Colombia, (Medellín, San Luis, Ambalema,
Pitalito, Mocoa) 962 km, 11340 m+
“El amor no se
sustenta
en las palabras sino en los hechos. El amor no se dice, se hace día a
día.”
Del diario de Van Birloq.
Comparto el auto que me lleva al aeropuerto de
Panamá City con José. Hace tres días, a su llegada, pasaba por este mismo
lugar. Durante media hora vivió una paliza, ni una pregunta, un robo. Él,
acompañado por su falta de presencia,
baja la ventanilla con la intención de que el aire se lleve los recuerdos.
El silencio los agarra fuertemente sin
dejarlos escapar de su mente.
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Se adivina el pasado. |
Si cruzar una frontera me inquieta, imaginaros
cuando además he de despiezar y meter a Abisinia, como si de una contorsionista
se tratase, en una caja de cartón y dejarla en manos de vete tu a saber quien.
Esto me pone nervioso.
Sin noticias de Abisinia. Al llegar a Colombia recojo
el equipaje, pero solo la mitad. Mi
intención era ir del aeropuerto a casa de Manuel en bici pero ahora empieza
otra tortura, he de tomar cuatro diferentes transportes para llegar a su casa, mas
de dos horas cargado de pesados bultos y
sin ella.
La casa de ciclistas de Medellín la regentan
Manuela, Marta y Manuel. Esta familia ha tenido la brillante idea de destinar
un pajar que hay en su terreno para que los rodamundos se hospeden allí de
forma gratuita y sin límite de tiempo. Además tiene una tienda de bicis con
excelentes mecánicos, Cesar y Pim Pum son como el gordo y el flaco, todo el día
discutiendo. http://casadeciclistasdemedellin.blogspot.com/
Si el
lugar es paradisiaco, está ubicado en medio de una quebrada hartada de
vegetación, su acogida y su extremada generosidad es mejor aun. Me hacen
sentirme en casa en un país que acabo de pisar.
_Mañana será otro día y la cicla aparecerá, dice
Manuel absolutamente convencido.
Duermo del tirón y avanzado el desayuno Manuel se
acuerda,
_ahhh Jorge, que llamaron hace un buen rato, que luego
llevan la cicla a la tienda.
Milagro, pienso. La hoja de reclamación de equipaje
extraviado tenía datos incorrectos. Un mail del servicio de atención al cliente
me recordaba que tenían 28 días para contestarme. Estamos en otra dimensión.
Comienzo a ver posibilidades, he de elegir camino para
atravesar Colombia hacia el Ecuador y con la “ayuda” de Manuel, que me ofrece
mil posibilidades, me decido por la que se aleja 100 kilómetros al norte y
además me hará cruzar en dos ocasiones “extra”, de oeste a este y viceversa, la
cordillera de los Andes. A cambio me quito rodar por la Panamericana (mas
sencilla pero ya tendré bastante), y rodaré por terrenos menos transitados, mas
“guerrilleros” y un poco mas de aventura.
En la casa de ciclistas conozco a Cristian. Salió un
día de su Patagonia natal con una
mochila cargada con un poco de ropa y muchos libros. En Bolivia la falta de dinero
y el exceso de peso le llevó a malvender los libros y en Perú la escasez de plata
le llevo a comprender que lo mas barato era viajar en bici. Un mes de trabajo con
Lucho en la casa del ciclista de Trujillo y 150$ (incluidas alforjas fabricadas
con garrafas de comida china) le llevaron a tener bici para recorrer mundo.
Ahora partimos juntos.
El sol se cansa de esperarnos y la noche poco a poco
lo tapa todo. En la parte alta de este velo de oscuridad, pequeños taladros de
luz envueltos en niebla sugieren la lejanía del pueblo.
Una hora mas tarde llegamos con un litro menos de líquido
en nuestros cuerpos. Se pego a nuestras vestimentas. Paramos en la plaza de San
Luis, pequeño pueblo escondido en las montañas y que por su difícil acceso
estuvo tomado un par de años por la guerrilla. En unos minutos “el boludo”
compite al ajedrez. En media hora ha ganado la partida y encontrado un lugar
donde pasar la noche. El tejadillo de una capilla nos resguardará de la lluvia,
y mañana tendremos una casa con balconada a la plaza del pueblo que nos cede
Vladimiro, el dueño del bar. Un par de días bastan para ser los héroes de la
localidad.
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Vladimiro espera y se cruza de brazos. |
Unos días después nuestros caminos se separan, él,
el hombre que viaja con la tranquilidad cubriendo sus rodadas, decide quedarse
pescando en el rio.
“Sólo el hombre que
nada espera es verdaderamente libre”
Edward
Young
Un parque temático con aire europeo en mitad de la carretera
me sorprende. Es la Hacienda Nápoles, perteneció a Pablo Escobar, uno de los
capos mas importantes y con mas poder que ha tenido Colombia. Este tipo tenía
su hacienda repleta de animales de todo el mundo. Una vez requisadas sus
propiedades no sabían que hacer con todo esto y lo acabaron convirtiendo en
atractivo turístico. Puedes visitar desde sus aposentos hasta su pedazo de
zoológico.
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Armero. |
Un punto en mi croquis me indica Armero como último
pueblo donde comprar algo de comida para hoy. Allí hubo un pueblo, ahora solo
veo parte de un campanario caído en el suelo y unas pocas casas destruidas.
Hace veintisiete años al anochecer comenzó una gran tormenta, horas después
cuando todos los habitantes dormían el Nevado del Ruiz erupcionó, la lava mezclada con el hielo de su glaciar se
llevaron por medio una represa natural. Este cumulo de circunstancias hizo que
25 mil personas murieran sepultadas por un lodo ardiente. La niña Omayra se
hizo popular al aparecer en un reportaje de Informe Semanal donde permanecía
dos días atrapada hasta morir. Dos días
antes ella vino a mi mente sin saber porqué.
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Pedro y Nelson sentados, su hermano en pie. Buena gente. |
Al siguiente cruce me
paro a preguntar, encuentro a Nelson y compañía. Comienzo a responder la ristra
de preguntas típicas al mismo ritmo que llegan cervezas frías a la mesa
acompañadas de salchichón de Libano. A la caída de la tarde parto dirección a
casa de un contacto de mi recién conocido y ruedo destilando alcohol por mis
poros. Mi alargada sombra sobre la carretera, enmarcada por el paisaje que
aporta el fondo del valle y envuelta por la magia de la luz del atardecer,
hacen que me invadan sensaciones de libertad. Puro instinto animal.
Me desvío aun un poco
mas para ciclar por caminos de tierra
que me llevaran a Ambalema desde donde cruzaré el rio Magdalena en barcaza. Acá
no hay puente y si pueblos llenos de costumbres y tradiciones difíciles de ver
cerca a los caminos principales. La carretera que retomo esta invadida de paz, así
da gusto montar en bici. La sed me echa
a la cuneta y allí me encuentro a Ariel.
Hace años montó una
clínica. No tenía dinero, ni estudios y ahora no le faltan pacientes. Dice
tener el secreto de la felicidad, “Aceptarse a uno mismo como es y de igual
modo a las circunstancias que le rodean”. No quiere aparentar ser de un status
al que no pertenece, ni gastar el dinero que no tiene en aparentarlo. Esto ya
lo hizo su madre y no quiere repetir errores. Una vez cosidas mis zapatillas nos
despedimos con un apretón de manos y con una negación para aceptar mi dinero.
_Yo viaje lo mío sin
rumbo, y no voy a aceptar dinero de un viajero. Sentencia desde su silla.
Las noches pasan y
nunca falta un buen lugar donde dormir. Me paseo por polideportivos, canchas de tejo, patios de
colegio y algún hotel de reconocida mala reputación.
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Hotel de 3 puntos. |
El calor a mediodía pega fuerte quemando la piel. He de buscar cobijo en las sombras y
las paradas en los pueblos son temibles.
Te enganchan, te empiezan a interrogar, a darte cervezas, y yo no tengo
capacidad para decir “no” (he de aceptarme como soy). Natagaima esta en fiestas,
peligro. Es una buena excusa para descansar con los bomberos que me hacen un
lugar en su estación. Años atrás en este lugar se ubicaron las caballerizas del
libertador Simón Bolívar, mas tarde paso a ser la cárcel, luego el cuartel militar,
la escuela lo sucedió y ahora estación de bomberos. Un lugar lleno de energía y
creo que no de la buena.
A la mañana salgo de puntillas. Me encuentro las
cenizas de un corazón que le acaban de abandonar y humillar. Al otro lado del
patio los ciegos corazones en llamas de
los dos amantes responsables de las cenizas. A rodar Jorge, que relaja mucho de
este tipo de tensiones.
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Ganador de la carrera de burros. |
El valle que comenzó teniendo un ancho de mas de 30 kilómetros
cada vez es mas angosto. Se cierra poco a poco y ruedo sobre una pasarela de
asfalto que remontándolo se abre paso de
a pocos y en ocasiones de a muchos. El rio Magdalena no tiene mas remedio que
encajonarse y retorcerse. Quien se lo iba a decir hace 200 kilómetros cuando lo
navegaban barcos de carga.
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Los arboles se ponen el velo. |
A medida que mis ruedas se acercan a Mocoa la ruta
es mas espectacular. Continuos derrumbes te dan una idea de lo complicada de la
orografía. Pocos son ya los pueblos o caseríos que encuentras. El transito se
limita a alguna buseta, muy pocos trailers, alguna moto para ir de pueblo a
pueblo y una mínima cantidad de carros particulares. Cada remontada de una
cuesta te muestra un paisaje que por similar al anterior no deja de
sorprenderte. Por aquí la presencia militar se hace notar en mayor medida.
Además están equipados con tanquetas y ametralladoras, y con una tensión que no
mostraban en las anteriores regiones del país.
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Espigan los campos de maiz. |
Mi dieta, basada en arroz y frijoles, unida al
esfuerzo diario me están dejando como el “Junco de Berritz” (con todo mi
respeto y admiración, don Marino). Se me está quedando tipito de escalador de
culo estrecho. Nunca había estado tan delgado y nunca había estado tan fuerte.
Arturo, las pastillas están haciendo efecto, ya te mandaré la nueva analítica.
Que Colombia es chévere es algo que se advierte
desde la ventanilla del avión. El país de la eterna primavera, de la
omnipresente sensualidad, de la amabilidad y disponibilidad de sus gentes y de
ese paisaje verde salvaje.
Si hay dos cosas que creo que no volvería a hacer en
Colombia serían; volar con Copa Airlines y visitar las ruinas de San Agustín.
Son apreciaciones personales.
Os dejo que tenéis mucho que leer y yo mucho que
pedalear. Mi segundo cruce de la cordillera andina lo voy a hacer por lo que llaman “el trampolín
de la muerte”. 140 kilómetros, 4200 metros de desnivel, la mitad del camino sin
asfaltar, desprendimientos y corrimientos de tierra continuos….. Bueno, no voy
a seguir así que tengo mas cuento que Calleja.
Desde mi recién estrenado cielo sudamericano, donde
el paisaje de estrellas ha cambiado, donde tengo una Cruz del Sur que seguir.
Un abrazo verraco mis parseros.
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Medellín-Ambalema |
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Ambalema-Mocoa |