ENCONTRANDO EL SUR II

Metraje: 480 días aprox. Nac: Mundana, Genero: Realiti de aventuras, Catalogada: No recomendada a familiares cercanos.

Si hay algo que une a todos los seres humanos es el deseo de ser felices. Esta voluntad es el motor que activa y determina muchos de los pasos que van a dar Abisinia y Van Birloq en este largo viaje.

La falta de esperanza comienza a recortar sus sueños. Aburridos de esperar y de seguir esperando, de que nada cambie y de que nada venga, deciden perder el miedo a la vida y comenzar a trazar el boceto de su destino. Juntos parten en un viaje que les lleva a recorrer el continente americano restándole importancia al que y dándosela al como.

Este documental reúne la sabiduría y experiencias personales de esta ecléctica pareja en torno a un tema tan universal como es la búsqueda de la felicidad.

El sol de Rio Negro, edición de la mañana.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Camino del Inca



Perú V (Ayacucho, Uripa, Abancay, Cuzco) 595 km, 11040 m+

En lo alto de la sierra
me detuve a descansar.
Pero sentí que me iba
sin moverme del lugar

Los ojos se me perdieron
en aquella inmensidad.
Y me olvidé de mi mismo
tanto mirar y mirar.

                                                                              Atahualpa Yupanqui. El cielo está dentro de mí


Tendida sobre el cerro queda Abisinia mientras su rueda trasera continua girando, pareciera que nunca se fatiga. Me siento sobre el pasto amarillo de la última loma, sus antecesoras ya fueron derrotadas por mis pedales, y curioseo el paisaje con la prepotencia del vencedor que se siente observado. Justo frente a mí, allá,  al otro lado del valle, distinguido por unas grandes antenas rojiblancas se muestra mi próximo objetivo. Bajo mis pies la tierra se desploma al encuentro del rio, el puente que lo cruza me invita a remontar las faldas de una montaña que me llevará a la conquista de un nuevo abra (collado). Esta historia se repetirá durante toda la semana.

Los cuidados que nos proporcionó Ayacucho durante tres días fueron mas que suficientes para salir camino Cuzco, camino del Inca, con las pilas cargadas. Partimos con el conocimiento de que vamos a enfrentarnos a uno de los tramos mas duros de este viaje. Mas de 5oo kilómetros, con 5 collados (4 de ellos por encima de 4ooo metros), cuestas de mas de 60 kilómetros con desniveles superiores a los 2ooo, mosquitos asesinos en los valles, mucho frio en la altura y un oxigeno que por momentos escaseará. Alguien lo definió como “la madre de todas las batallas”. Así lo hizo porque no sabía las que aun le faltaban. Que fantasma soy dios!!!!!, perdonarme porque tengo mas cuento que el Calleja.

“Con la aparición de las primeras lomas comienzan las escaramuzas. Sobre este idílico campo de batalla se ubica de un lado un nutrido ejército de montañas, del otro, un soñador. Cada uno con sus armas se funden en una armoniosa lucha donde no hay vencedor. Siempre él, el mismo vencido.” 
                                                                                          
                                                                                                                       Del diario de Van Birloq



La ruta, no podría ser de otra manera, comienza con una ascensión de cuarenta y tantos kilómetros. Toma castaña!! Con la idea clara de no despilfarrar energías, que mas tarde necesitaré, me paro cada hora, estiro las piernas y me como un panecillo. Pero los buenos propósitos normalmente  no suelen durar mucho. Una vez arriba comienzo a rodar por la puna. Lo que para mi era una bajada inminente se transforma en un subibaja en el que desaparece rápidamente el  asfalto.

La tarde llega de sopetón y estamos lejos de todo. El sol se agota tras las nubes y casi sin fuerzas se deja caer detrás de la loma. El frio se presenta enérgico, hace tiempo deberíamos haber encontrado refugio, pero aquí no hay nada. Adelantito, al final de la jornada, unos obreros recogen las herramientas, mientras otros inventarian sacos de cemento. La visión del oasis en mitad del desierto se desvanece rápidamente.

El Taita me comenta que tiene prohibido dejar a nadie dentro de la caseta y que debemos de dormir al raso pues solo hay puna en muchos kilómetros a la redonda. El viento sopla con fuerza y agrava la sensación de enfriamiento. Asumo su respuesta y comienzo a ponerme toda la ropa que tengo en las alforjas (tres pantalones), le doy tiempo al tiempo y finalmente creo que lo que doy es pena. Taita y un compañero agarran unos tableros y comienzan a construir una caseta con retales de maderas, el interior lo forran con una lona plástica. Construyen una mezcla entre chabola y  caseta para el perro. Salvados!!!!


La noche estaba descubierta, la cobertura de estrellas no era suficiente abrigo y un frio profundo se ocupaba de penetrar entre las rendijas de nuestro “adosado”. La mañana comienza a fundir el hielo agarrado al pasto. Salir del cobijo y pensar en calentar el desayuno supone enfrentarse al frio y la pereza, pero el sol, que poco a poco recupera fuerzas, nos echa una mano.

Los obreros, ya de vuelta, prenden cartones para descongelar las tuberías de los camiones para así poder ponerlos en marcha. Uno a uno se acercan a preguntarnos a cerca de  como fue la noche y  nos obsequian con panecillos que dejaron de tomar en el desayuno para entregárnoslos a nosotros.

Enamorado de la puna.


En cualquier viaje que se precie no hay lugar a los planes, o debe haber lugar a cambiarlos constantemente. A qué pueblo llegaré hoy?, donde dormiré? Las respuestas son hipótesis de difícil cumplimiento.


La construcción de la carretera por la que ruedo hace que se den continuos cortes, cortes en ocasiones de mas de dos horas y que desarrollan mi paciencia y mi astucia. Continuas conversaciones con los operarios tienen como fruto que pasemos por lugares por donde nadie pasa, exponiéndonos  en ocasiones a lluvias de piedras. Pero no siempre se gana, un derrumbe corta irremediablemente la ruta y me empuja a echarme la siesta bajo una piedra. Fijo, hoy ya no pasamos. Estamos cerca del rio y hay que buscar refugio, en esta ocasión de los mosquitos, en una aldea de tres casas donde dos de ellas están derruidas. Lo que parece difícil misión, encontrar un lugar donde dormir y otro donde comer se aúna alrededor del fogón de una pequeña tiendecita, donde  los cuyes corretean entre nuestros pies.


Agradecer a los ingenieros de caminos Peruanos sus largas trazadas en las ascensiones. Las carreteras culebrean retorciéndose entre las encañadas, con una pendiente sostenida de un 5% como máximo. Esto las transforma en largas ascensiones pero muy llevaderas.

Un agujero en los muros de adobe, diseñado para algún día tener una ventana, deja penetrar el mugido del Pampas, un rio que lucha desde hace siglos contra las paredes de roca que lo oprimen (parece la historia del Ché). Una vez cruzado el puente miro hacia arriba buscando la salida, la senda parece que quiere hablarme y contarme lo que me espera.


Comenzar la mañana con un pinchazo no es lo mejor, pero cualquier situación chunga siempre es susceptible de empeoramiento. Me paro a reparar y una legión de mosquitos comienza a taladrar mi piel. No se como hacerlo pero cada vez son mas y mas agresivos. Salgo de allí como puedo, con un parche a medio poner, una rueda a medio hinchar y mis piernas y brazos goteando sangre. Parece que vengo de “La Rosilla”.


Si ayer fueron los cortes por las obras los que nos obligaron a parar pronto hoy va a ser una huelga de profesores. Han colocado piquetes cortando el transito. Nos paran y nos invitan a comer. Tienen grandes ollas para compartir con todos los familiares que les apoyan y con los afectados. Y si a la mañana son los profes los que nos impiden el paso a la tarde un profe esquirol escondido en la escuela nos abre las puertas del aula de segundo grado para ofrecernos hospedaje. Así es la vida, lo que te quita por un lado te lo da por el otro. Otra noche a cubierto, otra noche de “hotel”.

El Arthur y el moa, una tarde en la oficina.
Intentando evitar los mosquitos  pasamos Andahuaylas y remontamos la cuesta, unos obreros nos anuncian que no quedan mas poblados ni tiendas donde comprar la cena, nuestras alforjas están vacías. En la cuneta conocemos a Lucho, argentino que lleva cinco años caminando Sudamérica y con él compartimos la noche.



Una pequeña comunidad con poca vida, parece despoblada, es el lugar donde probaremos suerte. Hoy la tarde amenaza lluvia. Me siento en una piedra y comienzo a conversar con todo el que pasa, finalmente después de buen rato compartiendo historias la seño de la tiendecita nos ofrece un lugar. Nos abre las puertas de su humilde y estrecha casa.



Ocupamos la cocina como refugio de la tormenta que ya esta encima y nos convertimos en anfitriones. A la luz de las velas y sobre un fogón de leña cocinamos una cena que compartimos con la familia. A pesar de los problemas de comunicación, no hablan bien el castellano su lengua es el Quechua, gran experiencia.

“Cayendo la tarde, en el momento de la luz mágica, aguacero exagerado. Un asfalto inflamado transforma la lluvia en  vaho. Infantiles recuerdos de  bicicleta me invaden rápidamente, olor a tierra mojada tras la taciturna tormenta de verano. Cuando las bicicletas solo eran para el verano, y su fin significaba la vuelta a la ciudad, la vuelta a un nuevo curso escolar, la pérdida de tanta y tanta libertad.”

                                                                                                                     Del diario de Van Birloq



El almuerzo lo hacemos en la carretera, las gentes de extremada generosidad nos asaltan en la cuneta para invitarnos a comer. Unas veces papas, otras maíz con queso, chicharrones y tampoco faltan los chupitos de cañazo. Están cosechando las patatas, se juntan todos los miembros posibles de la familia y convierten estos días de duro trabajo en un encuentro festivo.


Una mezcla de ansia y de emoción nos lleva a bebernos las cuestas en largos tragos.  Al día siguiente, después del exceso, tengo una cruda resaca en mis músculos. Cuando estamos a la altura de Abancay son las diez de la mañana y un cruce de miradas es suficiente para comprender que por hoy basta. Tras treinta kilómetros, día de descanso. Pillamos una habitación, después de pasar en la búsqueda por varios pasajes del terror, y recién duchados nos tiramos a la Bartola (lo que tiene que aguantar esa mujer). 



Hay días mejores y menos mejores. Hoy toca sube, baja, pincha, pincha y vuelve a pinchar, el atardecer llega sobre la bici. Me quedo sin cámaras de repuesto, comienza a chispear y decido poner una cámara de Arturo. Son ruedas mas pequeñas, de 26”, pero funcionan perfectamente, que lo sepáis. Bajada interminable sobre una pista de tierra y piedra, después de 6 horas ciclando por este tipo de terreno te paras y crees haber olvidado un vibrador en el bolsillo del pantalón.


Homenaje a mis Schwalbe marathon, 14.000 kilómetros o mas se lo merecen.

La cercanía a Cuzco trae olas de ciclistas a la carretera. Desde que empecé en Alaska nunca había visto tanto viajero en bici. Al final de la recta un brillo de llantas llama mi atención. Nos juntamos de nuevo siete ciclistas, siete viajes diferentes.  Después del típico cotorreo nos vamos, en manada, a pasar la noche a los baños termales de Conocc. Una vez bajamos hasta el rio seguimos la conversación en las pozas desde donde vemos como el sol desaparece tras los nevados. No os penséis que todo fue idílico, lo malo hoy no lo contaré.




Con la satisfacción de saber que las duras pendientes quedaron atrás nos acercamos a la municipalidad de Ancahuasi. En unas oficinas mas dignas de un matadero municipal que de un ayuntamiento de pueblo, nos reciben amablemente y nos obsequian con una noche en un hotel rural completamente gratis.



Lo malo es que debemos de retornar un kilometro, volver a subir lo recién bajado. Mis músculos llegan con la culata recalentada, están echando humo pidiendo aceite y agua, los 2200 metros de ascensión de hoy han sido mas que suficientes.



Finalmente suman nueve los días empleados para llegar a Cuzco. Han sido nueve días  condenados a trabajos forzados, encadenados a una maquina de 65 kilos de peso y con la tarea diaria de ascender unos dos mil metros de desnivel. Como siempre hay recompensa. Soy tan simple que me vale con saborear el placer de remontar la última pendiente a la espera de una desconocida línea de horizonte.

Huancayo-Cuzco, demasiaooooooo!!!!!!!. Grafico cortesía Joseba y Corinne.

Si de Ecuador dije varias veces que era muy duro este Perú andino podría decir que en ocasiones roza lo inhumano. También tiene la culpa el que elige los trazados y la velocidad a las que los rueda. Cuando veo el mapa y veo lo recorrido en los dos últimos meses  me parece increíble. Han sido dos meses de transitar sobre Los Andes, a lomos de un colérico dragón gigante, de cruzarles a través de su espinazo sin bajarnos en ningún momento de él.

“El agua no horada a la piedra por su fuerza sino por su constancia.”                                                                                                              
                                                                                                                                 
                                                                                                                                     Refrán español


En el camino las gentes  me preguntan muchas veces al cabo del día que porque hago esto de viajar en bici. Uno se decide a cumplir un sueño, pero realmente  creo que nunca sabemos las verdaderas razones que nos impulsan a ello, las razones del subconsciente. Con el paso del tiempo, sin la inocencia y el enamoramiento ciego que se vive al principio por el viaje, comprendo que quizás salí de viaje porque vislumbre que la vida sería mucho mas sencilla aquí que allí. Verdaderamente he vuelto a encontrar significado a muchas cosas que  lo habían perdido y he descubierto muchas otras.



Con el paso del tiempo se ha disipado el miedo que me acompaño durante una parte del recorrido después del atraco. Era una sensación de desconfianza que en ocasiones convertía en sospechoso a todo el mundo y no me dejaba disfrutar a tope de las vivencias, de los lugares. Cuidándolo todo sana.

Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes,
y al que le duele su dolor
le dolerá sin descanso,
y al que teme la muerte
la llevará sobre sus hombros.
                                                                      
                                                                                     Federico García Lorca. Ciudad sin sueño



Llegada a Cuzco con la ilusión de haber cubierto una parte importante del viaje. Nos alojamos en el hostal “La Estrellita”, rincón de ciclistas, donde reina un ambiente estupendo y donde daremos descanso a nuestros cuerpos percutidos por la fatiga. Ahora debo de tomar una decisión, ir o no ir a visitar Machu Pichu, la verdad que aquí en la ciudad se esta bien y da pereza ir a ver piedras rotas, ya veré.

Los días de fiesta se suceden. Pinta en copas, me remango y comienza mi partida de tute. Compro el caballo, y me ligo a la sota, no se me ocurre manera mas placentera de cantar las cuarenta.

“Me gasté el noventa por ciento de mi dinero en mujeres, whisky y buenos coches; el diez por ciento restante lo malgasté.”
                                                                                                                            George Best.

Hoy me voy a permitir dar un consejo; si deciden venir por estos caminos no olviden mineralizarse y supervitaminarse.



                                                                                                                                                                                                                               Desde mi cielo donde el sol intenta suicidarse acosado por una manada de nubes que pretenden acallarlo, donde la paulatina quietud  hace girar las estrellas dando significado a la noche. Un magro abrazo mis choches.



 “Si un hombre cualquiera, incluso vulgar, supiese narrar su propia vida, escribiría una de las más grandes novelas que se hayan hecho jamás”
                                                                                                                                    Giovani Papini.



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