ENCONTRANDO EL SUR II

Metraje: 480 días aprox. Nac: Mundana, Genero: Realiti de aventuras, Catalogada: No recomendada a familiares cercanos.

Si hay algo que une a todos los seres humanos es el deseo de ser felices. Esta voluntad es el motor que activa y determina muchos de los pasos que van a dar Abisinia y Van Birloq en este largo viaje.

La falta de esperanza comienza a recortar sus sueños. Aburridos de esperar y de seguir esperando, de que nada cambie y de que nada venga, deciden perder el miedo a la vida y comenzar a trazar el boceto de su destino. Juntos parten en un viaje que les lleva a recorrer el continente americano restándole importancia al que y dándosela al como.

Este documental reúne la sabiduría y experiencias personales de esta ecléctica pareja en torno a un tema tan universal como es la búsqueda de la felicidad.

El sol de Rio Negro, edición de la mañana.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Sueño Austral




Chile (Cerro Castillo, Cochrane, Villa O´Higgins) 545 km, 6675 m+


“Las mañanas dejaban en los arboles gigantescos jirones de espesa niebla que se anudaban en las copas como sinuosas cortinas de la evaporación.

Desnudo y feliz, sentía la libertad nacer en el centro de mi pecho, en aquella anodina geografía fluvial, apartado del mundo, yo era un hombre hermoso – así me sentía- en un planeta mas hermoso todavía.”

                                                                                                       Román Morales. Buscando el sur




El tiempo pasa y los hechos se suceden y mi memoria es corta. Me pongo hoy delante de la computadora con la intención plasmar lo vivido hace ya casi un mes, de ser lo mas fiel a la realidad. La distancia en el tiempo crea en mi mente una verdad distorsiona, tengo ganas de mentir, de hacerme el héroe, de exagerar historias y convertirlas en alimento para mi ego. Al fin y al cabo…….. por qué escribo un blog?

Intentaré reprimirme, ser sincero, sensato, humilde. No prometo nada. Lo entregaré todo.




La carretera austral, al sur de Chile, se escurre entre la formidable cordillera de los Andes. Durante mil doscientos kilómetros salta ríos, esquiva campos de hielo, dibuja una rizada silueta entre bosques de coihues, toma el apasionado color de la capuchina, la paz de la nalca, y entrega toda su alegría y alborozo a golpe de saltos de agua. Me empuja, me lleva en volandas a recorrer el indescifrable sentido de la aventura.



Todo esto comienza con un perezoso despertar. Observados por el desbordado campo del hielo norte, con el Cerro Castillo escupiendo nieve desde su lengua glaciar, con la tripa aun llena y los cuerpos un poco desentonados, nos espabilan los terceros o cuartos rayos de sol.
Despegan nuestras bicis un poco mas tarde de lo habitual, es una mañana dura, fue noche de poco dormir. La senda, como siempre, nos recibe para darnos fuerza, para eliminar toxinas, para tonificar nuestros cuerpos.




Después de seis horas de pedal sobre ripio, y con los antecedentes mencionados, consideramos que nuestro trabajo por hoy ha sido suficiente. Saltamos la valla, cruzamos el puente de madera a medio caer, ocultamos nuestras bicis en el bosque y nos lavamos en el rio helado. Un fuego caldea las piedras que asumirán la tarea de recalentar los restos del cordero. Esta igual de bueno que ayer.



El camino es cada vez mas solitario, la ausencia de pueblos cercanos nos permite rodar tranquilamente casi sin tráfico, poder disfrutar de este sublime paisaje. Acá la cordillera se convierte en un festival de roca y nieve embellecidas por un exceso de vegetación. Las montañas se elevan rápidamente, en sus faldas dejan lugar al valle, y al valle lo recorre el rio. Los glaciares bajan a saludarnos casi hasta la ruta y esta hermosa luz patagónica realza el intenso azul del hielo. 



No sin esfuerzo llegamos a Rio Tranquilo con la intención de abandonar la ruta principal y adentrarnos en un valle que nos paseara hasta el glaciar Exploradores. Ya se sabe, basta que uno vea una carretera difícil y remota en el mapa para que le crezcan las ganas de sentirse aventurero y colarse por ella.


Y faltaba la sorpresa del día. Nos encontramos con Nadia y Jose preparados para subir al glaciar. Xomin tiene carro y van todos pa´rriba a pasar la noche. A pesar de no haber lugar en el auto nos invitan a acompañarlos. Abandonamos rápidamente las bicis en un supermercado, agarramos los sacos, y somos seis remontando setenta kilómetros de ripio.




El valle espectacular. Nos arrepentimos mil veces de haber abandonado nuestras bicis y recorrerlo en carro. Los primeros cuarenta kilómetros, a diestra y siniestra, invadidos de masas deformes de hielo aferradas a la roca en eterna  lucha contra el riesgo del desplome. Grietas rellenas de luz y sombra. Cumbres pintadas de atardecer. Frío en el fondo del valle. Cruje el hielo.



La aurora rasga la noche armoniosamente. Lenta, la asesta una puñalada trapera, empuja de abajo a arriba. Su dulzura violácea la convierte en inocente.




Día de fatiga, de idas y venidas. Decidimos reposar en el camping, además se viene con nosotros Txomin con sus costumbres, con sus instantáneas. Tomamos una ducha merecida, ayer dormimos en un ahumadero de pescado y era el último aroma que nos faltaba por añadir a cuatro días de ruta sin una ducha.

Esta parte final de la carretera austral está teniendo días de duro pedaleo. La geografía, y el trazado elegido por el ingeniero civil, que parece no haber asistido jamás a clase y haber recibido el titulo por correo, hace que nos encontremos con pendientes de un 18% sostenido durante mas de mil metros. Las cuestas se suceden de forma casi diría criminal. Mi rueda trasera ya esta lisa, no agarra, patina en las rampas, mientras, la delantera amaga con elevarse llegando a despegarse del suelo.




Autoridades chilenas, desde aquí un ruego, por favor, que alguien renueve el temario universitario de los ingenieros civiles, de puentes, y caminos. Un poco de compasión para el cicloturista.

“Una luz manchada de azafrán se posa sobre mis parpados, los despega. Es el anuncio de que el nuevo día ya esta dispuesto a ser rodado. Una dramática geografía entrega al recorrido una extremada exigencia y le otorga una belleza directamente proporcional. “

                                                                                                                          Diario de Van Birloq.




Saltan las alarmas, parada en lo mas alto de la loma observa el terraplén. Como guerrera preparándose para la batalla  se coloca impaciente su casco blanco. Estamos frente a un descenso. Con plato grande lanzamos a cámara lenta nuestras bicis, la velocidad aparece, concentración. El aire golpea mi cara, la bici brinca, la cuneta avanza deprisa, la mirada lejana buscando la piedra, el agujero a esquivar. Vértigo, curva de herradura, estoy encima, no veo nada, apuro hasta el final, clavo el freno, saco la rodilla, invado el carril contrario, me quedo sin carretera, vuelco el cuerpo fuera de la bici un poco mas, de nuevo dentro. La adrenalina aumenta, un grito se escapa. Otro cerro se aproxima, la pendiente me frena, respiro, relajo los músculos, pierdo tensión, plato pequeño, molinillo, y vuelta a empezar. Nos colocamos en paralelo, sabemos del cruce de miradas, de sonrisas. Saboreamos la complicidad.

He vuelto a hacer el jilipollas, a jugármela, y ella otra vez bajó más rápido. Maldito diablo.



El sol y las cuestas exprimen mis energías transformándolas en litros de sudor. Es una sed fácil de extinguir gracias a los cientos hilos de agua fresca que caen de las montañas. El calor derrite nuestras ícaras alas y nos empuja a compartir sombras de siesta. Desperezarnos luego es fácil, un salto y ya estoy en las torrentosas aguas del rio o en la calma del lago. Sensación de tarde de verano, de vacaciones con bicicleta.




Buen fuego para hacer la cena, vino del barato y  noche bajo las estrellas. La carpa hace mucho que permanece guardada. Las noches se hartan de amistad, amistad charlada, amistad profunda.

 “ Sé que mi vida no es perfecta, también sé que soy afortunado. Me abandono al disfrute. “
                                                                                     Diario  Van Birloq
                                       



Las aguas del Baquer, río más caudaloso de Chile, bajan empujando. Fuerte, impasible, potente, inalterable, orada la roca y arrastra con rutina el árbol que se cruza en su camino.


El azul turquesa de sus aguas eclipsa el resto de los colores del panorama. Poco mas adelante, escurriéndose entre las montañas, comienzan a aparecer arroyos agregando al cauce sus aguas lechosas cargadas de sedimentos glaciares, transformándolo en un tono esmeralda. Acompaño el rio sobre una senda que dibuja su perfil, el agua, jaranera a su paso por los rápidos, se transforma en relax en el remanso del lago.




Por la latitud y la época del año en la que nos encontramos disfrutamos de longevos atardeceres. Superan la hora y media desde que el sol se esconde hasta que llega la oscuridad total. El juego de luces que se crea evoluciona lentamente creando un tornasolado horizonte.  A esto le añadimos tareas rutinarias como la de recoger leña, encender el fuego, calentar el agua para el cafelito, ir pensando en que cenamos, un par de bromas y  resulta paz, mucha paz.




En el mundo moderno gran parte de las familias se reúnen alrededor del televisor. Para nosotros el fuego es el centro, con él cocinamos, nos calentamos y nos mantiene concentrados observando el baile de sus llamas, escuchando los chasquidos de la leña. Su poder de relajación supera al de una caja de prozac tomada de un golpe. 



Es el sol quien tiene la labor, a la mañana, de sacarnos del saco. Inmunes a su luz, son sus rayos los que nos achicharran y nos empujan hasta levantar. Mis compis poco hablan; un seco buenos días se les escapa a duras penas entre los labios. Es el café el que comienza a despertarlos y a tornarlos mas risueños, y ya sobre la bici, pasados unos pocos kilómetros destapan la caja de las bromas y sacan su perenne sonrisa a pasear.

Pregunta: si colocaran en línea recta la longitud de todas mis sonrisas vividas en el viaje cuantos kilómetros serian? Chicle de menta para las tres primeras respuestas.



La libélula, posada en su brazo, vino para contarla un secreto que ahora dejará de serlo. El corazón no puede volar si deambula atado al barro, si carga el plomo del espejo. Lindo sueño austral.




Este paraíso natural se encuentra en peligro, ya sabemos, la codicia del hombre es infinita. Varias compañías están intentando construir unas represas que destrozarán el paisaje y todo lo que en su camino se cruce. La avaricia del ser humano no tiene límites, el conseguir mas y mas cosas materiales y no tener tiempo para disfrutarlas está de moda (lo estuvo siempre) en esta pinche sociedad.

Es aquí cuando pienso en el tiempo perdido en la escuela (cada día mas de acuerdo con Passollini cuando dijo, ya en el año setenta y tres, que escuelas y televisión deberían de permanecer cerradas) donde nadie dedicó el tiempo necesario para explicarnos la diferencia entre precio y valor. El precio del oro y el valor del agua, de la vida. PATAGONIA SIN REPRESAS.




Fornidas montañas ocupan el horizonte, las nubes apoyadas en las copas de los arboles se sostienen firmemente, mientras el agua, imperturbable, escava haciendo   mas pronunciados los pliegues de la tierra.




Comienza la lluvia, 22 km restan para llegar a Tortel, comienza la contrarreloj, el disfrute del ciclismo. La belga se pega a mi rueda, apretamos la tuerca, tensamos la cadena, nadie hace la goma. Las bicis vuelan sobre el ripio roto, las alforjas saltan golpeando continuamente los portabultos, nada importa, solo volar. Rodamos la París-Roubaix, dándolo todo goteamos sudor, plegada la espalda sobre el manillar, agachada la cabeza, fijada la mirada al suelo, se empujan las bicis, entrada al sprint. Juegos de ciclistas.

Villa Tortel me recibe cansado y al mismo tiempo lleno de vida. Me siento con la fuerza y la fragilidad de un hombre de cristal.




Este pueblo marinero se descuelga desde lo alto de un cerro hasta el mar. No tiene acceso en carro y han creado una encrucijada de pasarelas de madera que se reúnen en pequeños puertos donde las barcazas acercan las mercaderías y suministros necesarios. Pintoresco lugar.

Lluvia, frio y una oportunidad para dormir en el quincho del aeropuerto. Xomin aparece de nuevo, compartimos cena, fotos, atardecer. 


Saber que nunca vas a llegar tarde. No saber donde vas porque quieres, sin tener destino ni horarios porque no quieres. Hoy puedes llegar acá pero posiblemente no llegues y tampoco pasara nada. Sin horario ni destino vives en la sorpresa. Solo quiero caminar.




Estamos rodando mucho y desde hace dos días voy muy rápido, disfruto tanto en la subida como en la bajada. Exprimo mis energías, los músculos se hinchan no dejando cabida a las venas que abultadas se oprimen contra la piel queriendo salir. Me exijo al máximo disfrutando de cada pedalada, sintiendo como la fuerza de mis piernas, perfectamente engrasadas, mueven esta bici, como la transmiten a través de las bielas despegándome del suelo. Me deslizo.




“Salgo a los senderos con el alba. Los cerros lejanos sienten ya sobre sus espaldas el paso anheloso de este viajero. Estoy haciendo grandes jornadas, sentándome un momento para tomar aliento y reiniciando la marcha tercamente otra vez.”

                                                                                                  Ciro Alegria. Los perros hambrientos

A mi llegada a Cochrane el cuerpo me da un aviso. Me he pasado y estoy muy cansado. Necesito reposo.

Todo tiene un límite, incluso el precio del alojamiento. Después de llegar tarde y de llevar mucho tiempo acampando al aire libre se nos hace caro pagar por el hecho de tener un lugar donde dormir bajo las estrellas y partir pronto a la mañana. Ocupamos un rincón del parque del pueblo. Allí filtramos agua, hacemos nuestras cenas bajo la atenta mirada de algunos vecinos,  y pasamos la noche cinco ciclistas tirados. 


A la mañana me levanto renqueante, se mezcla agotamiento y sol, no hay capacidad para partir con tanto calor. Hay que darle pronta solución, no encuentro otra, un sangüis y siesta. Y en la espera de tomar decisiones aparece Ana, su chico Fer anda por ahí, mas tarde el destino nos acercará a esta pareja de entrañables valencianos.

                                                                                                                                                                                   Foto Arthur

Tomamos el internet con ganas, son muchos días sin conexión y he de reconocer que  siempre apetece tener noticias de los mios y de los nuevos también. Hoy sorpresa, un mail del grupo Skap aparece en mi correo. Estoy invitado a un concierto en Buenos Aires, ahh y Abisinia también, subirá al escenario. Esto va a cambiar mis planes para el retorno hacia casa.

Un helado nos da el frescor, la capacidad de arranque, salimos de nuevo a la ruta a pesar del sol y la pereza.



No hay agua, la noche se echa encima lenta como de costumbre, y finalmente nuestras pedaladas se cruzan con las aguas de un rio. Un café a la leña y la moral de la tropa sube a las nubes. Esta noche la charla alrededor de la hoguera llega lejos, sale de muy dentro, sin censura exhibimos parte de esos sentimientos tan  profundamente guardados que nos hacen daño al caminar. 



Yo, me siento feliz, disfruto escuchando (parece que voy aprendiendo a escuchar y callar), viendo la foto que no hice, echando mas leña, no quiero que hoy termine.



Esto me supera, intento contenerme, pero acabo vomitando sentimientos convertidos en palabras que abrazan a mis compañeros. Con un hondo sentimiento de hermandad nos acostamos, ha sido otra gran noche  y mañana queremos madrugar.

Como telas de arañas entrelazadas en las ramas aparecen las nubes al amanecer. No queríamos sol y no lo vamos a tener.


El material sigue desgastándose, mas de 500 noches fuera de casa hace que mi aspecto de punk trasnochado roce el de adefesio, que el desgaste llegue a piezas y a ropajes. Zurcidos y reparaciones y cortes de pelo, alargan su vida, cambian su imagen.


En la lejanía se vislumbran los carros levantando un reguero de polvo que corre por la ruta como la nube de humo que levanta una mecha de pólvora ardiendo. Acabamos las jornadas con la arena pegada a nuestro cuerpo y vestiduras, bajamos al rio petrificados como guerreros de Xiam.


Navegando las tardes sobre la carretera austral con el viento a favor. Un gran campo de hielo de dimensiones inimaginables me acompaña. Montañas cubiertas por nieve fresca ocultan el glaciar que se desborda como la espuma se deja caer por las paredes de una jarra de cerveza. 


No dejo de pedalear y comienza a faltar la luz. Y es ese momento cuando las sombras, persuadidas por el crepúsculo,  se funden a negro en una sola, cuando una legión de estrellas colma el cielo, y reunidas en corrillos dibujan figuras. Colgada, la Cruz del Sur, señala una noche mas el encuentro de mi mirada con Orión.



El redoble del pájaro carpintero contra un tronco pone música al camino. Me recuerda a los palmeros, me traslada a uno de esos conciertos de flamenco vividos en un pequeño local. Echo de menos.




En este escenario donde las innumerables subidas reducen la velocidad a 5K/h, donde el tórrido sol merma tu esperanza de llegar al final, te enfrentas a una guerra sicológica. Escuadrones de tábanos te acosan continuamente, durante horas continuadas, hasta hacerte perder los nervios. Omnipresentes hasta llegar la noche convierten esto en nuestro Pearl Harbour. Golpearlos supondría soltar una mano del manillar y lo difícil del camino en ocasiones no te lo permite, en otras los agarras con la mano en su torpe vuelo, pero te da igual, hay mas, siempre vuelven.




Las copas de los arboles se abrazan creando túneles de naturaleza. Entre la encrucijada de ramas se cuelan rayos de sol hilvanando la senda con pespuntes de luz. Los días transcurren luminosos. En el camino todo tiene un significado sencillo y natural. Desaparece el tiempo, resbala vertiginoso entre los radios de la rueda.



Los arboles yacen en el pasto dando forma a un caótico cementerio, poco a poco pasan a formar parte de la tierra que antes les dio la vida. Va para cien años que en Patagonia hubo un gran incendio. Duro cuatro años. Con el invierno concentraba su fuerza bajo la tierra, se transmitía a través de las raíces. Cuando la nieve y la lluvia le daban una tregua remontaba a la superficie apareciendo donde nadie lo esperaba. Esto acabó con el bosque autóctono de media Patagonia, del resto se ocupó el hombre.

Llegando a Puerto Yungay, la carretera desparece. Un brazo de mar evitó su paso y el presupuesto la construcción del puente. Una barcaza nos espera y dormitando en la playa vemos dos cuerpos acompañados de dos bicis, la puta!!!! Jose y Nadia, estan acá y traen la lluvia.


Celebramos cada día como si fuera el último y lo disfrutamos como si fuera el primero. Sepultamos el camino de la rutina, y en ocasiones llegamos a adoptar conductas, se podría decir quinceañeras, de viaje fin de curso, pero así es la exaltación de las emociones. La alegría general es contagiosa, se desborda, se nos escapa de las manos. 




Y es que no hay espacio para el disfrute a través del razonamiento, de la censura. Cocino los días a fuego lento, y ya en la paz de la noche sedimentan los mejores momentos vividos que  alimentan mi experiencia futura.




Transcurre el sendero acompañado de un paisaje de arboles desnudos. Desprovistos de hojas y cortezas se mantienen erguidos como percheros esperando el abrigo de la niebla. Por contra su reflejo en estas frías aguas está lleno de vida.



Y acariciando los pedales llegué a Villa O’Higgins, habían sido mas de mil kilómetros sobre esta carretera y una sensación de emoción me invadió. Sentí el peso de todo lo lindo que cargaba en mi y lo que iba dejando atrás.




Sentados en la acera esperamos nada, pasamos el tiempo entre sangüis de palta y queso cremoso. Alguien compró cerveza y además fría. Disfrutamos de la llegada, del final, del esfuerzo, de la recompensa de días duros, de días difíciles, de días hermosos.




Nada esperamos y todo llega, encontramos sin buscar. Un auto se para a nuestro lado, se asoma el copiloto y nos ofrece pescado. Jose y Lisbeth saltan si saber aun lo que nos espera. Siete imponentes peces que nos regalan y ya tenemos cena.




Guitarreo a la sombra del galpón, un poco de música para celebrarlo antes de acercarnos al ecocamping de Mauro, el Tsonek. A ese barbudo de coleta lacia le conocimos en la ruta, se paró y nos propuso pasar por su casa, y una vez que pasas te quedas. Miles de razones, la primera la persona, también el lugar. Un bosque envuelto en magia nos acogerá.



Como siempre todo se enreda, hay pescado para todos y en los preparativos de la cena aparecen las primeras canciones, los primeros vinos, los primeros invitados que llegan con un instrumento debajo del brazo. El atardecer continúa cayendo lentamente, muy despacio, a compás. De modo dulce maceran nuestras almas alrededor de las guitarras, flautas, charangos, saxofones, palmas, voces… la energía se genera elevando nuestros espíritus y rápidamente se crea una comunidad de alientos. Se eterniza la noche, todo se comparte, abrazos, hechizo, sonrisas.



Las notas fluyen y los temas son entonados al unísono. Es entonces cuando  comenzamos a desnudar nuestras almas, que ya de por si tienen el hábito de llevar poca ropa, cada uno a su ritmo, sin pudor. De a pocos vamos dejando nuestros corazones sobre la mesa, están para usarlos, agarras uno y envuelto en el embrujo de la noche, acompasado por la música,  te paseas con él. 




La noche pasa y alguien golpea el cristal tras las ventanas. Es la aurora con su luz de lirio mudo empujándonos a la cama.




No encuentro el momento de acostarme y no  pierdo la costumbre de irme el último a dormir. Alguien dejó un corazón olvidado, me lo calzo con sus pies de fuego y salgo a pasear un bosque de luna llena. Cicatrizan las heridas.

Aquella noche me esperaban
con fuego y velas encendidas,
los pinos susurraban cosas
en su melancólico idioma
y allí reuní mi razón
con mi corazón desbordado.

                                                                                                               Pablo Neruda. Itinerarios




Llega la claridad, aun despierto anido en mi plataforma de madera. Arropado por el ramaje de arboles que me envuelven y tamizan la luz de la mañana, también duermo el día. Del mástil cuelga la bandera del silencio soplada por el canto de los güel güel. 


Me duele el vino en la cabeza,  leo a Neruda, el sueño me visita de nuevo y anhelo el beso que me faltó al despertar.

“Buscando nombre al primer beso, me enrede en un segundo interminable.”
                                                                                                        
                                                                                                                           Diario de Van Birloq




Desde el cono sur de mi cielo austral, donde comparto mi vida con unos vecinos que ya hace tiempo vienen a visitarme todos los días. Para Nadia, Arthur, Jose y Liesbeht, que ensanchan mi corazón con cada abrazo que me dan, que alimentan mi espíritu con cada sonrisa que me regalan, y para todos los que aparecen a diario compartiendo parte de sus vidas, un aparatoso y eterno abrazo. Cachai? huevón.




Sensación de miedo y a la vez de  libertad.
Ya eres libre por fin has visto tu sol,
ya eres libre y ya nadie lo eclipsó.

                                                                                                                  Burning. Jhony el seco



Terminó este parto con cesárea, respiración asistida y las contantes vitales por los suelos. Ha sido de lo mas difícil de lo que he escrito hasta el momento, difícil intentar poner palabras a tanta intensidad y  tantos sentimientos desde la lejanía del tiempo.

5 comentarios:

  1. Cuanto me encantaría que continuaras aquí, cuanto me encantaría que continuaras haciendome soñar, cuanto me encantaría que esta proxima etapa te hiciera tan feliz, cuanto me encantaría....
    cuidate hermano y gracias como siempre por ser ese ejemplo que tu ya sabes, un abrazote.
    SALUD Y BUEN CAMINO, NANDO.

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  2. Encantado de estar aquí y allí. Encantado de compartir. Encantado de que esto haya sido solo el principio. Tenemos mas Nando.

    Un abrazo

    Jorge

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  3. hola Jorge
    esperamos que tu es en ruta por el antarctiqua y que todo se passa bien para ti.
    estamos en Cafayate , y esperamos te ver en francia u en españa el siguiente invierno.
    Hasta luego
    Bruno Cath y Lucas

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  4. Jorge, me encanta leer tu blog!!!! Cuánto transmites!! Un abrazo. Mamen

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  5. OTRO BLOG TAN INCREIBLE COMO EL RESTO.... ENHORABUENA JORGI.

    Y, AUNQUE SIGAS DESCUBRIENDO EN TUS CAMINOS A GENTE ESTUPENDA Y QUE COMO TU ESTEN VIAJANDO Y VIVIENDO SU MOMENTO:
    ¡¡¡ NO ACABA AHI LA COSA !!
    EL MUNDO ESTA LLENO DE GENTE NUEVA Y MARAVILLOSA Y TE LAS ENCONTRARAS, LO SABES.
    UN BESO LLENO DE CARIÑO Y UN ABRAZO INMENSO.
    HASTA MUY MUY MUY PRONTO LOCO MUY LOCO Y PREPÁRATE PARA LA GRAN VUELTA :)

    FDO.: TERESA (TÉ)



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