que no podré escapar. Toda la vida rodando? me imaginas? yo no. Vista desde lejos es como esas carreteras que dibujábamos con las manos en la arena para luego jugar a ciclistas con nuestras chapas (pique por fuera, trasquilón, redondilla….).



La tarde trae mucho frio, estamos a 3700 metros y debemos de parar, queda poco de luz. Encontramos la galería de una casa donde nos refugiamos, y nos hacemos un chocolate caliente con el poco gas y el poco agua potable que nos queda. Debemos matar al frio y al tiempo en espera de que llegue alguien que se apiade de estos dos nómadas de la biela. Una hora mas tarde aparece Angélica. Nos da cobijo en su humilde cocina, a continuación nos ofrece el calor del fogón y remata con una nutritiva cena.


                                                                                                                                                                                                Foto Arthur.
Cortando leña envuelto en un humo que intenta escapar entre las tejas rotas, ayudando a hacer divisiones de tres cifras a lapicero a la pequeña de la casa, diciendo dos tonterías de las mías y tres de las tuyas, paso a ser uno mas de la familia. A la mañana una pesada niebla y un aburrido frío  todo lo cubren. Un desayuno de fogón con sopa caliente y un sancochado de tubérculos (ollucos, ocas, papas) son el preámbulo de la despedida.



Estoy enamorado de estos Andes. Unos Andes duros, recios, hostiles, que al mismo tiempo son capaces de ser benévolos con los que los pueblan. Unos Andes heridos en sus entrañas con la explotación minera a la que están sometidos, decapitando sus cerros y contaminando sus aguas sin que nadie que se lo impida. El oro todo lo puede, la codicia todo lo tapa.



Una vez en Cajamarca Herbert, Carlos y Anaïs nos acogen. Excelentes anfitriones con los que lo pasamos muy bien charlando y recorriendo la noche de las calles. Linda ciudad colonial que nos enamora por su gastronomía basada especialmente en los lácteos. Días comiendo dulce de leche, churros rellenos de dulce de leche, arroz con leche y mazamorra, leche asada, bizcocho a las tres leches, quesos de todo tipo, pan tipo baguette, anticuchos (brochetas de corazón de res), papas rellenas, mollejas, cabrito…………Viniendo de ocho días en el monte y viendo tanta delicatesen  nos visita el síndrome Carpanta.



No quiero hacer balance, no quiero pedirme explicaciones a mi mismo de porque en los últimos ocho días he rodado por pistas en ocasiones en pésimo estado, porque he dormido en lugares aterido por el frio, porque he tocado el cielo cinco veces para bajar luego hasta sentir que la tierra me tragaba para volver a subir. Porque hago esto? Porque sigo los pasos de Sísifo?. Algún día me responderé porque.



Noticias de otros viajeros solitarios me anuncian que estamos en el bache del año, de la aceptación de este viaje largo que ya perdió el significado de vacaciones para pasar a ser un tipo de vida. Unos lo solucionan corriendo, buscando un objetivo con fecha, otros lo pasan con hemoal, sufriéndolo en silencio, y otros simplemente invitamos a este abatimiento a la mesa y charlamos con él.




Cuando veo tanta marea roja, veo sequía. Veo que nos tienen mareados para no diferenciar entre lo interesante y lo importante. Me acuerdo de Pessoa. Ahh y por mi parte que vivan las celebraciones multitudinarias  siempre, que no falten. Pero de vez en cuando que vivan  también las protestas multitudinarias.


“Descendió sobre nosotros la más profunda y la más mortal de las sequías  de los siglos – la del conocimiento íntimo de la vacuidad de todos los esfuerzos y de la vanidad de todos los propósitos.”
                                                                                   
                                                                                 Fernando Pessoa. La educación del estoico.


Desde la noche de mi cielo donde la luna llena me desvela con su luz, donde las aguas del Marañón juguetean con su reflejo iluminando mis sueños. Un interminable abrazo miadús.





Me han llegado estas letras de Carmen, me parecieron lindas y las quiero compartir con vosotros.


                                                                                                                                                                                            Foto Arthur.

“Están los que usan siempre la misma ropa. Están los que llevan amuletos. Los que hacen promesas. Los que imploran mirando al cielo. Los que creen en supersticiones.Y están los que siguen corriendo cuando les tiemblan las piernas. Los que siguen jugando cuando se acaba el aire. Los que siguen luchando cuando todo parece perdido, como si cada vez fuera la última vez, convencidos de que la vida misma es un desafío. Sufren. Pero no se quejan.
Porque saben que el dolor pasa. El sudor seca. El cansancio termina. Pero hay algo que nunca desaparecerá: la satisfacción de haberlo logrado.
En sus cuerpos hay la misma cantidad de músculos. En sus venas corre la misma sangre. Lo que les hace diferentes es su espíritu. La determinación de alcanzar la cima. Una cima a la que no se llega siguiendo a los demás. Sino superándose a uno mismo.

Feliz viaje compañero...
                                                                          
                                                                               Carmen. Cada uno en nuestro viaje.





1 comentario:

  1. Hola compañero,
    hermoso relato y hermosas fotos.
    Eres un capo.
    Mucho ánimo y muchas felicidades.

    Un abrazo de todo corazón,
    Toribio

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