España (Vilaverd, Lleida, Tudela,
Estella, Vitoria, Riaza, Madrid) 923 km, 9210 m+
Donde nos llevó la imaginación,
donde con los ojos cerrados
se divisan infinitos campos.
Donde se creó la primera luz
junto a la semilla de cielo azul
volveré a ese lugar donde nací.
Antonio Vega. El sitio de mi
recreo
Noemí despertó
una fría mañana envuelta entre sábanas de franela. Aún enredada entre legañas sintió
como una ola de fuego se le colaba entre las fisuras de su alma y barría todo
su interior. Ahora lo sabía; debía partir.
Rendida y con
el temor de quien se enfrenta a lo desconocido, organizó su huida. Preparó una
mochila metiendo en ella mitad de ilusión y mitad de miedo. Salió de casa, se
alejo de su mundo, ese que por repetido se le quedó pequeño, y se encaminó
hacia Latinoamérica para descubrirse en nuevos mundos, entre otras vidas.
Ya brota la
primavera y con ella la ilusión de continuar camino.
Me subo de
nuevo sobre la bici tras más de un mes sin viajar en ella. Atrás quedan los
días de reposo y los calçots en la casa de campo de mis amigos “los Soris”. Son
Carmen, Nil, y el Sori, a los que me rencuentro después de hace casi siete
años. Que bueno volver a vernos.
Son las ocho
de la mañana cuando oigo el motor de la furgoneta que viene a recogerme. En ella cargaré la bici y mis cosas
para dirigirme a Vilaverd. Al volante Noemí, la profesora de la clase de 5º y
6º, de los “non smokers”, de la Escuela de Montgoi.
Un día tuvo
la idea de impartir las clases de castellano a través de la lectura de este
blog. Desde hace meses lo proyectan en el aula y lo leen a la par que entran en
un viaje que les hace recorrer el mundo, descubrir costumbres y pueblos
diferentes, y les despierta la inquietud por conocer, por viajar.
Largos
debates se crean después de la lectura y los resultados obtenidos están siendo
espectaculares; han mejorado su rendimiento, y ha aumentando su motivación ante
los estudios. Se les ha abierto una nueva perspectiva ante el mundo que nos
rodea.
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Los mayores son Josep, yo, Jaume, Dani y Noemí. Delante; Marina , Laura, Paula, M. Carmen, Ian, Jon, Guillermo, Irene, Malena, Lluna, Ingrid, Josep, Oscar, Eva, Judit Muñoz, Marius y Judit Fernandez |
Con este
trabajo y esta excelente pedagogía, Noemí ha conseguido no solo enseñarles lo
que se escribe en los libros, está consiguiendo educarles en esa asignatura tan
olvidada y desprestigiada por el sistema educativo que se llama vida.
Logaritmo
neperiano de……………..?
A todos los
alumnos y a Noemí, por haberme ofrecido la oportunidad de aprender con vosotros,
y por ser parte de este viaje; MIL GRACIAS.
“Toda la vida comiéndome el coco, pero ya veis que
os sirve de poco,
no habeís conseguido prepararme, para poder manipularme.
Ahora que? Ahora qué le vaís a hacer? ”
La Polla Records. Y ahora qué?
Después de
una extensa charla en el aula, donde todos los alumnos tenían algo que preguntar
y que contar, tomamos las bicis y rodamos juntos hasta el pueblo vecino donde
nos comemos unos bocatas. Hoy se convierte en un día muy especial para todos.
Avecinándose el atardecer, y cubierto de
emoción, decido abandonar la escuela.
Ahora me
toca enfrentarme de nuevo al camino, costumbre que con el paso del tiempo
parece olvidada. Excitante esta vida.
Pero no lo
voy a hacer solo. Dani, un amigo de los de siempre (se puede definir
simplemente; un hermano), ha querido venir hasta Vilaverd desde donde vamos a
rodar juntos hasta Vitoria.
Amenaza lluvia
y enfrascados en la tarea diaria de buscar un lugar donde dormir encontramos un
porche situado al lado de una zona de barbacoas. Descorchamos un vino, y tras
cenar como reyes, al saco. Este será nuestro refugio y esta será su primera noche
en el camino.
La primera
noche. Un recuerdo casi imposible de olvidar.
El sol
amanece desangelado, no tiene fuerza suficiente como para calentar el día, y un
airecito insolente corta la piel. Cunetas repletas de olivos perfectamente
alineados nos acompañan hasta Lleida.
Aquí nos
vamos a encontrar con Cesar, un excelente tipo y amante de la bicicleta que
conozco a través de www.warmshowers.org Buena onda, linda ciudad y excelente
cena.
Una
adolescente Tramontana, en forma de brisa, nos empuja levemente. Entre
sembrados de maíz buscamos el camino correcto. Una maraña de pistas de tierra y
la ausencia de un mapa nos entretienen la mañana buscando la salida a este laberinto.
Maribel
tiene miedo. Encerrada en su casa de Castelflorite, un pueblo de unos 300 habitantes,
y tiene miedo. Llamamos a su puerta, oculta su rostro tras las persianas de una
enrejada ventana, titubea, con recelo se asoma, nos pregunta, toma un poco de
confianza y termina pidiéndonos perdón por dudar de nosotros, perdón por tener
miedo. Finalmente nos invita a pasar a su casa donde esperamos a Pedro, su
hijo, el alcalde. En tanto nos ofrece un café caliente y un surtido de
galletas. El televisor desde su altar, ubicado en un lugar privilegiado, presidiendo
la cocina, omnipresente, habla mas alto que nosotros, alimenta el terror,
escupe miedo.
Maribel, a
la par que lo atiende, nos cuenta los chismes del pueblo; que han llegado de
fuera unos jóvenes afirmando que si desde allí se puede llegar a Marte, o que
si el cura, en la misa de antes de ayer, dijo que hay que tener cuidado por los
peligros que acechan en esta sociedad que vivimos, y es que en estos tiempos
que corren se están perdiendo los valores y cualquier cosa puede pasar. Mas
miedo.
Pedro llega
a casa tras cumplir con su jornada laboral y con una hospitalidad extrema nos
aloja en una sala de la casa consistorial. Otro palacio para el caminero, tenemos
radiador y estamos refugiados de lo que va a ser una noche de mucho viento, y mucho
frio. Gracias.
Despertó
pálida la mañana, el cántico del
Cierzo retumba en mi cerebro. Constancia es su virtud y mi castigo.
Un bocata de
anchoas con queso a las finas hierbas fue ayer el menú de mediodía, hoy es un bocata
de atún con guindillas, y me reservo para mañana un bote de banderillas
picantes que me enchufaré de una. Y es que viajar en España es fácil, muy
fácil. La comida es barata y accesible, es un país seguro y terriblemente
lindo, y si eliges carreteras secundarias o pistas puedes pasar horas ciclando
solo. Eso si, intento mantener mi costumbre de viajar sin mapa, pero por aquí
se me hace bastante complicado. Me hago croquis sobre un papel que me llevan a
perderme entre tanta carretera.
Dejamos a
nuestra izquierda el desierto de los Monegros. En la cuneta un oleaje de trigo
verde aun sin espigar es despeinado por un viento que se cuela entre su melena.
Los almendros se visten de blancas hojas y una red de amplios canales
transporta agua, la de los ríos que bajan del Pirineo, vomitándolo sobre en un
embrollo de acequias que transforman el paisaje, convierten esta árida tierra
en un vergel.
Solo tuvo
que pasar un día, menos de 24 horas, para toparnos con el cura de Tardienta.
Hemos encontrado donde dormir pero el Dani, como poseído por el diablo, se
empeña en hacer una visita al clero. Sale escaldado. Después de solicitar
hospitalidad al párroco, recibe respuesta concreta a su petición; “Los mendigos
duermen debajo de los puentes”. Y es que tiene razón la iglesia; se están
perdiendo los valores y cualquier cosa puede pasar.
La luz de
Abril cubre el cielo, la tarde nos trae una luna emboscada tras un manto de
nubes y a Raúl. Tras contactarnos por teléfono, cierra el negocio, agarra el
auto y se baja a cenar (gracias por la invitación). Desde hace tiempo, a través
de Salva http://unviajedecuento.weebly.com/ sigue este blog, y aprovechando que estoy a tan “solo” 80 kilómetros
de su casa se acerca a conocerme. Raúl hace poco descubrió la bicicleta, el
culpable fue un corte de tráfico. En la espera pudo observar que los
responsables del atasco eran cientos de cicloturistas. El gusanillo le apareció
y en tres días parte con su bici, un emisor de radioaficionado y sus 68
primaveras a recorrer Marruecos elpampaenbici.blogspot.com.es
Ole y ole. Bravo boludo!!!!
Una
faraónica residencia de ancianos es dimensionada muy por encima de las
necesidades de este pueblo, incluso de la comarca. Resultado; una vez
construida, ante la falta de presupuesto es imposible ponerla en marcha. Consecuencia;
los ancianos no tienen lugar y nosotros ocupamos uno de sus porches para
refugiarnos de otra dura noche. Nos vamos a dormir, hoy el Cierzo de los
Monegros nos dio labor, han sido mas de seis horas para rodar tan solo 55
kilómetros.
Y ateridos
por el frio de un prematuro despertar nos encaminamos rumbo a Tudela. Manos
heladas, otro café vendría bien pero es demasiado pronto, todo esta cerrado.
Avanzamos y un continuo goteo de pueblos se sucede. En todos se repite color y estructura. Un campanario elevándose entre un oleaje de tejados
ocres, cigüeñas de patas quebradas oteando desde su atalaya y una campanada
huérfana que se ocupa de anunciar la media sometiéndonos así al rigor del
tiempo.
Para entrar
a Tudela solo tuve que rodar mas de cien kilómetros, disfrutar del paisaje que
me ofrecían las Bardenas y cruzar el Ebro. El puente de piedra soporta el
empuje del rio que baja crecido y en algunas zonas desbordado. Las últimas
lluvias y los deshielos le han otorgado una fuerza hercúlea.
Hoy va a ser
un día de descanso, estamos alojados en un torreón judío propiedad del primo
del Dani. Despertamos con un café y paseamos las calles y los pinchos de la
ciudad.
El Dani hoy se
ocupara de la intendencia para los próximos días. No puede faltar café y por supuesto
tabaco. Tose, luego respira.
Después de
sesenta kilómetros el cansancio convierte sus piernas en plomo, otro pajarón. Emula
a los de verdad tomando unas especies de insulinas de glucógeno o vete tú a
saber qué. Nos venden azúcar metido en tubitos de colores 15 veces mas caro de
su coste y nosotros tan contentos. Consume.
Y es que yo
lo entiendo, sin haber rodado mucho meterse en estas…., pues es duro. Olé
Harry!!. Asi que despacio, con cautela, nos acercamos a Estella, y ella nunca
llega. La fatiga da otra dimensión a los kilómetros finales, estos parecen
estirarse haciéndose interminables, alejando un poco mas la ciudad de nuestras
pedaladas.
Y allí, en
medio de la acera, invadiendo el carril contrario con su presencia esta Rober,
si, si , siiiiiiiiiiiii. Le conocí en una curva del Perú va a hacer 8 meses, el
subía, yo bajaba. En ese mismo lugar se formo una montonera de siete
cicloviajeros y después de media hora de conversación y unos cuantos mails
compartiendo información y ánimos nació esta amistad.
Y que
podemos hacer pues….?? Pues otro día de descanso, tenemos razones para ello.
Nos vamos de turisteo al pueblo de al lado y nos encontramos para comer con
Joxemi, el de SKAp, pero esta vez en su tierra. Comida bien regada y paseo por
el rio.
Rober y
Manuel (dale, dale Manuel !!!!!! que arranca tu viaje en breve) nos acompañan
para despedirse de nosotros. En principio venían para media hora, pero se les
calienta el pico y rodamos medio día juntos.
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Todo glamour |
Castigados
por la lluvia y el viento remontamos el puerto de Azazeta. Una vez coronado,
desde lo mas alto observamos como una cortina de rayos de sol se cuelan entre
nubes troqueladas pintando de luz la llanada.
Vitoria se
muestra desde el alto y me cuelo entre sus calles recibido por el sol y un mundo
de recuerdos. Me emociono, os lo juro, rememoro toda la juventud que derroché en
esas calles, y todo el amor que compartí en ellas. Es la primera vez desde hace
dos años que tengo la sensación de haber vuelto a casa.
Tomo el
teléfono y llamo,
_ Bea, a que
vos no sabés donde estoy?
La Tata, como
siempre, excelente anfitriona nos recibe en su casa. Son días de conciertos, de
potes en la Kutxi, de rencuentros con
amigos, y de acostarme tarde.
Él no es de
los que se graba dibujos de colores en la piel, tampoco le cuelgan aros de las
orejas, y desde luego no viste a la última, me atrevería a decir que ni
siquiera a la penúltima. Viajero humilde e infatigable, capaz de hechizar con
la tranquilidad de sus acompasadas palabras, y amante de la bicicleta. Desde
hace quince años anda dándoles vueltas al mundo en bici y ahora está en parada técnica en su Vitoria natal. Aprovechamos
que hablamos el mismo lenguaje vital para compartir parte del día y alguna
noche.
Tengo el
privilegio de reanudar la marcha
acompañado de él, de Lontxo, http://munduanbarrena.blogspot.com.es/ Salimos por su barrio, paramos a tomar café y me narra aquellos
años de cuando éramos mucho mas jóvenes, de cuando pasabas medio día jugando en
la calle con amigos, cuando sus aceras creaban la frontera de tu reino y
terminaban por convertirse en una extensión del hogar. En esas mismas calles,
rodeado de fábricas y caseríos, envuelto en un clima político difícil, descubría
el significado de palabras que dan forma
a una personalidad; rabia, compromiso, amistad.
No sin
cierta pereza despegamos, con las tazas vacías abandonamos la terracita y
pedaleamos la despedida. Ya en las primeras estribaciones del puerto de Vitoria
un abrazo y hasta siempre compañero.
Es hermoso partir sin decir adiós,
serena la mirada, firme la voz.
Si de veras me buscas, me encontrarás,
es muy largo el camino para mirar atrás.
Qué más da, qué más da,
aquí o allá...
Serrat. Vagabundear
Abandono
Vitoria jodido, con el corazón descompuesto y perdido en los laberintos de mi
inconsciencia. Apostando a perder es difícil ganar y he decidido jugar a
perdedor. No me preguntes porqué. Es el precio de amar, al menos el que yo he
de pagar.
El silencio
y la soledad de la carretera me devolverán la paz.
Desde hace
mucho tiempo no me enfrento a rampas con esta dureza. Dejo atrás paredones de
caliza gris y La Rioja me recibe con un calor sofocante.
Mi llegada
al hogar se acerca y paso del nosotros al yo, del plural al singular. Dani se
vuelve desde Vitoria, he decido bajar solo hasta Madrid, compartir mis días
conmigo y con mi soledad. Quiero que el viaje se apague de a poco, llegar despacio,
desacelerándome, saboreando los últimos momentos de esta aventura y conectado
con mi interior.
Tampoco me
parecía justo que Abisina, fiel compañera, después de 28ooo km rodados llegara
a casa en un ataúd de cartón y quedará desmontada y olvidada en un rincón.
Me inmiscuyo
entre el rumor del rio, remontándolo se alternan campos de vides y frutales y siempre una tierra roja, rojiza.
Pedaleo encañonado entre majestuosas lajas de dimensiones indescriptibles que
coronan los montes. El rio Najerilla se va a encargar de abrirle la puerta a
esta carretera partiendo la montaña en dos y dejando un pasillo natural.
La tarde,
aun cargada de los despojos de un invierno tardío, hace bajar la temperatura.
El arrendajo retorna al nido dibujando alocados garabatos sobre un cielo tapado
por nubes redondas. Las últimas luces golpean la fachada de la iglesia de
Anguiano y desde lo mas alto de su campanario se escapan una detrás de otra
hasta completar nueve.
A estas
horas y tras un día duro por el calor y por las fuertes rampas que ralentizan
mi marcha y aceleran mi corazón, me voy pensando donde acampar. Esto de viajar
solo aumenta los niveles de tranquilidad, hambre, y sueño. Me alejo de la
carretera principal buscando un lugar donde montar la carpa, una senda
invertebrada se enreda en subidas y bajadas, y al fondo de ella observo un monte de forma
piramidal. La nieve cubre sus paredes y recuerdo su nombre. Paradójicamente
esta noche el monte San Lorenzo guardará mis sueños.
Me despierto,
bostezo, me estiro y ella, la primavera, se despereza lentamente. Brotan
hinchadas las yemas del halla, los campos florecen, las tierras se abren con la
mirada del sol y el silencio es desmoronado por el canto de los pájaros. Brota
despacito la vida tocada de un velo de color.
Subiendo las
lomas de la sierra de la Demanda aparece la nieve posada en las cumbres. La
ruta comienza a estrecharse, el piso, parcheado de alquitrán, empeora, a medida
que asciendo, el valle se encajona, los abedules conquistan la ribera, la
carretera, obligada, se enrisca entre rocas, y ya sin espacio busca la salida, se
retuerce semejando un reptil aplastado. Un privilegio rodar estos caminos.
A los pies
de la iglesia un enjambre de lugareñas rodea una vieja furgoneta. Desde hace
mas de 30 años Antonio recorre las carreteras de este valle suministrando el
pan a los pueblos de la comarca de Neila. Le compro una barra y una torta
dulce, me da las vueltas y conversación. “Juventud, no quiere esclavitud” es el
argumento claro y directo para explicarme la continua despoblación de la
región.
Horas mas
tarde, cuando ya ha pasado el mediodía, y mas duro es el azote del sol, me
cruzo con Esteban subido en su bici. Con mas de ochenta años piensa que yendo
en bici llega mas lejos y conoce mas. “La juventud no quiere trabajar,
prefieren comer de lo que les dan los padres e irse luego al bar. Si yo supiera
cuando me iba a morir me gastaba todo lo que tengo. Pero y si me lo gasto todo,
y no me muero y sigo vivo?”.
Avanzo y la
luz del día se me termina, las piernas hace tiempo que están cansadas pero aún
responden noblemente. José, ataviado con un mameluco azul, descansa sentado en
un guardarail de la N129. Desde allí maneja, ayudado de sus cinco perros, un
rebaño de mas de sesenta ovejas. Piensa que mi vida todo el día en la calle, de
acá para allá, debe de ser dura, también sabe que la suya lo es aun mas. Todos
los días, nieve, llueva, o queme el sol debe salir al campo, no hay festivos
porque el ganado come a diario, y tiene que hacerlo porque cuando él falte no
habrá mas rebaño. Y es que Jorge tu ya sabes, me dice; “la juventud no quiere
trabajar”.
José me
había anunciado la presencia de 2 cuevas a pocos kilómetros de allí. Conoce el
terreno como la palma de su mano, afirma. Lo que no me había advertido es que
desde ellas puedo observar la amplitud del Cañón del rio Lobos, y la llanada
castellana topando con las primeras estribaciones de la aun nevada sierra del
Guadarrama.
Desmonto las
alforjas para poder acceder a la cueva. Es profunda y fresca, pero mucho mejor
esto que pasar la noche al raso. Un paseo alrededor por las empinadas laderas
que me rodean para recolectar un poco de leña y comerme un bocata sentado al lado
del fuego, un poco de lectura. Lo siento por los murciélagos pero yo me voy a
dormir, espero que no les moleste mi presencia. Basta por hoy.
La mañana llega acompañada de un profundo
bostezo de luz. El rocío cubre aun el pasto. Desde la puerta de mi guarida observo
un cauteloso despertar reflejado sobre piedra y agua, cielo y tierra.
Encajonado
entre las paredes del cañón ruedo el camino inmerso en un paisaje de primavera
atrasada y de cielos lentos. Por tierras de Castilla, como diría Machado, el
viento golpea mi frente con furia.
Pedaleaba
sobre la máquina de la felicidad entre pueblos rojizos, en Ayllón me paro a
comer. El día pasa en armonía, pedal y mas pedal no deja lugar al hastío.
Y entre que
me pierdo y que me encuentro desertan los días y las noches se suceden. Este ha
de ser uno de mis últimos atardeceres en el viaje, y lo paso sentado al borde
de unas vías de tren abandonadas.
El guerrero
ha terminado su batalla diaria, y agarrado a la soledad, vuelve a disfrutar de la
magia de una luz ámbar, tamizada de atardecer, que otro día mas le envuelve en
paz. Es ese momento, cuando todo parece detenerse, él se siente profundamente libre.
Así comenzó su viaje y así quiere
terminarlo.
Con el
fresco de la mañana cruzo las calles de Riaza, un sonido pesado, doblan las campanas.
Ennovio con
la primavera, aprovecho este calorcito, siento a Abisinia un día más entre mis piernas. Y así casi sin darme cuenta se
presenta el mediodía. El sol cae a plomo sobre mi espalda. Quizás no sea la
mejor hora para afrontar el ascenso al puerto de Navafría ???
Ya en las
primeras rampas, al izarse la pendiente, el aliento se quiebra, la gorra se
satura, y no puede contener un reguero de fatiga que cae por mi frente, los brazos
lacados en sudor, brillan. Las curvas de la carretera se enredan en una madeja
interminable, el agua alborotada de los arroyuelos salta sobre el asfalto, y
los pinos, altos, espigados, quieren tocar el cielo domando la fuerza de esos
rayos de sol que hace poco me fustigaban.
Un
voluntarioso esfuerzo me mantiene cerca de dos horas en una apacible lucha
sobre la bici. De un respingo me pongo en pie sobre los pedales, meciendo la
bici de izquierda a derecha supero al sprint la última rampa del puerto. Convierto
cada jadeo en un grito de júbilo. Un puerto de primera, una bici de 70 kilos y
tengo el placer de sentirme ciclista. Lo gozo.
Una vez
coronado el alto aparece un amplio horizonte de montes nevados, Peñalara al
fondo. Este madrileño valle del Lozoya, donde rencontré mi pasión por la bici,
donde de un corazón roto brotó este sueño, me recibe en su parte final, en la
llegada.
La carretera
para descender Navafría está escrita con una caligrafía torpe y temblorosa. La
velocidad aumenta a medida que bajo, una espiral de curvas me engulle y dibujo
círculos semejando el agua absorbida por
el desagüe de un lavabo.
Son cinco
días dándole caña al cuerpo, largas e intensas etapas acumulan cansancio. Una pájara
me amenaza y la combato con un bocata de antxoas con pimientos!!! No me lo
creo, esto es una pasada! Como poder explicar lo que significa recuperar estos
sabores después de tanto tiempo?.
Un roble desnudo espera hojas nuevas, un avance inexorable
me acerca al hogar.
Decido
continuar y me exijo un último esfuerzo. Mi cuerpo, obediente, exprime sus últimas
energías, se entrega al goce masoquista de coronar ahora el puerto de Canencia
vaciándose, dándolo todo.
En la mas
alto, entre pinos, aparece Luisito acompañado de un violáceo atardecer y un
menú delicatesen, como él mismo quiere definir. Nos hinchamos a cenar (ha
traído incluso langostinos), a hablar y a tomar cervezas que salen de una
helada nevera de camping. Vuelven las bromas cómplices, absurdas, y casi
olvidadas por el paso del tiempo.
Una noche, en
el Yukón, casi al principio del viaje, Shane me enseño a mirar las estrellas. Tocado
por la Mahou, observo el cielo y las contemplo por última vez antes de llegar a
casa. También observo, en un horizonte algo mas lejano, las luces de un Madrid
que se esconde entre una cortina de humo invisible. Hoy una de esas luces ha
dejado de lucir, se ha apagado para siempre. Adiós Carlitos.
“En esta
vida solo hay un destino cierto que es el final de nuestro camino. Llenándole
de curvas, de recovecos donde perdernos, ensanchamos la vida haciéndolo un poco
más lejano.”
Del diario de Van Birloq
Hoy un
hombre libre llega a Madrid, cárcel o recreo ?.
Llego a esta
ciudad, otra ciudad donde se crean necesidades innecesarias y cuestan dinero.
Menos tienes, menos necesitas, más libre eres.
Avanzo y su
silueta se hace más cercana, gigantesca. Engullido por la esquizofrenia de la urbe
dejo de oír el canto de los pájaros, su lugar lo ocupa un desasosiego de
motores. En mitad de la carretera se para un auto, sale un tipo, se acerca, oh
noooooo!!!, es Germán!!!!!. El monster vuelve del trabajo y nos encontramos
abrazados. La puta, que bueno!!!!
Y así entro
a la ciudad. Reflejos de luz sobre las aceras, modernos edificios se me
muestran como colmenas que encierran vida. Mi mente llega deletreando un mundo
de recuerdos, hace un rápido repaso, aparece el inexperto viajero que partió de
Alaska, pasa por el luchador andino, y termina con el vividor patagónico. Deseo
partir antes de llegar.
“Llego con
una primavera que despereza y empuja la nieve a los rincones más altos de las
montañas. Llego con la cara tatuada de caminos y una vida nómada, y al mismo
tiempo ya echo de menos esa casa hecha de horizontes en la que hasta hace poco
vivía.”
Lontxo, Txentxo, Lorenzo Rojo, un
cicloviajero, una gran persona.
Abandono el
vagar del otro mundo para deambular una ciudad de acero y hormigón, de
velocidad y lejanía, de humo y ruido, de gentío y soledad.
Susana y
Ricardito me llevaran de tapeo y esta noche me esconderán en su casa. De este
modo mañana podré llegar pronto al parque de la Casa de Campo y allí
encontrarme con los de siempre. Todos mis amigos y la chavalería, excepto “los
ramones” que andaban con el Kuki de neumonía y la Tere liada con una operación
a corazón abierto, vienen a recibirme subidos en sus bici para rodar los últimos
kilómetros que me llevaran hasta la puerta de casa. Ascendemos el mítico
Garabitas a ritmo de neutralización y a la bajada aparece la familia y los
chicos de www.rodadas.net
Descompuesto
el rostro me aferro a los míos. Infinitos racimos de abrazos caen
sobre mi, también besos y alguna lagrima. La emoción quema, se me retuerce el cuerpo en un temblor suave.
Ahora es cuando verdaderamente me doy cuenta y tomo consciencia de que he abandonado mi cielo para bajar al vuestro.
Me
siento viajero, me siento camino y sendero.
Todo esto
es bizarro, pasan las horas entre
tortillas y cervezas, aun así me encuentro fuera de lugar. Aprovecho que los
niños siguen enredados en los columpios para escapar y rodar hasta casa, a casa
de mis padres. Sigo sin tener un hogar.
Tras de mí
el sonido de una puerta que se cierra. Inhalo el aroma a madre que aun guardan
las paredes de este refugio.
Hoy regreso
con los zapatos rotos, cubierto de ropas que se convirtieron en harapos, con la
vista cansada y endurecido el oído, tocado de canas y cargando arrugas tiernas.
En dos años me dio tiempo a mudar el alma, a perder el pelo, a cambiar de peso
y de piel. Se nota el paso del tiempo también en ellos, todos somos más viejos.
Sentado en
el borde de la cama me descalzo y entre los pies escurre arena, arena andina,
arena americana. Recuesto en una esquina de la habitación unas alforjas llenas
de experiencias. Recuerdo, nostalgia, pasión. He deslizado un continente de
norte a sur, me he descolgado entre los pliegues de un mapa que parecía
interminable y ahora en mi cabeza se dibujan los gritos de una pelea de barrio,
pelotas y charcos, canicas y chapas. Solo, aquí solo
Se apaga una
luz de mesilla.
Te atreves a
tocar el cielo?
Todo esto que estáis leyendo y habéis leído hubiera sido posible sin ellos, pero también es cierto que hubiera sido muy diferente. Gracias a Ciro Alegría, a Juan Rulfo, a Pablo Neruda y a todos los que me han prestado sus palabras y sus canciones para comprender y sentir esta vida de un modo diferente. Porque sin saberlo, ellos, han viajado muy dentro de mí y me han ayudado a convertir mis sueños en una vehemente realidad, a por poner acento a los días y música a estos relatos.
Y así
me muevo sin saber
a
que mundo voy a volver
o
si voy a seguir viviendo.
Mientras
se resuelvan las cosas
aquí
dejé mi testimonio,
mi
navegante estravagario
para
que leyéndolo mucho
nadie
pudiera aprender nada,
sino
el movimiento perpetuo
de
un hombre claro y confundido,
de
un hombre lluvioso y alegre,
enérgico
y otoñabundo.
Y
ahora detrás de esta hoja
me
voy y no desaparezco:
daré
un salto en la transparencia
como
un nadador del cielo,
y
luego volveré a crecer
hasta
ser tan pequeño un día
que
el viento me llevará
y
no sabré cómo me llamo
y
no seré cuando despierte:
entonces
cantaré en silencio.
Pablo Neruda. Testamento de otoño